ERP. Hasta donde se conoce, lo libertadores Simón Bolívar y José de San Martín se vieron únicamente una vez en su existencia, en la ciudad puerto de Guayaquil, el 26 de julio de 1822, hace exactamente doscientos años, cuando ambos estaban viviendo el momento más grande de sus vidas, asociado a la independencia de América.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia de la DNEF del Jurado Nacional de Elecciones
En los meses previos a la entrevista, ambos libertadores cursaron correspondencia para el esperado encuentro. La independencia de América hispana era una necesidad, los dos desplegaban esfuerzos para conseguirla, liderando a los ejércitos que luchaban contra los realistas, e indudablemente percibieron la necesidad de la unión para terminar con esa guerra que se prolongaba por la necedad de los realistas para aceptar una realidad indetenible.
El encuentro se programó para febrero de 1822, y así fue, considerando lo acordado, el general San Martín salió del puerto del Callao rumbo a Guayaquil, ese mes, pero una corazonada lo detuvo en Huanchaco, donde se enteró que el general Bolívar no estaría en Guayaquil en la fecha considerada para la reunión, regresando hasta la Capital del Perú independiente.
Acordada la nueva fecha, el 14 de julio el general San Martín salió rumbo al norte, y se detuvo en Paita, donde permaneció los días 21, 22 y 23 de ese mes; continuó el viaje, llegó a Guayaquil, y el 26 de julio se realizó la entrevista esperada con el Libertador del Norte, en la ciudad en la que crepitaban tres posiciones con respecto a su futuro: continuar con su extensa ligadura a Quito, en un lazo que se había fortalecido por casi 300 años, conformar un país independiente, o decidirse por el Perú, en cuya jurisdicción se encontraba hacía poquísimos años.
Después de la entrevista se tejieron una serie de especulaciones inverosímiles, dada la privacidad con la que se trató el encuentro, en un tiempo que además de breve, fue suficiente para tomar determinaciones, la de San Martín alejándose del escenario de la guerra, y la de Bolívar, de continuar hasta el final.
No falta quienes vinculan el encuentro de los dos grandes, con la masonería, pese a que San Martín no fue masón, no hay una sola evidencia de tales afirmaciones, he leído tesis doctorales y publicaciones sobre este apartado, en los que se demuestra que San Martín no tuvo nada que ver con la masonería, y menos con los propósitos que se buscaban desde Londres.
Es lógico que el centro de la conversación fue la independencia de América del Sur, terminar con la guerra, hablar sobre el futuro de Guayaquil, en el que al parecer primó la voluntad de la mayoría de los guayaquileños, de seguir fieles a su ligadura con Quito, parte de la Gran Colombia.
Ambos libertadores tenían ideales, su propósito principal fue la libertad e independencia de los antiguos dominios hispanos, y San Martín entendió, fiel a sus convicciones, que era preferible alejarse de la contienda, regresar al Perú, instalar el Congreso Constituyente, y dejar el país.
La historia, la literatura, el cine, el teatro, a todos estos campos se ha llevado el desarrollo del encuentro, muchas veces cargado de subjetividad, y hasta de ingenuidad en algunas publicaciones que nada tienen que ver con la historia como ciencia.
A 200 años del hecho que hoy se rememora, la grandeza de San Martín, y el alma de Bolívar están presentes en la historia de América y del mundo, y dentro de la historia del Perú, ambos personajes se mantienen al lado de la gloria de los peruanos y peruanas que lucharon por la libertad e independencia de su patria. Gloria a los generales San Martín y Bolívar.