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Sáb, Abr

El impensado 'volcán' de la calle Grau

Nelson Peñaherrera
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rotura tuberia1ERP/Nelson Peñaherrera. Y las aguas emanaron cual géyser fresco apenas iniciando la primavera, con el ímpetu de la juventud en medio de la atónita mirada de quienes no podían acreditar tal prodigio, aún viéndolo ante sí...

¿Romántico, no?

Para quienes no fue nada romántico tal... 'prodigio'... fue a los vecinos y las vecinas de la calle Grau entre Transversal Lima y Tarapacá, quienes iniciaron la semana inundados no de gozo primaveral, sino del chorro de una cañería de agua potable, que súbitamente se rompió bajo el pavimento.

"Parecía un volcán", me comentaba uno de nuestros productores, como manteniendo esa absurda poesía del desastre.

La vereda de la casa cercana a la 'erupción' está muy erosionada, y, aparentemente, sus enseres empapados.

Antes de hacer 'bullying' a la EPS Grau, reconozcamos que ese evento pudo haber pasado en cualquier lugar de la ciudad, y en todo caso serán los ingenieros quienes lo expliquen –si saben y si tienen el ánimo de hacerlo- para que se tomen previsiones en el futuro.

Los teléfonos para dar explicaciones al público estuvieron relativamente activos, aunque durante la mañana del martes, como lo comprobó este medio, o estaban descolgados o estaban colapsados.

Como sea, buena parte de la porción central del área metropolitana de Sullana estuvo sin agua potable y la gente hizo grandes colas en la planta del Alto de la Paloma para conseguir algo de líquido.

Otros tuvieron que comprar agua o encargarla en otros sectores de la ciudad donde sí hay.

¿Dónde está lo criticable, entonces?

Que, posiblemente, no se operó un plan de contingencia ante la escasez del servicio, el número de población afectada, y la imposibilidad de que un solo punto de distribución pudiera abastecer a casi la quinta parte de la urbe (porción nada despreciable si tenemos en cuenta que es la más densamente poblada).

El otro detalle es que falló un sistema de alerta temprano que permitiera a la EPS Grau notificarse, notificar a la población afectada y reparar el daño tan rápido como se pudiera (la reposición tomó más de un día).

Y para adornar la torta, hubo un caos vehicular de padre y señor mío –la Enrique Palacios no cuenta y la Diego Ferré más la Dos de Mayo son exageradamente estrechas-, que nadie pudo resolver, y que se suma a las decenas de obras públicas donde la gente, tácitamente, debe hallar un camino para circular porque a nadie se le ocurre informarlo (y uno que otro medio se hace el estrecho con el cuento de que "eso es publicidad, y si no se paga, no sale").

En fin, una suma de inacciones, negaciones y omisiones que lo único que consiguió fue agrupar a ociosos curiosos, quienes a lo mejor recordaron aquellos viejos cuentos seniles de los volcanes de agua, y a estresados vecinos que tuvieron que ver la forma de salvarse y salvar sus cosas a como dé lugar. ¿Por ahí escuché la palabra 'compensaciones'?

Ojalá no haya una próxima 'erupción', pero que si nos llegamos a topar con esa clase de 'prodigios', que la reacción de las partes responsables sea más veloz y eficaz.

Y, colorín colorado, ese aniego se ha acabado (si lo dejaron bien reparado).

(Opina con el autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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