ERP/N.Peñaherrera.La reciente crisis de Venezuela ha polarizado a varias personas, pero ha confundido a muchas. Las calificaciones –descalificaciones mas bien- están a la orden del día, tanto de uno como del otro lado.
Pero, ¿a quién representan el uno y el otro lado?
Por eso, a pedido de @davidjalmar, uno de mis seguidores en Twitter, intentaremos explicarlo de una forma bien simple con tal de que lo entendamos todos y todas, quien escribe incluído.
No solo en Venezuela, pero en cualquier lugar donde se han suscitado conflictos, los bandos parecen caja de controles de juguete a control remoto. Tú sabes: arriba, abajo, izquierda, derecha.
Comencemos con los bandos clásicos: izquierda y derecha.
Los primeros suelen ser muy liberales en casi todo, y simpatizan con la idea de derechos iguales para todo el mundo, eliminando los privilegios. Suelen ser más abiertos a las reformas y al cuidado del medio ambiente. En casos tirando al extremo, creen que la riqueza se debe repartir por igual, no importa cuánto trabajes, y en la izquierda más a la izquierda, el pensamiento, la ropa, y hasta la comida debe ser uniforme para todo el mundo.
La izquierda suele encajarse con los sectores más humildes de la sociedad, aunque sus líderes vivan casi a cuerpo de rey. Ejemplo: China Continental.
La derecha, de tendencia conservadora, se identifica mejor con la acumulación de riqueza individual como fruto de tu propio esfuerzo. En la versión más moderada, la idea es generar empresa para darle la oportunidad a que el resto también construya su prosperidad; la más extrema sostiene que debes hacer riqueza a costa de lo que sea, incluso de la vida humana.
La derecha suele privilegiar la libre competencia, aunque también es cierto que cuando ésta amenaza los propios intereses, busca adaptar las leyes a propia conveniencia. Aunque lo mismo pasa en la izquierda, solo que aquí se busca que el estado tenga esa capacidad de control en detrimento del individuo.
La derecha suele ligarse con la gente que tiene mucho dinero. Sin embargo, como sugerí más arriba, este indicador es recontrarrelativo.
Los puntos en común de ambas corrientes son: la necesidad de controlarlo todo, en especial los medios de comunicación, con tal de que el modelo construído dé la impresión de fortaleza y estabilidad; y, la sarta de privilegios reservada a la cúpula de poder.
Es aquí donde se originan los conflictos sociales.
Cuando la gente siente que el modelo da cabida a la corrupción y al relativismo legal, es cuando siente que se le vulnera su espacio, y ésa es la chispa que enciende la mecha.
Si el liderazgo es lo suficientemente amplio de criterio e inteligente, lo que casi nunca sucede, sabrá cortar la ignición antes de que haga estallar la carga. Pero, como pasa siempre, la gran explosión no tardará en escucharse.
Los adjetivos descalificativos son algo así como las cerezas de un adobo que quiso ser pastel. Usualmente son una estrategia extrema de guerra informativa (propaganda) que suele ocultar la falta de seguridad en el control de la situación.
En este aspecto, incluso Nicolás Maduro usa la palabra 'fascista' en una connotación similar a 'oligarca', cuando en realidad el fascismo busca que el estado controle cada espacio de la sociedad, a toda costa y a pesar de todo, y quien se oponga será sacado del medio por las buenas o por las malas.
Quizás Maduro quiere ligar los orígenes del fascismo al racismo nazi; pero si le das una repasadita a Wikipedia, verás que el líder venezolano usa mal el término.
Ahora falta que tilde a Wikipedia como instrumento del imperio. Sería el colmo.
Por cierto, el fascismo puede ser de derecha o de izquierda; y lo que hizo ayer el gobernante venezolano amenazando a CNN no es muestra de soberanía, sino una pataleta fascista.
Entonces, cuando sigas estas coberturas y encuentres estas etiquetas puestas por uno u otro bando, sugiero que las borres y te quedes con el resto del discurso. Verás que la mayor parte de veces, se termina diciendo pocas cosas relevantes que, en vez de resolver los problemas, los agravan más.
Finalmente, recordemos que las palabras así como tienen la habilidad de matar, pueden dar vida. Entonces, si las usamos con sabiduría, podemos conseguir paz, equilibrio, equidad y prosperidad.
¡Ah! Y si eres de derecha o de izquierda, ¿qué más da? Si no pones de tu parte, no hay opción a reclamo.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)