ERP. Hoy es aniversario de la muerte de Bartolomé Herrera, el personaje del siglo XIX, que vivió muy de cerca los devenires de la política peruana de la República Independiente. Su actuación quizá fue incomprendida en su momento, sin embargo, una mirada desde hoy, nos permite comprender al personaje, que actuó dentro del mundo eclesiástico, y del político.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia del Jurado Nacional de Elecciones
Bartolomé Herrera postuló, que deberían gobernar los más inteligentes, los más hábiles en el dominio de temas de administración estatal, y no que a través de la práctica de la “soberanía popular”, se impusiera a quienes no estaban capacitados. Su pensamiento fue contrario al de Francisco Javier de Luna Pizarro, y al de los hermanos Gálvez Egúsquiza, que postulaban la consideración de la soberanía popular, pese a la inexistencia de una educación cívica ciudadana, que llevara a la emisión de un voto responsable Con los Gálvez Egúsquiza, Pedro y José, habría de enfrentarse en la Cámara de Diputados, durante el primer gobierno de Ramón Castilla.
Bartolomé Herrera Vélez nació en Lima, el 24 de agosto de 1808, y murió el Arequipa, el 10 de agosto de 1864. Este sacerdote, filósofo y político fue de tendencia antiliberal, al punto de considerársele como el máximo representante del conservadurismo peruano del siglo XIX, siglo conocido, como el siglo de las ocasiones perdidas.
Muy joven, en 1839, fue Director de la Biblioteca Nacional del Perú, y sería luego rector del Colegio de San Carlos. Entre 1849 y 1851, lo vemos actuando como diputado por Lima, llegando a presidir la Cámara de Diputados. Su faceta como político, lo llevó a ocupar cargos ministeriales en Justicia e Instrucción Pública, y Gobierno y Relaciones Exteriores.
También fue diputado por Jauja, llegando a presidir el Congreso Constituyente de 1860, cuyo producto principal fue la Constitución de ese año, que fue una Carta Magna duradera en la historia del Perú. Al año siguiente fue nombrado Obispo de Arequipa, ejerciendo el cargo hasta su muerte en 1864. Se conoce su forma de pensar, a través de sus escritos y discursos pronunciados, como la Oración Fúnebre en memoria del presidente Agustín Gamarra, y su sermón por el aniversario de la Independencia, en 1842, y 1846, respectivamente.
Habiendo elegido la carrera religiosa, en 1829 fue ordenado subdiácono y diácono, trasladándose a la ciudad de Huánuco, donde trabajó en el Colegio de Minería del lugar. Dos años después regresó a Lima, y se incorporó como Regente del Convictorio de San Carlos; y en 1834 se doctoró en Derecho. Es memorable su discurso mencionado, de 1842, porque hizo un llamado a los ciudadanos, es decir a los varones que podían elegir y ser elegidos, motivándolos a mantener la unión, y a obedecer a la autoridad legítima, tanto como a respetar la ley, llamado que tuvo como contexto, la posible guerra civil que podía desatarse.
Notable es su discurso, pronunciado el 28 de julio de 1846 por el aniversario de la Independencia, en el que exaltó la obra colonizadora de España, y condenó, lo que consideró vicios de la emancipación, inspirados en la Revolución Francesa, que en la misma Europa ya experimentaba un rechazo, al restaurarse las monarquías. Todo esto contrarió a los liberales, con los que ya se había enfrentado por sus postulados en el Colegio de Guadalupe.
Como la dijimos al comienzo, Herrera exaltaba la soberanía de la inteligencia, el gobierno de una élite compuesta por los más capaces, y con ciudadanos que obedecieran a la autoridad legítima. Por esta forma de pensar lo consideraron antidemocrático, como contrario a la soberanía popular, pero los tiempos le darían la razón, para gobernar hay que estar capacitado, así no solo se acepta a una autoridad legal, sino también legítima, cuyo poder y capacidad es aprobado por las mayorías.