ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Como cada octubre, miles de personas han peregrinado a pie para venerar al Señor Cautivo, la tricentenaria escultura de madera que reposa en su templo a más de 2700 metros de altura en la Cordillera de los Andes, en medio de un verdadero despliegue de logística y planificación sin desmerecer la fe. Lo notable de este año es la ausencia de muertes En el trayecto.
Aunque hay gente que viene desde tan lejos como Tacna, a unos tres mil kilómetros de distancia, el tramo más duro de la ruta es el que comienza desde las ciudades de Sullana o Chulucanas. Tras otros 40 km de trecho más o menos plano, es a partir de Chipillico, un caserío del distrito de Las Lomas (Piura), donde la cordillera presenta varios desafíos: relieve accidentado, cuestas empinadas, y condiciones climáticas variables en cuestión de minutos.
Este año, los varones y las mujeres que decidieron ir a pie han enfrentado máximas rozando los 40°C con cielos mayormente soleados y mínimas por encima de los 5°C con tiempo lluvioso.
Quienes peregrinan lo llaman un acto de fe; especialistas en salud mas bien lo denominan sugestión: en la medida en que cada persona mentalice que cumplirá su meta a pesar de sus limitaciones, es probable que lo consiga. Finalizada tanta segregación de adrenalina, la hormona que suprime la sensación de peligro, los dolores que la mente bloqueó no tardarán en aparecer.
Fuera del cansancio y algunos cuadros de deshidratación, este año no se presentaron mayores inconvenientes con la salud de peregrinos y peregrinas gracias a un operativo dispuesto por las autoridades.
Cada peregrinaje no solo es un acto de fe o de sugestión; también es un verdadero despliegue de planificación y logística. Las rutas son calculadas para que coincidan con localidades específicas donde se ofrecen varios servicios a quienes caminan, en especial un sitio para descansar.
Incluso si se decide andar a solas, se procura seguir el mismo camino del resto.
Cada peregrino o peregrina lleva toda la indumentaria adecuada para soportar los cambios de clima y sus potenciales impactos en el cuerpo. Ni hablar de quienes realizan travesías épicas acarreando cruces.
En resumen, todas las personas que caminaron hasta Ayabaca manifestaron que retornaron sanas, salvas y satisfechas. Creo que no solo es la fe en lo sobrenatural, sino también en la planificación; de lo contrario, no hay explicación lógica a la ausencia de víctimas mortales. Bien por eso.