ERP. En la revista Variedades que se publicaba en Lima a inicios del siglo XX, en uno de sus números de 1912, el 202, del 13 de enero de ese año, se acuña la frase “Profesión de fe política”, para referirse a las actividades de un grupo de peruanos, casi todos limeños, que anunciaban organizarse de manera independiente, en una asamblea civilista, tendiente a la reorganización del Partido Civil, del que se apartaba el Presidente Constitucional de turno, don Augusto B. Leguía.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia del Jurado Nacional de Elecciones.
Estas profesiones de fe política son recurrentes desde la primera mitad del siglo XIX, las hemos leído en los diarios El Peruano y El Comercio, así como en publicaciones regionales conservadas en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, y dentro de la Colección Porras Barrenechea.
Indudablemente hacer una profesión de fe política implicaba el compromiso de trabajar por el país, por hacer posible que un proyecto futuro comprendiera las aspiraciones de todos, o por lo menos de la mayoría de los peruanos y peruanas, y quien sabe si así lo entendieron todos los que incorporaron a su pluri cotidianidad, la participación en una de las organizaciones políticas de su tiempo.
El desencanto de la conducta de los hombres de la política, llevó a Francisco Javier de Luna Pizarro a escribir sobre la necesidad de propiciar un voto responsable e informado, que lleve a los ciudadanos a endosar poder político a los más capacitados, y realmente comprometidos con el futuro del país, y esto sucedió, cuando no se habían cumplido dos décadas de vida republicana.
Bartolomé Herrera, por su parte, confiaba en la formación de élites capaces de conducir los destinos del país, élites en el sentido de hombres capaces de gobernar, que tuvieran requisitos y capacidades, y no solo los primeros, ya que sin las condiciones necesarias, no se podía hacer planes de desarrollo, en aras del país completo, quizá en parte, para sostener esta aprecición, fue el observar, que no todos los que manifestaban verbalmente y por escrito, sobre esa profesión de fe política, lo estaban cumpliendo realmente.
Es difícil seguir la huella de todos los que se comprometían, y determinar si fueron fieles a sus principios, ya que rastrear su participación política en las zonas que representaban, y en los discursos y debates parlamentarios, significa destinar tiempo para señalar lo que corresponde a cada uno de ellos.
En cuantos esa fe política solo estaba asociada al interés personal y a los beneficios económicos, también se podría determinar, y ese comportamiento aparece en una caricatura de Manuel Atanasio Fuentes, que ven a la captura del poder político como una fuente de ingresos y no solo se sirven del Estado, sino que lo sangran como se grafica en otra caricatura donde una vaca en el ordeñadero (el Estado), es exprimida por algunos de los políticos de turno.
La constitución de clubes de carácter político, después partidos políticos llevaba a la congregación de los ciudadanos más visibles, y con posibilidades de capturar el poder político, quienes indudablemente se comprometían con su organización, y con la ciudadanía; pero no pocas veces eso devino en un cambalache, y en la presencia de tránsfugas, tanto como de oportunistas políticos, no pocas veces asociados con los ayayeros existentes en todos los tiempos.
Sin embargo, Miguel Grau, elegido diputado por Paita para el periodo 1876-1880, es un ejemplo paradigmático de los hombres que haciendo una profesión de fe política, cumplieron a cabalidad con el compromiso y profesión de fe política que adquirieron, entendiendo esa fe política, como la certeza de lucha por el interés mayoritario, y la convicción del logro de sus cometidos para beneficio de las mayorías.
Actualmente Miguel Grau sigue siendo el modelo del hombre que hizo de la profesión de fe política una página de su vida, se le saluda en cada sesión del Congreso desde 1983, el 13 de octubre de ese año se emitió la Resolución Legislativa N º 23680, disponiéndose que, en el Hemiciclo de la Cámara de Diputados, actual Congreso, se mantenga permanentemente una curul con su nombre, y que en la lista de asistencia de las sesiones se comience por él, y la representación nacional diga: ¡presente!.
Gran Honor para la memoria de Miguel Grau, gloria para todos sus descendientes, y para todos los peruanos, especialmente para los piuranos, cuya figura paradigmática sigue inspirando la conducta de pequeños y grandes, cada vez que se evoca su figura.