ERP. La presidenta Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores) fue reelecta este domingo en las elecciones más reñidas desde el regreso de la democracia en Brasil, con menos de tres puntos de diferencia sobre el candidato de la centroderecha, Aécio Neves (Partido de la Social Democracia Brasileña).
Con el 99,98% de los votos escrutados por el Tribunal Superior Electoral (TSE), la mandataria se impuso con el 51,64% frente a Neves (48,36%). Hace cuatro años, Rousseff había logrado el 56% de los sufragios cuando compitió con José Serra (PSDB). De esta manera, Rousseff gobernará hasta 2018 y su partido completará así un período inédito de 16 años en el poder, que comenzó en 2003, cuando asumió su primer mandato el antecesor y padrino político de la mandataria, Luiz Inácio Lula da Silva .
El PSDB obtuvo hoy su mejor votación en los últimos doce años, pero también ha sufrido su cuarta derrota consecutiva frente al PT.
El camino de Dilma a la reelección no fue tan fácil como el PT hubiera esperado. La mayor amenaza surgió con la muerte, en agosto último, del candidato del Partido Socialista de Brasil (PSB), Eduardo Campos, en un accidente aéreo. Marina Silva, la candidata a vice que pasó a encabezar la fórmula de los socialistas, se presentó rápidamente como la favorita de las encuestas y comenzó a seguir de cerca, e incluso superar, a la presidenta en las encuestas.
Pero la estrella de la ecologista se apagó mientras se acercaba el 5 de octubre y finalmente la sorpresa fue Aécio Neves, que quedó nueve puntos por debajo de Dilma (33,5% él; 42% ella).
Allí comenzó de nuevo la danza de números de las encuestas, que pronosticaban un empate técnico entre ambos candidatos al ballottage y hacía temblar al PT. El apoyo de Silva (que quedó tercera en la primera vuelta, con 22% de los votos) al candidato de la centroderecha también fue una mala noticia para Dilma. Pero en los días previos a esta segunda vuelta, los brasileños se inclinaron por la continuación del modelo petista y la presidenta se despegó levemente de su rival. Para eso, ayudó la "guerra sucia" del oficialismo contra el candidato opositor: lo acusaron de pretender acabar con los programas sociales para los más pobres, se lo presentó como un "playboy" rico de cuna privilegiada, y, en las redes sociales, hasta se insinuó que era alcohólico, drogadicto y golpeador de mujeres.
En la recta final, la campaña se volvió a embarrar con la portada de la revista conservadora Veja, que aseguraba que tanto Dilma como su antecesor y padrino político, Lula Da Silva, estuvieron siempre al tanto de millonarios desvíos de dinero a la empresa estatal petrolera Petrobras, una trama de corrupción muy presente en la campaña. Tampoco eso pudo evitar el triunfo del PT en las urnas.
Dilma Rousseff asumirá formalmente su nuevo mandato el 1° de enero del año próximo. Sin embargo, mañana mismo ya deberá comenzar a plantear los cambios que se avecinan, prometidos durante la campaña. Sus desafíos para los siguientes cuatro años serán principalmente económicos: Brasil deberá retomar el crecimiento, con una economía actualmente en recesión técnica, y controlar la inflación, de 6,75% en últimos 12 meses, casi tres puntos por encima del techo establecido por el propio gobierno.
Mientras Dilma sostuvo en la campaña que mantendrá su visión intervencionista de la economía, sí prometió que cambiará a su ministro de Economía, Guido Mantega. Los posibles nombres para reemplazarlo no tardarán en aparecer.
Por otro lado, se da por descontado que Dilma no tocará los planes sociales que comenzaron con el gobierno de su antecesor, Luiz Inacio Lula de Silva, y que sacaron de la pobreza a unos 40 millones de brasileños..