Por: Andrés Abad Tejada
Pariñas/Talara (ERP). Algo preocupante está pasando con los talareños que nos hemos acostumbrado a vivir en medio del caos y la informalidad. Unos no respetan a nadie en las pistas, y menos las señales y normas de tránsito. Otros creen que la ciudad es un gran mercado donde pueden invadir pistas, veredas, parques y locales para instalar cualquier negocio.
Cada quien lucha y pelea por sus propios derechos (equivocados o no) sin considerar -y eso es lo grave- los derechos de los demás vecinos… Y otros tantos, creen ser dueños de las rutas urbanas, usufructuarlas y hasta maltratar al usuario sin que nadie se atreva a decir algo.
Es por ello que entre los graves problemas que deben afrontar y priorizar las autoridades y la población está la locura del tránsito. Pistas rotas y estrechas, vehículos en mal estado, choferes irresponsables, prepotentes y agresivos, señalización en pistas y carteles deteriorados y semáforos funcionando a medias y, por supuesto, también peatones imprudentes, distraídos o demasiado audaces causantes también de muchos accidentes, etc., etc., y junto con ello, la enorme cantidad de vehículos, convirtiendo a la otrora tranquila y pacífica Talara en un verdadero revoltijo.
Lo cierto es que las veces que en nuestra ciudad se ha querido ordenar el tránsito o el comercio (“formal” o ambulatorio) ha fracasado porque tanto a transportistas como comerciantes no se les puede prohibir nada porque inmediatamente se enfrentan a la autoridad en plan de bravata.
En otras palabras, en Talara cada quien lucha y pelea por sus propios derechos (equivocados o no) sin considerar -y eso es lo grave- los derechos de los demás vecinos, y mucho menos la armonía de la convivencia o consideración alguna por nuestra ciudad y el ambiente.
¿Cuestión de educación? ¿Falta de cultura cívica? o ¿carencia de autoridad para hacer cumplir las normas? Cualquiera sea la razón, lo alarmante es que nos estamos acostumbrando a vivir así, en la informalidad, y lo más grave a defenderla con violencia muchas veces irracional.
Para terminar solo una pregunta obligada: ¿quién manda en esta ciudad?, si muchas veces son las propias autoridades o sus funcionarios de confianza quienes autorizan el desorden, entiéndase caos… Salvo mejor parecer.
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