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Mié, Abr

¿Defensa de la vida? ¡Bah!

Nelson Peñaherrera
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ERP. Los dos candidatos que corren en la segunda vuelta presidencial peruana, Pedro Castillo y Keiko Fujimori (en orden alfabético, por si acaso), podrán identificarse con las facciones más radicales de la izquierda y la derecha, respectivamente, pero en el fondo tienen más puntos comunes de lo que incluso ambos sospechan, y uno de ellos es una radical posición en favor de la vida inspirada más en creencias religiosas que en hechos científicos.

Por Nelson Peñaherrera Castillo

Aunque, ahora que recuerdo bien, durante el debate de Chota, el sábado 1, la candidata de Fuerza Popular dijo que introduciría la igualdad de género en oposición a la llamada ideología de género que la derecha no termina de explicar con claridad. Pensé que fue un lapsus keikista, pero al definirlo como el estado de respeto igualitario para hombres y mujeres, me di cuenta que resultó siendo más progresista que la propia izquierda.

Pero, no se emocionen. El concepto que usó la candidata es incompleto porque le faltó agregar “y a todas las personas que se sientan cómodas con su propia identidad al margen de que ésta sea compartida o no por el resto de la sociedad”. En otras palabras, para la candidata el mundo sigue siendo bipolar, y no el espectro que realmente es y que tiene el mismo derecho al reconocimiento legal y social. Pero, continuemos.

No solo Castillo y Fujimori son candidatos pro familia y pro vida y anti aborto y anti comunidad LGTBIQ (y las letras que falten agregar). Ambos proyectan su formación católica, que no tiene nada de malo por si acaso porque incluso el actual presidente estadounidense lo es, con la diferencia de que quieren convertirla en política de estado olvidando que nuestra Constitución, si sobrevive a la aplanadora que el “amauta” (y que a los sectores progresistas parece no hacerle ruido, excepto a mi amiga Soledad Arriagada que sí notó la incoherencia) planea pasarle, consagra libertades individuales basadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Si revisas el segundo artículo de la actual Carta Magna, vas a encontrar una extensa lista de esas cosas que la ley nos permite hacer salvo casos excepcionales, como sucede en la pandemia, que nos limita la libertad de reunión o de libre tránsito para evitar que nos contagiemos y muramos (otra vez el criterio de defensa de la vida). Y sería bueno que, como ejercicio, a solas, te sientes no solo a repasar sino a meditar sobre cada derecho y contrastarlo con tu intención de voto.

Te garantizo que la mente se te va a abrir más allá de arrimarse a uno de los extremos, y entenderás por qué desde el medio las cosas se ven mejor… y en esos términos no pintan nada bien. Ah, solo para no dejar suelta una idea: si bien Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, es católico de comunión, sus creencias no están proyectadas en su estilo de gobierno y aparentemente está logrando reactivar al país que Donald Trump técnicamente mantuvo aislado. En todo caso, Castillo y Fujimori son más comparables a Trump. Sigamos.

La razón por la que destacaba todo el rollo pro vida de los dos postulantes al balotaje se debe a un detalle que está ocurriendo durante sus actividades proselitistas más allá del color y la música: las aglomeraciones. En ambos bandos, y en todos los lugares donde se han presentado, la gente ha estado apiñada, algunas personas sin protección y gritando a voz en cuello (sin conseguir tumbar los muros de Jericó, que es lo mismo que convencer a los indecisos).

Claro que para ser justo, también sucedió con las otras campañas durante la primera vuelta. Recordemos que por ejemplo, en Sullana, la Policía Nacional tuvo que intervenir una marcha porque la gente estaba en modo selfie, o sea, casi bailando cachete con cachete, pechito con pechito y ombligo con ombligo… y lo tuyo con lo mío con ritmo nos movemos.

Por supuesto que después de la borrachera viene la resaca, y una colega de Radio Cutivalú, Cindy Chanduví, ha recordado que como marco a estas lagunas de multitudes (mar no, mares los de mis épocas de churre) está la gente contagiándose a diario, peleando por una cama de cuidados intensivos, mendigando oxígeno. Muriendo ahogada, literalmente.

La ciencia se ha cansado de decirnos que cuanto más nos aproximemmos a alguien, especialmente si no tiene barrera puesta correctamente, nuestro riesgo de contraer Covid-19 aumenta. Es una ruleta rusa que, si todo sale mal, puede fulminarte en dos semanas cuando menos. Si sobrevives para contarlo, y dependiendo de la carga viral, puede que estés hasta tres semanas fuera de circulación o hasta meses rehabilitándote porque este maldito virus deja secuelas. La pregunta, entonces, cae de madura (sic): ¿estos candidatos que se autoetiquetan como pro vida tienen en cuenta este detallito sanitario?

Por sus obras los conoceréis, dice en alguna parte del Nuevo Testamento, y si juzgo sus obras, mi respuesta es un NO, así con mayúsculas. Es más, hasta diría que su egolatría es tal, que les interesa un pito (otro sic) la vida de sus simpatizantes porque no hemos escuchado mensajes explícitos de su parte pidiendo que no haya aglomeraciones o condenándolas. No lo harán; sería perder votantes, y ahora éstos y éstas andan en una escasez peor que la del oxígeno.

Miremos de nuevo el debate de Chota, que, al margen de ser un capricho de Castillo al que Fujimori iba a asistir aunque sea en paracaídas, fue un supremo acto de inconsciencia política. Quienes conocemos la hermosa plaza de armas de esa ciudad serrana sabemos que no es muy grande. Quizás la mitad o un poquito menos de las ¾ comparada a la de Sullana. Entonces, ¿cómo carrizo ibas a meter allí a diez mil personas?

Luego Perú Libre dijo que mejor mil, además de periodistas y equipos de prensa que son un tropel. Perdón, somos un tropel. Lo mismo: ¿cómo pretendías controlar el aforo en primera, y vigilar el distanciamiento físico en segunda? En la práctica no pasó ni lo uno ni lo otro, y la gente igual entró en mancha, la Policía Nacional pintada cual fresco pompeyano, las Rondas Campesinas no chicotearon a nadie por andar cachete con cachete y etcétera. En resumen, un desmadre.

Por supuesto que el candidato y la candidata tampoco pueden estar pendientes de todo, y la culpa no es específicamente suya. Los y las manifestantes tienen otro tanto y peor aún, porque si salen positivos o positivas, para mala suerte, no son ellos y ellas solitas quienes tienen que cargar con su cruz y evitar la cima del Calvario; hacen que sus personas cercanas transiten también esa Vía Dolorosa, y no todos los finales serán felices. O como dijo uno de esos partidarios medio en tono de fanático regañado, cada quien se hace responsable de sus actos”.

Por ahí leí que no es más simpatizante el que se pone más a la vista del candidato o la candidata. En épocas de redes sociales, hay una activa campaña proselitista también allí en el ciberespacio y el wifi. Es más seguro, se llega a más gente, y es interactivo encima. Y funciona las 24 horas, siempre que no se caiga la conexión. Entonces, que Castillo y Fujimori no me vengan con su rollo pro vida, si en la práctica, no mueven un dedo por evitar que sus simpatizantes se contagien… o se mueran.

Es más. Ese debate se pudo ver y escuchar cómodamente por la televisión, la radio y la Internet porque todos lo transmitieron y tuvo alcance global, a juzgar por los comentarios de dos amigas mías, una de las que vive en Vancouver, Canadá, y otra que está en Lowa, Estados Unidos. Y lo mismo con el resto de la población a nivel nacional. Ya lo dije alguna vez, el fanatismo mata. Luego no digan que no se les dijo.

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