ERP. La integridad de las instituciones, especialmente aquellas dedicadas a la educación superior, es el cimiento de una sociedad justa y progresista. Cuando la verdad se ve comprometida por una crisis de credibilidad, como parece ser el caso en la Universidad Nacional de Piura (UNP), la única vía para restaurar el prestigio, la confianza y garantizar la justicia es un proceso riguroso de identificación, documentación, enjuiciamiento y eliminación de la corrupción.
Cualquier alternativa, cualquier desvío de este camino, inevitablemente desembocará en la impunidad, un cáncer que corroe la moral y el desarrollo de cualquier entidad.
El comentario inicial describe un cuadro preocupante y desolador de la UNP, una institución ubicada en una de las regiones más prósperas de Perú, sin embargo, sumida en una profunda crisis de credibilidad. La afirmación de que al menos el 49% de los profesores han respaldado el "continuismo o administración mencionada por actos de corrupción durante la campaña en las elecciones rectorales” es una denuncia grave que no puede ser ignorada.
Si esta acusación es verdadera, sugiere una preocupante complicidad interna que socava los principios fundamentales de la academia y la educación. En lugar de ser faros de conocimiento y ética, estas instituciones se convierten en sombras de lo que deberían ser, albergando prácticas que deshonran su misión.
La crisis de credibilidad en la UNP, si se confirma, no es un problema aislado; es un síntoma de una falla sistémica. Cuando un porcentaje significativo del cuerpo docente, aquellos encargados de formar a las futuras generaciones, parece tolerar o incluso apoyar la corrupción, se envía un mensaje devastador. ¿Qué se espera de los nuevos profesionales egresados de la UNP?
El mensaje enviado por el 49% de los profesores que apoyan el “continuismo” no solo desmoraliza a los otros profesores, estudiantes, egresados y al personal honesto, sino que también perpetúa un ciclo vicioso donde la deshonestidad se normaliza y la excelencia académica se subordina a intereses ilegítimos. La riqueza de una región se vuelve irrelevante si sus instituciones educativas, pilares de su capital humano, están comprometidas por la corrupción interna.
Frente a esta situación, la acción es imperativa. La identificación de los actores corruptos debe ser un proceso transparente y basado en pruebas sólidas, no en simples conversaciones para convertirlas en acusaciones. Esto implica una auditoría exhaustiva de los procesos administrativos y financieros, así como una investigación rigurosa de las denuncias recibidas.
Una vez identificados, la documentación meticulosa de sus acciones es crucial para construir casos sólidos que puedan resistir cualquier desafío legal. Sin una evidencia irrefutable, el proceso se desvanece en conjeturas y acusaciones infundadas.
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Posteriormente, el juzgamiento debe ser imparcial y apegado estrictamente a la ley. Esto significa que los órganos disciplinarios internos de la universidad, o incluso las instancias judiciales externas si es necesario, deben actuar con total independencia y sin presiones.
Finalmente, la eliminación de los corruptos ya sea a través de sanciones administrativas, despidos o procesos judiciales, es el paso decisivo para restaurar la integridad. Esta eliminación no solo es un acto de justicia, sino también una señal clara de que la institución y las nuevas autoridades no tolerarán la corrupción y que los valores de honestidad y meritocracia serán protegidos.
En el caso de la UNP, si las denuncias son verdaderas, es un crudo recordatorio de que la verdad y la credibilidad son activos invaluables que deben ser defendidos con vehemencia. Cuando se enfrentan a la erosión de la confianza debido a la corrupción, la única respuesta es un compromiso inquebrantable con la justicia.
Desviarse de este camino, permitiendo que la impunidad prospere, es condenar a la institución y, por extensión, a la sociedad, a un futuro incierto y desprovisto de valores fundamentales. La UNP tiene la oportunidad y la obligación de demostrar que, incluso en los momentos más oscuros, la búsqueda de la verdad y la eliminación de la corrupción son el único camino hacia una verdadera recuperación y un futuro prometedor.