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Sáb, Dic

Julio Guzmán Cáceres, mueve el ambiente político peruano y desplaza a “dinosaurios”

Editorial
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ERP. Julio Guzmán Cáceres, cumplirá en julio 46 años de edad. Para los jóvenes, aunque un poco forzado sería un “pulpín”, y en el caso político un joven que espera llegar al más alto cargo que tiene el Estado; aunque no haya una relación directa entre lo que se considera juventud con la adultez. En teoría cronológica, Guzmán, es un adulto que espera ser presidente de la República.

Además de ello, la candidata de Fuerza Popular Keiko Fujimori, tiene 5 años menos que él y en la sinonimia de sus acciones, a esta última se le nota más pausada, más asertiva, pese a la “mochila pesada” que carga debido al pasado que significa su padre y de cuyas huestes ha logrado captar el voto cautivo que ahora tiene.

El más joven de todos los presidentes fue Alan García Pérez y el país quedó prácticamente destruido. Su verborrea acompañado de militantes reprimidos, abrieron las puertas a decisiones públicas que fueron inconvenientes. Tras el intento de privatizar la banca, el futuro del ahora obeso presidente, se desvalorizó y después de culminar su mandato terminó asilado en Colombia.

Guzmán, tiene una formación educativa aparentemente sólida y un entusiasmo para ser Presidente, que le ha permitido desplazar a los políticos más añejos, a quienes califico de “dinosaurios”. Tiene todos los elementos para ser idealizado; es decir hijo de una familia numerosa, desde niño compartió el trabajo y la educación, tiene merecimientos académicos y facilidad de palabra para comunicar sus ideas.

Se le ha visto en las calles y en foros, y la impresión que deja es de querer ser y de tener un conocimiento mediano de la administración pública. Expone sus ideas con regular coherencia y no tiene temor de polemizar.

Mirando con frialdad su campaña, no ofrece nada nuevo. Dice tener un buen equipo y mirando sus listas parlamentarias, salvo raras excepciones, son personajes sin mayor liderazgo y menos creatividad para innovar la política peruana. De ganar, la composición congresal no será diferente a la que presentó Toledo y repitió Ollanta, es decir, gente sin ninguna formación política.

Por lo tanto, decir lo que siempre repite respecto a la calidad de su grupo es simple ingenuidad. Su organización no difiere de todos los que se han formado para esta contienda electoral, partidos sin ideología, sin militantes, sin democracia interna y caudillista.

Julio Guzmán tampoco puede ser comparado con Evo y/o Correa de Bolivia o el Ecuador; tampoco con Uribe o con Juan Manuel Santos de Colombia y menos con Michele Bachelet de Chile; es decir su propuesta es netamente emocional con el elector peruano y no por su fuerza ideológica y doctrinaria, que distingue a los mencionados.

La campaña electoral aún no coge forma. Va tornándose más interesante sí, pero los dos meses siguientes serán determinantes para ver la valía de cada uno de los candidatos y sus estrategias para mantenerse en la ubicación que hoy las encuestas consideran.

Lo que si queda claro, es que esta campaña es una exhibición de personalismos y no de partidos; tampoco Guzmán es algo diferente y no difiere de los demás. Es la pretensión de un caudillo y su organización responde al interés electoral.

 

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