Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. Cuando un bromista número uno, anunció que se premiaría a la vejiga más elástica del globo terráqueo que se presente a un apetitoso concurso, de inmediato los charlatanes empezaron a ofrecer productos para que las fibras del órgano muscular membranoso, en el que se deposita la orina producida por los riñones, se dilaten como elástico al por mayor, y es que el premio para la vejiga más aguantadora de líquido, era jugoso, dijeron que 10.000 soles irían a para a los bolsillos de la ganadora, porque eso sí, la vejiga tenía que ser femenina.
Creo que ni el mejor cervecero del mundo hubiese concursado, si el certamen hubiese sido para varones, porque a mayor líquido de cebada, más prontas son las ganas de orinar, y para vencer había que ir contra la fisiología natural del cuerpo humano, llegar hasta que el abdomen estuviese bien hinchado, y a punto de reventar.
Varias mujeres se animaron a probar suerte, pese a los avisos de peligro, que sonaron a veces como amenazas, más que como advertencias, porque ni la cantidad ofrecida iba a ser suficiente, frente a las consecuencias de una enfermedad. No faltó quien se propusiera no orinar desde el día anterior, y aún, una que intentaría no orinar desde la antevíspera del día del concurso.
Se especulaba, que la ganadora debería tener un vejigón patria, una vejiga tamaña de padre y señor mío, que la ubicara como la meona del 2018. No faltó quien se animó a ir desde lejos, si le pagaban pasaje aéreo, y así fue, llegó la capitalina a desafiar a las demás concursantes del lugar, que no estaban dispuestas a dejarse ganar.
La capitalina quería coronarse como la “Dama del Orinoco”, aseguraba que había ganado 4 concursos anteriores, pero de menor envergadura, que habían sido una especie de prueba, en este certamen, que ahora si tenía visos de enfrentar a varias mujeres de vejiga grande.
Llegado el día, solo eran 11 las concursantes, y pese a que la meona capitalina, cuando vació la vejiga provocó más estrépito que las cataratas de Iguazú en mayor creciente del río, no ganó, ganó la lugareña que se había propuesto llegar a la meta, pero sin hacer bulla, silenciosa, ganó, y se fue con sus 10.000 soles a Querecotillo.
Solo de verle la cara a la perdedora, a la que bautizaron como “Goliata”, frente a la derrota infringida por la “Davidina”, la gente empezó a reírse, y a varios, de tanta risa se les aflojaron y distendieron los esfínteres de la vejiga, y soltaron parte de las aguas que sucumbieron ante el movimiento de la risa, porque de tanto reírse, a los meones les saltaba la panza.
Verdad o mentira, eso fue lo que me contaron, es la anécdota de la señora Iguazú.