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Mar, Dic

Transitando por el camino de la paz

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. El siglo XXI está signado por un conjunto de nuevos valores, que al aparecer no se tenían en cuenta en los siglos precedentes, tales como la competitividad, la eficiencia, la inclusión, y otros, que sumados a los ya existentes, son la fuente de inspiración de nuestro comportamiento, lo que motiva nuestra manera de obrar, y la paz, es uno de esos valores, que como un gran regulador de nuestra conducta, nos hace entender la necesidad de evitar el conflicto, ese proceso social muchas veces ineludible, que no pocas veces termina en situaciones de violencia.

Creo que no hay país en el mundo, que no ha tenido a lo largo de su historia, algún conflicto con sus vecinos, encuentros que han sido registrados en manuscritos, impresos, fotografías, videos y en todo cuanto puede registrarse la información, y el Perú no se ha escapado de esos protagonismos, con casi todos sus vecinos, llegando en la mayoría de los casos, a la confrontación en acciones bélicas.

Hoy, nuestro comportamiento está inspirado en ese valor nuevo que se llama paz, y al que se contribuye no solo desde los hogares e instituciones educativas, sino, desde todos los organismos comprometidos en la valoración de las relaciones sociales, que fomentan prácticas de solidaridad y entendimiento, que nos llevan a vivir en mayor armonía. Indudablemente es utópico hablar de una paz total, pero no es imposible, que esta comprensión gradual de mejorar nuestro entendimiento, ha logrado situaciones de cierta estabilidad, como las que se han alcanzado a nivel familiar, barrial, local, regional, nacional e internacional.

Que la paz es un nuevo valor, no cabe duda, nuestra experiencia de la guerra interna en Ayacucho nos hizo reflexionar sobre ese doloroso episodio de la historia peruana del siglo XX, y al fin fuimos concertando, acercándonos entre nosotros mismos, y entendiendo, que el Perú no está dividido, sino, conformado, integrado, constituido, por un conjunto de pueblos, que aunque culturalmente son diferentes, reconocen una unidad histórica, asociada a varios milenios de existencia, porque hemos ocupado casi el mismo territorio que hoy tenemos, a través de culturas hegemónicas, cuyos procesos se desarrollaron, en este territorio que llamamos y amamos como el Perú.

El 2007 estuve en una reunión internacional de museos en Jesús María y Altagracia, en la provincia argentina de Córdoba, y me tocó compartir la mesa, con las directoras de dos museos ecuatorianos, y mientras conversábamos, fuimos conscientes, de que al fin, jurídicamente, se había consagrado, lo que era una realidad integradora, al encontrar y proclamar, que más que desencuentros, era mucho más lo que nos integraba, que felicidad, somos pueblos hermanos convenimos, y esto continuará ese fortalecimiento de siglos, que se había turbado algunas veces, por causa de pasiones humanas y apetitos de poder.

La Historia nos ha revelado un conjunto de procesos mancomunados, integradores a través del comercio, de los vínculos de sangre, de redes camineras, de hacer frente a los mismos fenómenos de la naturaleza, y de cantar y bailar la misma música, de ser admiradores de las mismas imágenes religiosas, y de tener santos comunes a los que rendimos cultos expresados de modo mayúsculo en las ferias regionales.

Recuerdo perfectamente el fenómeno El Niño de 1983, alteración natural extraordinaria que generó situaciones irregulares comunes en Perú y Ecuador, que afectaron las economías de ambos países, fenómeno que a continuación se anunciaba como más recurrente, como se ha experimentado en los últimos tiempos.

Hoy, Perú y Ecuador, a través de sus representantes en todas sus esperas, se sientan en mesas comunes de diálogo, se hacen proyectos comunes, que se miran desde estrategias articuladoras, con gran entendimiento, donde se considera el bienestar social, apuntando desde el presente hacia el futuro, quizá como continuación de esos procesos sociales integradores comunes, que se pierden en el tiempo.

Hoy, tras 20 años del acuerdo de paz entre Perú y Ecuador, después de la Guerra del Cenepa, evocamos el pasado asociado a vidas de personajes paralelos en ambas sociedades, personajes que actuando en uno y otro espacio, de manera persuasiva o bélica, protagonizaron parte de sus vidas en Perú y Ecuador, como Túpac Yupanqui, Huayna Cápac y Atahualpa, reyes incas asociados al apogeo de su imperio, y a la decadencia y guerras intestinas que coincidieron con la conquista hispana.

Hoy podemos mirar ese acuerdo de paz desde las raíces del pasado, cuando sin los convencionalismos de las fronteras de hoy, bastante rígidas en otro tiempo, podemos transitar libremente en uno y otro país, con mayor flexibilidad que antes, mirándonos como hermanos los peruanos y ecuatorianos, cuando nos desplazamos por territorios que no son los de nuestras soberanías.

Susana Aldana Rivera ha escrito varios libros sobre la dinámica comercial de ambos espacios, sobre la región nor limeña, y la región sur quiteña, redescubriendo los hilos integradores de un proceso geo-histórico cultural común, que no han roto ni el tiempo, ni los devenires ni las guerras.

Susana Aldana le regaló a Piura la dinámica de su actividad económica principal en el virreinato, la de las tinas de jabón, hoy serían, fábricas de jabón, que proyectaron la actividad “industrial” de la Piura virreinal, a la jurisdicción del virreinato del Perú en toda Sudamérica; otros títulos de la doctora Susana Aldana, completan esta visión de integración.

“San Miguel de Piura. Vínculos de Sangre 1650-1940”, publicación de Isabel Ramos Seminario y Guillermo Garrido Lecca Frías, le dieron a Piura, la llave para entender los orígenes de la mayoría de familias, de acuerdo a las informaciones del archivo arzobispal, fuente inagotable, que no se reduce a los matrimonios, nacimientos y defunciones registrados en la primera ciudad española en el Pacífico Sur, sino en todo Piura.

Por esa publicación de Ramos Seminario y Garrido Lecca, nos enteramos de la dinámica de integración peruano ecuatoriana, a través de matrimonios entre personas de ambos lugares, hay familias del mismo apellido tan arraigadas en el Perú y en el Ecuador, como los Celi, Valdiviezo, Checa, Seminario, Carrión, Granda, Ojeda, Arias, Álvarez, Arellano, Ramírez, y otras tantas, cuyas parentelas se ubican a ambos lados de la frontera.

En diferentes encuentros de genealogía, de carácter binacional, se ha tocado este tema, como se puede ver, en los artículos publicados por Isabel Ramos Seminario, y en el extenso artículo de Ezio Garay Arellano, publicado en uno de los números de la Revista de Investigaciones Genealógicas, dado a luz en Lima, a fines del siglo XX, donde a través de copiosa información, se puede observar el fortalecimiento de esos vínculos de sangre matrimoniales, que no eran debilitados por la frontera.

Si leemos el libro “El camino de Loja” del recordado periodista Juan Vicente Requejo Rodríguez, encontraremos un análisis de las raíces integradoras entre Perú y Ecuador, del virreinato a la república, evidencias de que las guerras y conflictos de los siglos XIX y XX, no pudieron terminar con procesos de integración milenarios, como ha ocurrido en el altiplano peruano, con respecto a Bolivia, o con Bolivia y la Argentina.

El turismo es uno de los caminos que después del acuerdo de paz de 1998, nos han llevado a olvidarnos de las guerras que no pudieron separarnos nunca, hacemos turismo los peruanos en el Ecuador, y los ecuatorianos en el Perú, entendemos que somos hermanos, que hay lazos de integración, que no pueden diluirse en la nada, porque el tiempo los ha fortalecido.

Escuchar los Sanjuanitos y los pasillos en el Perú, es tan común como escuchar los valses y las polcas de nuestro país en el Ecuador; y más aún, hoy, con miras a la integración de los propios peruanos, el sanjuanito cumbianbero propagado por los Hermanos Mure y otros conjuntos, es uno de los géneros musicales que integra a muchos peruanos.

En Ecuador hay una toponimia quechua en varias ciudades y en varios sitios que marcaron para siempre la presencia inca en ese país, hay acontecimientos históricos que comprometen el pasado de ambos estados, de modo, que nuestra raíz histórica es indisoluble, y se mantendrá por los tiempos de los tiempos.

El hermanamiento continúa, participan las universidades de ambos países, la UDEP y la UNP son parte del engranaje que facilita la integración, desde las misiones de sus competencias, se ha redescubierto, que son más fuertes los caminos de las convergencias, frente a los de las divergencias, y esto no es un asunto idealizado, es un tema concreto que se puede cuantificar, ya que más allá de cuestiones declarativas, las estadísticas son vitales, para demostrar hasta donde nos lleva el acuerdo de paz de hace 20 años, sino, hagamos un recorrido por. Lancones y Zapotillo, y por Suyo y Macará.

lancones plaza de armas 2

 

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