Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. La proximidad al bicentenario de la Independencia Nacional, nos lleva a profundas reflexiones, a pensar en el ejército libertador, en los próceres de la independencia, y en cada uno de los sucesos asociados a la gesta de la libertad del Perú, y uno de los acontecimientos fue el desembarco del general San Martín en la Bahía de Paracas, un 8 de setiembre, día como hoy, en 1820.
La llegada del general San Martín al Perú, no se podía concretar a través de la jurisdicción de la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia, porque esos territorios estaban en poder de los realistas, donde el grueso del ejército fiel a la corona española, sería una barrera que impediría el ingreso a la jurisdicción del virreinato del Perú, por eso la estrategia sanmartiniana varió, para elegir el camino de Chile, y dar la libertad a este país.
El Ejército Libertador que organizó el general San Martín, estaba compuesto por argentinos, peruanos, chilenos, paraguayos, uruguayos, bolivianos, y gente de otras nacionalidades, reconociendo los americanos, que su lazo integrador era la patria americana, esa tierra que era de todos los aborígenes, mestizos y criollos nacidos en esta parte del mundo, y donde en América del Sur se respetaba y valoraba la etapa de la civilización inca, crecida y desarrollada en el Perú, con una posterior prolongación a los territorios de los actuales Bolivia, Chile, Argentina, Ecuador y Colombia.
Los americanos sabían que mientras se mantuviera el ejército realista en cualquiera de los dominios hispanos, peligraba la independencia de los demás, por eso se pensó en la independencia del continente y no solo del país de la oriundez de cada uno de los soldados. Por otro lado, era muy cierto, que la mayoría de los hispanoamericanos era partidario de la independencia, coyuntura que fue aprovechada al máximo por los libertadores.
Es sabido que la flota libertadora tendría el pabellón chileno para transportar el ejército libertador al Perú, flota que se conformó por las capturas de buques españoles y se completó con la compra de naves inglesas. El primer buque de guerra capturado fue el bergantín español Águila, de 16 cañones, en Valparaíso, después de la batalla de Chacabuco, nave que fue rebautizada con el nombre de Pueyrredón.
Vendría luego el Windham de 44 cañones, adquirido en Londres; la Lautaro, la Esmeralda, la Venganza, la Chacabuco, y la María Isabel; los buques Araucano, y el San Martín, y otras naves, que permitieron el dominio del Pacífico a los patriotas americanos que estaban decididos a ofrendar su vida por la libertad del continente.
La llegada de Thomas Cochrane, lord escocés, fue bienvenida, había aceptado la propuesta de San Martín y de O Higgins, nombrándosele jefe de la escuadra chilena con el grado de Vicealmirante, y Blanco Encalada, quedó a sus órdenes. Se había dado el paso previo para programar la salida hacia el Perú. El general José de San Martín, había concebido el plan de liberación de las colonias sudamericanas de la corona española, durante su estadía en la provincia argentina de Córdoba.
El plan de San Martín, consistió en invadir Chile con un ejército integrado por los restos del ejército chileno derrotado en Rancagua, y las tropas argentinas que se pusieron a su disposición, el plan consideraba la invasión y liberación de Chile, y el posterior embarque por mar hacia el Perú para terminar con la presencia española en esta parte del mundo.
Consolidada la independencia de Chile, se armó la Expedición Libertadora del Perú, fuerza militar anfibia creada en 1820 por el gobierno de Chile independiente, acordándose que los gastos de su conformación y desarrollo, deberían ser asumidos y reintegrados por el gobierno independiente que se consolidaría en el Perú en los años posteriores.
Se nombró al general José de San Martín como jefe del ejército y a Thomas Cochrane comandante de la flota naval. El nombre de “Ejército Libertador del Perú”, de determinó por Decreto Supremo del Congreso de Chile, aprobado el 19 de mayo de 1820. Y debe ser que los espías realistas habían informado al virrey del movimiento militar en Chile, porque la fragata "O'Higgins" capturó al bergantín "Warrior", enviado por el virrey Pezuela para espiar al convoy patriota, desbaratándose así el espionaje fraguado desde el Perú, por los realistas.
En alta mar, el general San Martín informó al jefe de la escuadra su intención de desembarcar en Trujillo, al norte de Lima, pese a que este propuso un desembarco muy cercano a Lima para un inmediato ataque, finalmente se decidió por un desembarco en Paracas, bahía cercana a Pisco. Así, en la madrugada del 8 de septiembre de 1820, el Ejército Expedicionario Libertador desembarcó en la playa de Paracas, demorándose lo necesario para bajar a tierra la gran cantidad de provisiones y pertrechos.
En conocimiento de esta acción, los 529 realistas que estaban al mando del coronel Manuel Quimper huyeron del lugar. Por la tarde, el General San Martín y sus tropas entraron al pueblo y fueron aclamados por la multitud, recibiendo a los muchos voluntarios que se alistaron desde ese día en el ejército expedicionario. El cuartel general fue establecido en una vivienda del centro de Pisco, hoy convertida en un museo que rememora esa gesta patriótica. Ese día el Libertador lanzó una proclama al pueblo peruano, anunciando que el gobierno español estaba por terminarse en el Perú, porque las circunstancias así lo demandaban, y los patriotas crecían en número, y el Ejército Libertador tenía una meta sagrada.
La llegada del ejército de San Martín alarmó al virrey y a todos los realistas, cuyas fuerzas militares se calculaban en 20.000 integrantes en toda la extensión del virreinato, encontrándose el grueso del ejército en la capital virreinal. Por su parte San Martín envió de inmediato una división al mando del general Juan Antonio Álvarez de Arenales con destino hacia Lima, por la ruta de la sierra, con el propósito de insurreccionar a las poblaciones en el recorrido que emprendió.
El próximo año, el 2020 será el bicentenario de esta efeméride, de la llegada de la expedición libertadora al Perú. Sin embargo es preciso recordar que el pueblo peruano nunca estuvo en actitud pasiva, tras la presencia de los hispanos en el Tahuantinsuyo, ya que desde 1532 se protagonizaron una serie de revueltas que pusieron en alerta a los recién llegados.
La rebelión de los tallanes del Valle del Chira y Tumbes, es con toda seguridad el primer episodio de esta larga lista de rechazos a la conquista, como queda grabado en una de las placas conmemorativas, develadas en el Panteón Nacional de los Próceres, por el general Herrmann Hamann Carrillo, señalándose sobre este episodio que llevó al sacrificio a 13 curacas tallanes, que advirtieron el sentido real de las pretensiones de la corona española, que los convertiría en vasallos de un Señor lejano, a través de sus autoridades delegadas.
Junto con el episodio de los tallanes del Chira y de Tumbes, se registra el levantamiento en Tambogrande, en el Medio Piura, y el de Cháparra, aldea tallan ubicada entre Serén y Cólera, también en el Medio Piura, registrados por las crónicas tempranas del siglo XVI, hechos que llenan de mucho orgullo a todos los piuranos, especialmente a los que hemos nacido en el Valle del Chira, y tenemos raíces del Medio Piura.
Por eso es preciso proponer, que entre los actos que se programen por el Quinto Centenario de la presencia hispana en el Perú, se considere no solo el V Centenario de la Fundación de San Miguel en Tangarará, el 15 de agosto de 1532, sino el levantamiento previo que protagonizaron los caciques, o curacas del Chira ese mismo año, siendo los primeros en rechazar el dominio hispano, como queda grabado en la piedra conmemorativa por el sacrificio de esos curacas tallanes, que se develó en la ciudad de Sullana, en noviembre de 1911, por iniciativa del recordado político sullanero, José Carlos Carrasco Távara, Presidente de la Comisión Nacional del Centenario de creación de la provincia de Sullana.
Hoy conmemoramos la llegada del general San Martín y del Ejército Libertador, evoquemos ese episodio patrio, y volvamos la mirada hacia casi dos siglos de historia, y reflexionemos si somos dignos herederos de los que lucharon por nuestra independencia, y si realmente hacemos por la patria chica en la que hemos nacido, algo que valga la pena recordar, seamos dignos herederos de nuestro pasado, y proyectemos el futuro del país y de Piura, sin intereses personales y apasionamientos que solo conducen al atraso, y a la no consideración de los más necesitados. Piura, las 8 provincias que conforman la región, merecen un mejor futuro.