ERP. Cuesta trabajo imaginarse un mundo sin empresas. Pensemos en la experiencia que tienes al leer esta nueva columna: la escribo en una computadora fabricada por varias empresas y vendida por una, envío mi texto a mesa de edición mediante un proveedor de servicios de internet que es otra empresa (más sus propios proveedores), mi productor recibe el material de la misma forma.
Por Nelson Peñaherrera Castillo
Gracias a otra empresa
Este gran sujeto (me refiero a mi productor) la sube a la cola de publicación en un servidor que pertenece… a otra empresa, y tú puedes leerla finalmente gracias a un puñado de empresas. Dicho sea de paso, la página donde estás viendo este texto es, por definición, una empresa. ¿has visto los avisos de publicidad? Te conectan a… empresas. Entonces, si “empresa” es el factor común en todo este proceso o cadena de valor, ¿por qué querrías prescindir de ella?
Respuesta que alguien dirá: porque es una empresa privada. Mmmm. Revisemos: se te acaba el aceite y corres a la tienda… que es una empresa privada. Ese aceite (salvo contraindicación) lo hizo una empresa privada. El camión que lo trajo hasta tu tienda es otra empresa privada. Igual que la proveedora del envase, la tapa, la etiqueta… También podrías prescindir del aceite y mejor cocinar al vapor o sancochado… y ese proceso también depende de empresas, algunas privadas.
Incluso entre quienes hablan pestes de las empresas privadas pero han tenido que lanzar un emprendimiento para ganarse la vida, por ejemplo un restaurante (y este caso lo conozco en persona), pues básicamente lo que ha constituido es una empresa privada. ¿Y por qué la constituyó? Porque necesita el dinero para satisfacer sus necesidades, cualesquiera que sean.
Aclaro que esta columna no es una apología a la empresa privada, pero si, como siempre, pensamos el asunto con lógica y frialdad, veremos que su existencia es tan necesaria como el aire que respiramos porque resuelve alguna necesidad concreta o aspiracional que tengamos. Ah, olvidaba decir que cuando tienes que viajar por lo que sea, también usas… una empresa privada. También podrías usar una acémila, digo, si no tienes apuro.
Una especie de marco teórico
El concepto de empresa que te enseñan, incluso en los cursos colegiales de Economía, es que se trata de un emprendimiento de tipo comercial cuya finalidad es la de satisfacer la provisión de bienes o servicios a un público determinado a cambio de una retribución mediante un título valor, el dinero por ejemplo, que te permite pagar tu trabajo y el de la gente que trabaje contigo o para ti, pagar proveedores, hacer caja, y con las ganancias cubrir tus necesidades cualesquiera que sean. Hoy no estamos discutiendo si son necesarias o suntuarias.
Entonces, ¿es correcto generar lucro mediante una empresa? Regresemos al caso real del restaurante que conozco. A pesar de que uno de sus dueños crea que las empresas privadas no juegan limpio (y a pesar que él mismo gerencia una), lo cierto es que la puso porque necesita el dinero para mantener a su familia, y si le sobra, darse sus gustitos. ¿Es justa la forma cómo usa el recurso ingresante? No hay que ser padre o madre de familia para entender que sí, que es lo correcto.
Ahora bien, si él decide explotar a su personal, no pagar a sus proveedores o evadir impuestos, no significa que la empresa privada sea mala, inconstitucional, deleznable o expropiable; significa que él como empresario no está usando los recursos de la empresa en forma adecuada sino con un afán enteramente egoísta. Pero eso no hace a la empresa egoísta, mala por lo tanto.
Recordemos el lunes 4 de octubre cuando toda la familia Facebook –especialmente WhatsApp, Instagram, Messenger y el propio Facebook—entraron en catatonia por largas seis horas debido a un fallo humano dentro de sus propios muros. Facebook y sus subsidiarias son redes sociales, y estamos de acuerdo con que si una red social con miles de millones de usuarios se cae, es una suerte de hecatombe global. Pero, ¿eso hace a las redes sociales uno de los jinetes del Apocalipsis? ¡Claro que no!
¿y qué pasa con las empresas privadas que suplen las tareas que deberían competir al gobierno (y que no lo hace por cualquier razón)? Para comenzar, no es obligación de la empresa privada porque la empresa privada no tiene como fin ejecutar el rol subsidiario del estado. Si lo hace, ya sea por buena voluntad, por imagen, o para descargar sus impuestos, lo hace por una decisión propia. Las empresas no son sociedades de beneficencia, en principio; pero si quieren actuar como una de ellas, ya verán bajo qué términos, para que lo que comenzó como negocio no termine siendo una ONG… aunque hay ONG que se lanzaron como negocios encubiertos.
Por supuesto que si una empresa, incluso una empresa privada, tiene un fin deliberado de dañar a la sociedad de forma explícita o velada, y lucra gracias a eso, definitivamente los entes reguladores y penalizadores deben corregir o reprimir legal y civilizadamente el fallo. Miren que Facebook está siendo acusada por una ex empleada de manipular su programación para que los muros se nos llenen de mensajes de odio y noticias falsas, e Instagram ya tiene una causa legal abierta por promover la discriminación étnica y por apariencia en forma subliminal.
Si ambas acusaciones se prueban, definitivamente la ley tiene que actuar contra ellas, y no sería el primer caso en todo el mundo. Y siendo corporaciones de alcance global, el daño potencial será mayor, lo mismo que la sanción correspondiente.
La gallina de los huevos de oro
Entonces, si revisando en frío el rol de las empresas, y en particular las empresas privadas, y vemos que es mayor el beneficio al costo, y que no están por encima del bien o del mal, ¿por qué hay voces en el gobierno actual que están buscando pintarlas como un demonio rojo, con cuernos, cola y oliendo a azufre? Pues, sigamos aplicando lógica desapasionada y el consejo del genial Ricardo Palma: piensa mal y acertarás.
Las empresas, como vemos, generan dinero y el dinero es un medio que te permite acceder a casi todo. Luego podemos discutir qué cosas no consigue el dinero ni a palos. Dicho esto, quienes se dicen antiempresa en el fondo lo que buscan es aminorar el sentimiento de culpa de quienes acceden a una empresa, piensan que por el solo hecho de tener un contrato ya se les debe pagar aunque no tengan una idea clara de qué tienen que hacer o no hagan nada sabiendo qué tienen que hacer, y no son un personal competitivo, o sea capaz y con mucha iniciativa innovadora.
Y como, desgraciadamente, ese colectivo es una mayoría, al decirle que la empresa es culpable de su mediocridad o ineptitud (cuando eso es un problema personal), como que les liberas la mochila, les haces sentir que la Virgen les ha hablado (bueno, si no creen en la Virgen, la divinidad correspondiente), y los subes a una nube, nube luz, su-su-su-sube, su-su-su-sube.
En este punto, cuando ya los tienes en tu poder, les metes ese chip romántico de que iremos por las estrellas cantando canciones bellas, y surcaremos planetas como veloces cometas (eoé, eoá), jamás admitirás que te interesa tomar a las empresas, especialmente las empresas privadas, como un botín para hacer tu propia caja chica porque no sabes o no eres capaz de generar tu propia riqueza, ya sea por taras ideológicas, intelectuales o vivenciales.
Bueno, y por experiencia periodística, yo puedo garantizarte que si a un antiempresa, especialmente si es político, lo ponemos de cabeza y lo sacudimos como ropa mojada, créeme que si no le llueven billetes desde dentro de la camisa, le llueven lingotes de los bolsillos del pantalón. Repito: toda la cháchara de que los ricos son malos malvados y los pobres son más desdichados que María Mercedes pa’ servirle a usted, casi siempre ocultan una verdad que pondrían al tal antiempresa en un verdadero paraíso capitalista. Si mi teoría falla, te devuelvo la plata. Y si estoy en lo correcto, ya te dije cómo canta la sirena; allá tú si te dejas embaucar.
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