ERP/N.Peñaherrera. Nadie ama lo que no conoce.
Parece otro de tantos refranes con los que solemos salpimentar nuestra vida diaria, pero hay una inmensa sabiduría detrás de sí mismo.
Sin ir lejos, todas las relaciones humanas donde las partes se conocen a profundidad y sin prejuicio, tienden a ser duraderas – salvo sistemático ocultamiento de información.
Hace unas tres noches, unas amigas y unos amigos nos reunimos para conversar y relajarnos, y en medio de la jugosa tertulia (pollo a la brasa de por medio), escuchaba que se mencionaban la lista de problemas locales de toda la vida, que parecemos arrastrar por años.
¿Dónde estaría ese punto crítico que, al estimularlo, genere una solución cual positivo efecto dominó?
Asu. Me salió prosa versada. Sigamos.
¿Qué tal si es que la raíz de todos nuestros problemas es la poca educación que tenemos sobre nuestra identidad?
Cuando nos duele la cabeza, la solución no radica en buscar una medicina que le funciona a sutanito o menganita, porque son sutanito o menganita, no soy yo; por ende, hablamos de algo que funciona con las características de su organismo pero no del mío.
Lo que me sirve a mí está en función de mis características.
Para que sepa qué funciona conmigo, antes de nada, debo saber quién soy yo, qué tengo de bueno y qué tengo de malo.
Por extrapolación, en la medida en que no conozcamos nuestra comunidad, jamás podremos saber lo bueno para potenciárselo y lo malo para corregírselo, pero desde adentro y oportunamente, no cuando la cosa ya se hizo irreversible, terminal y hasta pasible de amputación porque ya no hay otra salida.
El primer lugar donde aprendemos quiénes somos debe ser el hogar, nuestra familia.
Si en ese núcleo no comenzamos a reflexionar y demostrar lo que somos, aunque se contrate la mejor escuela, la universidad de prestigio, aunque se tenga la mayor riqueza del mundo, será difícil que se pueda impactar en nuestra propia vida, luego en la de nuestra comunidad.
Mientras no se den las condiciones de respeto, apertura, libertad y ciencia para entender lo que somos, será bien complicado que trabajemos en las soluciones que nos convienen y estemos siempre a merced de que gente que nunca nos ha conocido (ni en pelea de perros) pretenda salvarnos... como la Contraloría, por ejemplo.
Y el círculo vicioso continuará.
Como dije en otro comentario, también sería un error formar una imagen grandilocuente, exagerada, muy idealizada, que cuando se descubra su real dimensión genere un desfase que nos frustre.
Como me dijo un amigo, la gente me querrá más en la medida en que sea yo mismo.
Ahora bien, ¿quién soy yo? Ahí está la pregunta de arranque.
¿Podemos tomarnos unos minutos para responderla sin apasionamientos? Nos lo agradeceremos mucho toda la vida.
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