ERP. El Arzobispo Metropolitano Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., durante los Oficios del Viernes Santo de la Pasión del Señor, celebró de manera privada a las 3 pm., desde la Capilla Arzobispal "Nuestra Señora de las Mercedes". Fue un momento para recordar la pasión de Cristo, el sufrimiento personificado en el Dios Hombre dejó la tierra de los vivos por expiación en favor de todos.
En el Oficio, monseñor Eguren rememoró los momentos del hecho cristiano y los comparó con el presente, afirmando "Vivimos este Viernes Santo en medio de la preocupación por la pandemia que está haciendo sufrir tanto al mundo entero y en particular al Perú, a Piura y Tumbes. Brotan espontáneamente de nuestro corazón algunas preguntas: ¿Por qué Dios la permite? ¿Acaso el Señor no escucha nuestra oración en estos momentos? ¿Por qué no actúa ya?".
Después de las remebranzas que recrean el sufrimiento de Jesús, monseñor se dirigió a todos indicando "Queridos hermanos: en esta pandemia y en toda tribulación y peligro, nunca estamos solos; la familia nunca está sola; Piura y Tumbes no están solos, el Perú y el mundo no están abandonados a su suerte. Jesús está presente con su Amor crucificado, Jesús nos sostiene con su gracia, Jesús nos da la fuerza para seguir adelante, para afrontar y superar todo obstáculo y sacrificio. Es al amor de Cristo en la Cruz al que siempre debemos acudir cuando el mal nos golpea con virulencia".
Luego agregó "En esta tarde santa en que somos invitados a mirar el Árbol de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo, tarde en que somos convocados a adorarla, los invito a aclamar la Cruz Cristo con este hermoso himno de un autor anónimo del Siglo II:
La Cruz gloriosa del Señor Resucitado es el árbol de la Salvación.
De Él yo me nutro, en Él me deleito; en sus raíces crezco, en sus ramas yo me extiendo.
Su rocío me da fuerzas, su espíritu, como brisa, me fecunda; a su sombra he puesto yo mi tienda.
En el hambre es la comida, en la sed es agua viva, en la desnudez es mi vestido.
Angosto sendero, mi puerta estrecha, escala de Jacob, lecho de amor donde nos ha desposado el Señor.
En el temor es mi defensa, en el tropiezo me da fuerzas; en la victoria es la corona, en la lucha ella es el premio.
Árbol de vida eterna; misterio del universo; columna de la tierra. Tu cima toca el cielo y en tus brazos abiertos brilla el amor de Dios.
(De la homilía “La Santa Pascua”, de un Autor anónimo del siglo II).
Finalmente expresó "En aquel oscuro atardecer del Viernes Santo, cuando la tierra quedó sumida en la oscuridad, el velo del templo se rasgó en dos, la tierra tembló y las rocas se resquebrajaron (...), la Virgen estaba a pesar de su corazón traspasado por la espada profetizada (...) fuerte y serena (...). Ella permanece como el último bastión de esperanza. Todo parecía perdido, hundido de manera irremediable. Pero su fe fuerte, su esperanza invicta, y su ardiente caridad son un confortador presagio de la Pascua. La última palabra no la tendrá el mal y menos aún la muerte y la enfermedad, sino el Amor y la Vida que tienen un rostro y un nombre: su Hijo, el Señor Jesús Resucitado".