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Vie, Abr

Atahualpa, la conquista del imperio incaico, y la pérdida de poder político

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP. La desestructuración de la sociedad peruana prehispánica a partir de 1532, es un hecho histórico que ha generado polémicas entre los estudiosos del siglo XVI, y en la sociedad peruana en general, y en medio de contradicciones en la interpretación de ese suceso, un gran número de hispanoamericanos sigue sin resolver ese tema en su memoria.

Por Miguel Arturo Seminario Ojeda

Director del Museo Electoral y de la Democracia de la DNEF del Jurado Nacional de Elecciones

En nuestro medio, más de una generación de peruanos creció asumiendo que Atahualpa, hijo del inca Huayna Cápac nació en Quito, y hasta hoy muchos siguen repitiendo esa versión, pese a que la Historia como ciencia ya determinó que Atahualpa nació en Cusco, como lo declaró su propia esposa, corroborando otras fuentes primarias, donde se registra la oriundez cusqueña de Atahualpa.

El que nació en Tumibamba, actual Cuenca, fue Huayna Cápac, gobernante inca hijo de padres cusqueños: Túpac Yupanquí y la colla Mama Ocllo, de nombre igual que la esposa de Manco Cápac; debemos tener presente que en tiempos incaicos prevalecía el IUS SANGUINIS, o sea, la nacionalidad es por la sangre y no por el lugar de nacimiento, como ocurría en la antigua Roma, si tenemos en cuenta que varios emperadores nacieron en las tierras conquistadas por los romanos.

Atahualpa fue prácticamente el último soberano inca, Huayna Cápac, murió en torno a 1525 sin dejar claro el nombramiento de su sucesor, generándose la sangrienta guerra civil incaica por la sucesión con su hermano Huáscar. Atahualpa, de acuerdo a Juan José Vega, era un semicusco, o sea hijo del inca con una princesa regional, chachapoyana, y se encontraba en Quito cuando murió su padre, quien ya había recibido noticias de la llegada de los europeos a las costas de esta parte de la América.

Atahualpa estaba al mando del ejército incaico del Norte, como inca rantin del gobierno de esa región, anexada al imperio incaico. Tras la muerte de su padre, Huáscar se coronó inca en el Cusco, y al enfrentar una guerra con su hermano, Atahualpa las fuerzas del inca rantin vencieron muy cerca al Cusco a las de Huáscar en 1532.

En 1532, en el imperio incaico se enfrentaba un conjunto de contradicciones, el Tahuantinsuyo se había levantado imponiéndose sobre sus vecinos, y tras conquistas sucesivas había dominado otros reinos, cuyos soberanos y habitantes guardaban un gran resentimiento, porque nunca se resignaron a la pérdida de poder, tanto al norte como al sur del Cusco, y estas contradicciones se mantuvieron, al punto que muchos levantamientos fueron sofocados con sangre por las huestes imperiales. Todo esto contribuyó a partir de 1532, para el avance de los conquistadores hispanos, a quienes muchos nativos vieron como sus libertadores.

La Conquista

Atahualpa se encontraba en Cajamarca, de camino al Cusco para ceñirse la mascaypacha como inca, cuando recibió la visita de Francisco Pizarro, siendo capturado finalmente, el 16 de noviembre de 1532, en un enfrentamiento, sobre cuyo desenlace, en los últimos tiempos hay diferentes interpretaciones, como esa del uso del oropimente que prácticamente dejó sin fuerzas a los principales jefes incaicos, y de haber sido cierto, es probable que los cómplices para esto surgieron de entre los intérpretes que los hispanos tomaron de los territorios por los que ya habían pasado, captando su espíritu de resentimiento .contra los incas.

Ni el ofrecimiento que hizo Atahualpa de pagar un enorme rescate a cambio de su libertad le salvó de morir, pese al ofrecimiento de Pizarro de dejarle con vida. Y siendo tan grave para el inca, enterarse que le iban a matar quemándole vivo, aceptó el garrote, porque si quemaban su cuerpo, sería imposible momificarlo, condición necesaria para lograr la vida eterna y ser un dios a perpetuidad.

Fue el temor que sintieron los españoles de un ataque indígena, lo que finalmente les llevó a deshacerse de Atahualpa, acusándole de traición, de mandar a matar a Huáscar, y de conspirar contra la Corona de Castilla, como lo analizó el historiador de raíz familiar ayabaquina, José Antonio del Busto Duthurburu.
Así acabó el inca, y tras él vinieron sus sucesores, ya dentro del nuevo orden impuesto por los hispanos. La sociedad andina ya no sería la misma, los conquistadores españoles impusieron sus patrones culturales, su modelo económico, priorizando a la minería como actividad principal, y a la forma de vida urbana, con privilegios para la costa, que se convirtió en el eje para las comunicaciones.

Un nuevo teatro de relaciones sociales comenzó, en medio de una dinámica que polarizó a la sociedad en estamentos sociales irreconciliables, prolongando las contradicciones, cuyo final político se terminó después de casi 300 años, perdurando como una sobrevivencia de la mentalidad colonial, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX.

El fin de poder de los incas sobre en extenso terreno del Tahuantinsuyo, reorientó de alguna manera las “independencias” de sus dominios, porque sobre la base de los antiguos reinos Quito, Colla, y el mundo del Arauco, también sometido por los incas, se establecieron las audiencias y obispados, que fueron la base para las nuevas jurisdicciones que existen hasta hoy como repúblicas independientes.

Diario El Regional de Piura
 

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