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Vie, Abr

Murió Diego Armando Maradona a los 60 años

Deporte
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ERP. El astro del fútbol Diego Armando Maradona falleció este miércoles en su residencia a sus 60 años de edad, según informó su agente y amigo Matías Morla. Un día lo inevitable sucedió. Es un cachetazo emocional y nacional. Un golpe que retumba en todas las latitudes. Un impacto mundial. Una noticia que marca una bisagra en la historia. La sentencia que varias veces se escribió pero había sido gambeteada por el destino ahora es parte de la triste realidad: murió Diego Armando Maradona.

Fue un genio del fútbol y quizá el más grande de este deporte. Para Argetina, era el Dios que hizo realidad sus aspiraciones y que supo convertir en satisfacciones sus deseos. Durante los últimos tiempos, los dilemas y conflictos personales hicieron de su vida una contradicción, sobre todo con la relación con su exposa Claudia Villafane y sus hijas. Pese a todo se mantenía en el deporte, entrenando al San Lorenzo. 

Genial y mediático, su trascendencia llevó a muchos compositores a crear canciones inspirados en su gesta y en su vida personal. Es probable, que "La mano de Dios" interpretada por Rodrigo Bueno, fue la máxima que recorría con notas musicales, lo que fue el "cebollita". Su paso a la eternidad, aumentará esa devoción que mantuvieron los argentinos por sus proezas y genialidad con esa zurda prodigiosa que hizo vibrar con su juego y sus goles. 

Una nueva película inspirada en su vida, quedó como pendiente. La muerte se hizo terrenal y se llevó de este mundo al 10 de la selección argentina, al "Dios" que unificó en un solo grito a este país, en una etapa donde la dictadura convivía con los deseos de libertad.  

Villa Fiorito fue el punto de partida. Y desde allí, desde ese rincón postergado de la zona sur del Conurbano bonaerense se explican muchos de los condimentos que tuvo el combo con el que convivió Maradona.

Una vida televisada desde aquel primer mensaje a cámara en un potrero en el que un nene decía soñar con jugar en la Selección. Un salto al vacío sin paracaídas. Una montaña rusa constante con subidas empinadas y caídas abruptas.

Nadie le dio a Diego las reglas del juego. Nadie le dio a su entorno (un concepto tan naturalizado como abstracto y cambiante a la lo largo de su vida) el manual de instrucciones. Nadie tuvo el joystick para poder manejar los destinos de un hombre que con los mismos pies que pisaba el barro alcanzó a tocar el cielo.

Quizá su mayor coherencia haya sido la de ser auténtico en sus contradicciones. La de no dejar de ser Maradona ni cuando ni siquiera él podía aguantarse. La de abrir su vida de par en par y en esa caja de sorpresas ir desnudando gran parte de la idiosincrasia argentina. Maradona es los dos espejos: aquel en el que resulta placentero mirarnos y el otro, el que nos avergüenza. (Fuente: El Clarín)

Diario El Regional de Piura
 

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