ERP/N.Peñaherrera.Los mensajes de la música y la salud mental.
Así como los colores y las formas, diversos tipos de sonidos pueden generar diversos tipos de reacciones en las personas.
Mucha gente citadina que pasa la noche en el campo dice estar 'mágicamente' curada de las preocupaciones que tienen cada vez que despiertan dentro de la urbe.
Además del aire, otra causa podría ser el sonido.
Quienes vivimos en núcleos urbanos, nos exponemos a fuentes de ruido muy perniciosas. Mucho más si la exposición es frecuente o de larga duración.
Lo paradójico es que nuestra mente sucumbe a los ruidos de nuestras propias creaciones. La principal manifestación es el estrés.
Basta eliminar estos ruidos y cambiarlos por otros más plácidos como el trinar de un pájaro, o de varios de ellos, para que tal estrés aminore o desaparezca.
Entonces, si hay sonidos que afectan nuestra salud, lo lógico es que seleccionemos aquéllos que realmente la fortalecen.
Hasta un tono de voz adecuadamente modulado puede ser terapéutico, incluso para dar malas noticias. La medicina holística ha llegado a decir que pueden curar, incluso.
Esta suerte de psicología del sonido es hábilmente manejada por la comunicación social con tal de conseguir un efecto predeterminado en la población. El mejor ejemplo, acaso el magistral, fue el de Orson Welles, en 1938.
La noche del 31 de octubre, el futuro cineasta generó histeria colectiva mientras representaba la supuesta invasión de los marcianos desde un paraje rural en Nueva Jersey, estados Unidos, a través de la CBS.
Cabe indicar que los actores y las actrices estuvieron todo el tiempo en un estudio en la isla de Manhattan, Nueva York.
Lo que poca gente reparó fue la advertencia inicial de que todo el programa se trataba de otro episodio de su Teatro Mercurio del Aire, su espacio semanal en esa cadena, simplemente porque encendió la radio pasada la hora de inicio.
Welles había logrado transmitir por radio, la tensión que H.G.Wells pretendió lograr (infructuosamente) mediante la lectura en su novela por entregas, 'La guerra de los mundos'.
Tal poder del sonido fue hábilmente manejado durante la II Guerra Mundial, que estalló un año después del Incidente Wells: era posible manipular la conducta de las personas mediante música, tonos de voz y efectos sonoros... incluso, los silencios.
Es lo que en Historia de los Medios llamamos La edad de Oro de la Radio, con la BBC de Inglaterra como su exponente más importante.
Pero, ¿cómo podemos manipular la conducta de una persona, a través de los mensajes? Pues, no indicándole su existencia.
Imaginemos una fiesta sorpresa de cumpleaños. Cuando la persona agasajada llega al punto de reunión y encuentra todo el despliegue inesperado de la gente que le festeja, se desencadenan múltiples emociones, que pueden ir desde la felicidad hasta una euforia inexplicable, quizás el llanto de alegría.
Ahora intentemos el mismo efecto, pero antes advirtámosle a la persona agasajada que al llegar al punto de reunión, tendrá una fiesta sorpresa. ¿La reacción será la misma?
En tanto alguien tome conciencia de que algo sucederá, activará su sentido de alerta y podrá optar por acogerlo o rechazarlo.
Pero si no tiene ese detalle bajo advertencia, probablemente reaccione de forma inesperada... a menos que se manejen las variables clave para obtener la 'reacción inesperada' correcta, aprovechándose de su potencial vulnerabilidad.
Por eso, en la industria de la música, un empleo que paga bien es el de productor o productora musical.
Este o esta profesional es quien maneja la sonoplastía de cualquier contenido de tal forma que el producto final tenga una 'personalidad' determinada, y si lo que busca es vender, una conducta determinada.
Por supuesto, lo primero que debe tener claro un productor o una productora es qué quiere vender y a quién se lo quiere vender.
El cómo se lo quiere vender es fácil: mediante una canción.
El a-quién-se-lo-quiere-vender es relativamente sencillo cuando hay una estrategia de mercadeo como respaldo. Lo único que se debe averiguar es qué le gusta concretamente al público objetivo para bombardearlo con aquello que le va a encantar, de tal forma que el éxito esté asegurado.
El punto a discutir, en todo caso, es qué se va a vender.
Si se trata de una canción, entonces diremos que pretendemos vender arte. Pero, ¿realmente la música pretende vendernos arte? ¿qué tal si lo que busca es que acojamos un estilo de vida? (Continuará...)
EN LA TERCERA PARTE: ¿Qué nos 'vende' la música de Corazón Serrano? ¿Es capaz de cambiar la voluntad?
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