ERP/M.Seminario. Hace muchos años, desde la segunda mitad del siglo XIX, el alumbrado público en la ciudad de Sullana se hacía con faroles de querosene, los empleados de la Municipalidad salían casi al anochecer a llenarlos de ese líquido, y a encenderlos, claro, con escalera en mano, en las pocas calles del centro de la ciudad. Hasta hace poco era posible observar en las casas antiguas de Sullana, una gancho donde se colgaba la lámpara, especie de farol, que también se encendía en algunos domicilios, si el vecino hacía un pago adicional, o lo ponía operativo por su propia cuenta.
La ciudad fue creciendo, Sullana tenía la categoría de ciudad desde 1868, el mismo día que se reconoció con los mismos derechos a Catacaos, las demandas aumentaban en la creciente población. La bomba de agua de mister Goodard fue una solución previa para el agua potable, hasta que se hizo la bomba Caminatti. El problema del alumbrado público se solucionó, mejor dicho se hizo eléctrico, por la inversión de don Guillermo Leigh Barreto, que llevó la claridad, en medio de la obscuridad, hasta calles más lejanas con relación a aquellas que aclaraba por las noches el encendido a querosene, el alumbrado de Leigh con luz amarilla aumentó la categoría de la ciudad, el alumbrado era solo por las noches. Recién en 1967, el alumbrado de 24 horas y con nueva empresa llenó un amplió sector de Sullana. Nosotros tuvimos luz recién en 1972, en medio de una experiencia inolvidable, la noche que se encendieron los focos en la calle Santa Julia.
En medio de toda esta experiencia, igual que en Lima o en Guanajuato, y en otras ciudades de la América virreinal, aparecían los fantasmas generados por las sombras de la noche, y los movimientos de animales nocturnos que hacían temer sobre todo a los más chicos. Debe ser raro que alguién de mi generación (todavía estamos en base 5), no escuchara relatos de aparecidos, de duendes, o del muerto que corría sin cabeza, o de las luces que salían del cementerio. Todos sentados a los costados de las personas mayores, escuchábamos los relatos, aterradores a veces, y no nos queríamos mover del sitio. Como han cambiado los tiempos, ahora con tantas luces, extrañamos a los aparecidos, las apariciones están bien lejos, en medio de tanta luz.
Una de mis vecinas, la de mayor edad en la cuadra, doña Luz Zapata de Nieves, nos contaba de una "bruja", super conocida en el vecindario de sus antepasados (nunca supe cual fue), que cada martes y viernes por la noche, en medio de duendes y de apariciones del "muerto", la susodicha bailaba desnuda en el corral a la media noche, pasándose lan manos por las axilas (sobacos), y la ingle (verijas), mientras recitaba en alta voz: GILA QUE GILA, GILANDO ESTOY, ESPÉRAME QUE YA VOY. Nosotros al escucharla, y justo un martes por la noche, no queríamos salir de su casa, hasta que nos vinieran a recoger, porque a ese cuento, seguían otros de apariciones, que compartiremos con ustedes en las próximas entregas.
Esa era la Sullana de la década de los 60, estaba lejos de ser la Sullana bullanguera que es hoy, era una ciudad semi tranquila, con una vida cotidiana diferente, la pluricotidianidad afectiva, recreativa, asociativa, laboral y reproductiva se enfrentaba de modo diverso, pues bien,"como cambian los tiempos".