ERP. En todas las sociedades humanas hay grupos organizados de poder, y en todos los tiempos, existen quienes ejercen mando, haciéndolo, mientras las mayorías les deben obediencia. De esta doble dimensión del poder, de mando y obediencia, no fueron ajenos los tallanes, antiguos pobladores de Piura, ya que en esas comarcas gobernaban los curacas, nombre dado a los señores locales por los incas, y llamados caciques por los españoles. Ignoramos todavía, sobre cuál fue la exacta nombradía, a los señores con mando en el mundo tallán.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Historiador
Para los caciques tallanes, o curacas, si empleamos la palabra más precisa, la herencia en la sucesión del mando, no privaba a las mujeres en la sucesión, como lo hicieron ver el historiador Juan José Vega, la etno-historiadora María Rostworowsky, y el antropólogo Alex Diez, por citar a algunos estudiosos de los tallanes.
Los cronistas describen a las capullanas como mujeres con mando, mujeres mandonas, es decir, mujeres con poder, entendido este, como la capacidad de controlar la conducta ajena, aún en contra de la propia voluntad, según el clásico de la sociología, Max Weber, es decir, lograr que los otros hagan lo que alguien quiere, aunque los demás prefieran no hacerlo.
De manera que los curacas tallanes eran una especie de reyes, sin la categoría de los “régulos” del Gran Chimú. Reyes, señores de un pequeño espacio, en el que detentaban poder, al controlar vidas, y el movimiento económico, la producción dentro de sus tierras. Los tallanes sufrieron primero el dominio Sicán, luego los incas, y finalmente los españoles, y todo esto, con seguridad alteró las redes de poder, entre estos antiguos señores de la costa piurana.
Se tiene una lista incompleta de los curacas que gobernaban en Piura en la primera mitad del siglo XVI, y los nombres de algunas capullanas posteriores a la conquista, en todas las descripciones se menciona que tenían el mando, y que eran señores en sus propios espacios, por eso no fueron pocos los que conservaron parte de sus tierras, aunque en algunos casos tuvieron que pleitear, en juicios que llegaron hasta España, para el reconocimiento de mercedes, y de sucesión de cacicazgos.
Con la conquista, los caciques tallanes fueron desplazados del poder, pero respetados en su propiedad y consideraciones, como se puede verificar en los procesos de visita, revisita, y remensura de tierras, que si bien consolidó el surgimiento de la propiedad privada en esta zona, también nos hace ver que los antiguos señores de Piura, conservaron tierras en propiedad, pese al levantamiento que hicieron los tallanes contra Pizarro en 1532, en el Valle del Chira, y en Cháparra, lugar cercano a Serén, en Tambogrande, tierras que finalmente quedaron en manos de los curacas Zapata, apellidados así por el entronque matrimonial de una hija de los caciques del lugar, con un español de ese apellido.
Los curacas que se ha identificado en el Medio Piura, son los Nima, Pulache, Acaro y Carmen, cuyos descendientes se encuentran hasta hoy en la zona, y en todo Piura, ignorando quizá, que llevan en su sangre la antigua estirpe tallán, asociada a los grupos de poder y de mayores propietarios de tierras en la Piura prehispánica.
La presencia de estos señores se registra en documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII, cuando de compra y venta de tierras se trata, y de otro tipo de transacciones que se registran en los protocolos notariales conservados en el Archivo Regional de Piura, en la Biblioteca Nacional del Perú, y en el Archivo General de la Nación. Y como se puede notar en la documentación de los siglos mencionados, las alianzas matrimoniales fueron una estrategia para fortalecer el poder, al casarse entre miembros de familias cacicales; y en varios casos con hombres y mujeres de nacionalidad española, que de alguna manera convirtió a los herederos como sucesores con apellidos españoles, como sucedió con los Valladolid, Velasco y Zapata.