ERP/M.Seminario. Hace unos días estuve con César Leigh Arias y Luis Ernesto Mendoza Ramírez en San Miguel de El Faique, en cuya capital se celebró el 50 aniversario de creación distrital del 29 de enero de 1965, que incluyó una Misa en la iglesia parroquial local, espacio en el que me detuve a ver al santo de mi advocación, a San Miguel Arcángel.
Si recurrimos a buscar información sobre el vencedor del demonio, indudablemente que la tendremos por millones, San Miguel Arcángel aparece en textos bíblicos del Antiguo Testamento, y ha sido pintado por manos extraordinarias en todos los tiempos, apareciendo siempre con esa característica que nos permite ubicarlo donde estemos, con el demonio a sus pies.
No hace mucho conversaba con Marcela Ruiz Carnero, ex directora del Instituto Provincial de Cultura de Sullana, asidua concurrente a las misas dominicales en la iglesia matriz Santísima Trinidad de Sullana, cuyo santo patrono, el Señor de la Agonía se encuentra en el altar mayor, y extrañada me repetía, que en los últimos tiempos se trata de imponer un culto a San Miguel Arcángel, sin que esto tenga asidero popular, y que lo mismo ocurre en todas las iglesias cuando se celebra la Misa, tomándose como una regla el pronunciar al final la oración a San Miguel Arcángel, que la gente repite, pero que al parecer no siente como cuando invoca a su santo patrono o a las imágenes de su preferencia, todo esto se hace como si al Arcángel le hiciera falta tal mención; hasta donde he podido captar desde mi infancia, es un arcángel que está en la memoria colectiva, universal de los católicos, practicantes o no, como lo está el arcángel San Gabriel, y no le hace falta que se le imponga, como buscando a la fuerza que todos los piuranos y residentes en Piura internalicen lo que ya tienen en su memoria.
Cuando Francisco Pizarro fundo San Miguel en Tangarará el 15 de agosto de 1532, la ciudad se llamó San Miguel, trasladada a Piura (La Vieja), a Paita y al Chilcal, la ciudad se siguió llamando San Miguel, sin que esto implicara que sus vecinos de manera uniforme y total tengan al arcángel como su santo patrono, la existencia de diferentes cofradías nos da la pauta de que los vecinos y avecindados seguían con el culto a los santos de su preferencia, reconociendo a San Miguel Arcángel en el lugar que siempre ha tenido, y luego, cada uno de los núcleos urbanos que se sucedieron, generaron cultos asociados a imágenes nuevas y a santos ya conocidos, que reemplazaron en no pocos casos a los cultos ancestrales de los piuranos prehispánicos, como lo hace notar Raúl Zevallos Ortiz, estudioso de la religiosidad popular en Piura.
A San Miguel Arcángel no le hace falta que se le imponga, su culto está en el corazón de todos los que lo aceptamos, no porque se tome un acuerdo sin base popular, buscando uniformar lo que ya existe, todos queremos a San Miguel Arcángel, pero tenemos a nuestros santos patronos, a los que les rendimos un culto permanente e invocamos cuando lo consideramos necesario; un ayabaquino, aunque todas las semanas repita la oración a San Miguel Arcángel, siempre invocará primero al Señor Cautivo, lo mismo hará un querecotillano, invocará primero al Señor de Chocán, y luego a San Miguel Arcángel, si está entre los santos de su devoción.
Somos conscientes, que San Miguel está siempre en nosotros, no solo en el nombre de la más antigua ciudad del Pacífico Sur y en el del Peruano del Milenio, Miguel Grau, en el del piurano que proclamó la independencia de Piura, Miguel Jerónimo Seminario y Jaime, en el del recientemente desaparecido historiador Miguel Maticorena Estrada, en el del compositor Miguel Ciccia Vásquez, en los nombres de los escritores Miguel Justino Ramírez Adrianzen y Miguel Gutiérrez, en todos los migueles de Piura, y en todos los pueblos que lo tienen como su santo patrono, ya que los cultos tienen una base popular, de la que dimana el rendir culto a este santo o santa, o esta u otra imagen, por lo que considero que más allá de repetir quien sabe si conscientemente o no la oración a San Miguel Arcángel después de cada Misa, San Miguel ya está en nosotros, como lo está conmigo, en mi propio nombre, cuando lo invoco por lo que significa para mí, agradeciendo a mis padres que me lo pusieron, igual como se llamaron mi abuelo, bisabuelo, tatatabuelo, chozno, y todos mis antepasados.
Miguel Arturo Seminario Ojeda/Presidente Honorario de la Asociación Cultural Tallán