Por: Nelson Peñaherrera Castillo. A raíz del conversatorio organizado por el Colectivo Cultural Ayawaka el jueves 8 pasado en la ciudad de Ayabaca, cuya finalidad era la de fomentar una actitud positiva en el poblador local con enfoque cultural, y los informes que hemos ido publicando al respecto entre ese día y el domingo 11, aquí en El Regional de Piura, la reacción de la audiencia ha sido favorable y masiva mediante las redes sociales. O sea, el propósito inicial de la actividad se cumplió.
Se buscaba demostrar al poblador local que desde fuera se aprecian más potenciales de los que cree; pero que un potencial se convierta en una ventaja tiene que ver con trabajar al respecto e implementarlo para que todo el mundo lo aproveche, ya sea gratuitamente o mediante el pago de algún derecho, algo que me parece justo. Como dije, el propósito se logró, o sea demostrar; pero, ¿y qué viene luego?
La mejor forma de pasar de la motivación a la vivencia es mediante la elaboración de un plan sobre bases objetivas e indicadores reales. Eso de cajón.
Porque, déjenme confesarles, motivar es relativamente sencillo, especialmente cuando sabes cómo manejar las inflexiones de tu voz y las compones cuidadosamente cual partitura musical (técnicamente, los tonos de la voz pueden componerse como notas musicales) y cuando tienes la habilidad de seguir una coreografía que potencie tu lenguaje corporal: técnicas básicas de teatro y oratoria, al fin y al cabo, algo que cualquier comunicador social sabe cómo usar en sí mismo o en la persona que entrena para dar la cara.
Pero, los planes no tienen que ver con dotes histriónicas sino con habilidades de análisis, abstracción, comprensión del espacio-tiempo personal y colectivo y algo tan manoseado que se llama liderazgo, que no consiste en despachar órdenes y recibir las ganancias con las patas posadas sobre la mesa, sino en ser la primera persona que se ensucie los zapatos, se moje los pies, que termine con el cuerpo empolvado, y que al final del día no tenga problemas en compartir los mismos espacios con la gente que se ha comprado tal o cual pleito.
Y aquí es donde no solo Ayabaca, pero cualquier comunidad con un contexto similar, tiene mucho trabajo por hacer antes de lanzarse a hacer nada. Y hablando estrictamente sobre el sector turismo, hay varios aspectos que se pueden mejorar; y para organizarnos mejor, podemos usar como referencia la ruta que se hace desde las ciudades de Piura o Sullana hasta la tierra del bocadillo.
Embarques seguros
Como se sabe, oficialmente hay dos empresas de transporte en microbuses que hacen la ruta y un enorme mercado informal de autos y camionetas. Por lo menos en la ciudad de Sullana, una de las empresas usa una especie de pequeño terminal muy cerca del Mercadillo mientras que la otra lo hace en plena vía pública cerca de la intersección de las avenidas Buenos Aires y Circunvalación.
En el segundo terminal, acredito haber escuchado a la encargada de oficina decir que no es capaz de quedarse hasta entrada la noche por temor a un asalto, teniendo en cuenta que nadie más la acompaña. Esto quiere decir que tampoco podría ser seguro para que algún turista tome el servicio, algo que menos garantiza el otro terminal bajo las mismas circunstancias. Ignoro cómo esté la situación en la ciudad de Piura, y en todo caso que alguien me cuente.
Si lo comparamos con un conocido competidor pero que ofrece servicio al circuito de playas de Talara, un terminal donde tenga clara la relación de embarques, una zona de espera, un sistema eficiente para compra de pasajes y un abordaje ordenado son cruciales. Y si a ello le agrego algún servicio de información turística, aunque sea un mapa, sería lo máximo.
Sobre la logística interna de las empresas, sí me parece de mal gusto que la comunicación entre las sedes de Piura y Sullana sea deficiente, lo que significa que a veces, por depender de que alguien conteste el teléfono en alguna de las dos, se termina vendiendo por duplicado el mismo asiento poniendo al pasajero en zozobra. Esto se resuelve automatizando el sistema, al punto que incluso un turista pueda comprar y pagar su boleto por Internet desde fuera del país. Por lo menos las reservas por teléfono sí funcionan… siempre que seas cliente habitual.
Viaje ameno y didáctico
A mí personalmente me cae mal que cuando estás viajando, el conductor del asiento ponga la música de su preferencia a todo volumen, y casi siempre con un marcado gusto cantinero, que me crea sombras sobre su salud mental. Menos mal que la última vez que fui, no ocurrió eso. Pero, por otro lado, reconozco también que a veces un poco de música a un volumen ni alto ni bajo puede amenizar las cinco horas de camino, lo que me da para una lista de reproducción de unas cien canciones; sin embargo, ¿qué canciones se debería poner?
Se me ocurre que un recurso muy creativo y hasta pintoresco (sería una buena historia para compartir) es que alguna de las empresas le pregunte al pasajero a la hora de pagar su boleto cuál es su tema favorito. El resto está en cargar la lista y, claro, vérselas con APDAYC; pero presumo que aumentaría en algo la clientela por el puro gusto de viajar con una música que agrade a uno y agrade a todos, experimento que fue un éxito durante la inauguración de los Panamericanos en Lima. Ésto no es nuevo. Algunas aerolíneas que todavía servían refrigerio en el vuelo preguntaban a quien compraba el boleto si lo prefería vegetariano; Pero yo daría un paso adelante.
Si estamos pensando en potenciar la ruta a Ayabaca como destino turístico, ¿por qué no intercalar la lista de reproducción con cuñas de 30 segundos que me vendan los atractivos que puedo visitar cuando llegue? Es más. Hasta podría vender algunas cuñas como espacios publicitarios a negocios locales para que se anuncien durante el viaje. Digo, lo peor que te puede pasar como turista llegando a Ayabaca, cuyas radios no se escuchan en la costa, es saber por lo menos dónde compro mi cojín de champú, y esa decisión de compra podría tomarla durante el viaje. Por donde se mire, la empresa de transportes se beneficia y el pasajero que va en modo turismo tiene una experiencia novedosa. Recordemos que en esta era, venden las experiencias antes que nada.
Sentirme como en casa
La razón por la que un turista regresa a cualquier parte, además de la calidad del servicio, es porque lo tratan bien, con amabilidad, con paciencia, con el tino suficiente que se equilibra con preguntas del tipo “¿cómo la estás pasando?” o “¿qué te hace falta?” Aunque la solución no esté en manos del proveedor del servicio, el solo hecho de hacer la pregunta, y dejar que la persona se desahogue respondiendo, funciona y funciona bien. Ahora, si eres capaz de resolver el problema, te ganaste un punto bono.
Sin ánimo de regalar publicidad ni nada por el estilo, yo he probado Tradiciones Ayabaquinas y Oro Verde en dos ocasiones diferentes, y tienen claro el tema, así que, por lo menos en mi posicionamiento ayabaquino, tengo claros dos proveedores de servicio a los que voy a acudir siempre que regrese, y a los que suelo recomendar cuando me lo preguntan. Si alguien no está en mi lista, muéstreme cómo plantea su experiencia y prepárese a mi evaluación.
Y lo mismo pasa por ejemplo con quienes hacen el servicio de Ayabaca a los diferentes puntos turísticos circundantes, como Aypate. Cuando uno pregunta “¿cuál es el plan de viaje?” lo hace porque usualmente está midiendo tiempos, así que alguien debería capacitar a los choferes que ellos también venden la experiencia turística desde que son parte de la cadena de valor; por lo tanto, quedarse mudos o con cara de petroglifo mientras conducen, no debería ser una opción. Es más, yo me subiría a la camioneta de un conductor que siempre ande de buen humor y que tenga la iniciativa de dar información clave (sin caer melosamente en los detalles), como “aquí queda Socchabamba, y en este lugar puede comprar bocadillos” o “estamos por llegar a Yanchalá, por si quiera desayunar”.
Y para todos los proveedores de servicios al turista, al finalizar la experiencia, aunque dure medio minuto, tener a mano aunque sea papelitos con su nombre y número por si se me ocurra adquirirles lo que ofrecen en una siguiente oportunidad. En lo que a mí respecta, el servicio de transporte que nos dio Carlos (ya me olvidé el apellido) fue muy bueno, amable y ameno. Es más, hasta se mandó con unas de Maná y Santana que hacía tiempo no escuchaba en el equipo estereofónico. Pero, ¿su teléfono? No lo tengo. Así que si estás leyendo el artículo o alguien lo conoce, que me ubique por Facebook porque podemos hacer negocios.
Dinero virtual
Una de las quejas que he recogido ya fuera de Ayabaca sobre Ayabaca es que llevar una tarjeta de débito, y peor una de crédito, es lo mismo que cortar una piedra con un tenedor descartable, por la simple y cruel razón de que o no hay cajeros afiliados, o simplemente no hay cajeros, menos agentes de bancos y ni hablar de los negocios que aún tienen al efectivo como única forma de pago.
Para cualquier turista, que incluso tampoco maneja soles si es que viene del extranjero, esto es incómodo y arriesgado. Ladrón que se respeta sabe que ante la ausencia de cajeros, el turista lleva dinero. Usen su imaginación para saber qué podría pasar en el peor de los casos.
Entonces, es necesario que los proveedores de servicios al turista que tengan las posibilidades consideren ofrecer el dinero plástico o electrónico como forma de pago, algo que va a aumentar sus ganancias, especialmente si se orientan al segmento “millenial”. Con los proveedores más individuales, podría ser atractivo pensar en tener las aplicaciones de banca electrónica por celular que son mucho más seguras, trabajan las 24 horas, y no ssaben de domingos ni feriados.
El turismo no va en días de semana
Y a propósito, otra queja sobre atención al turismo en Ayabaca. La gente va preferentemente los fines de semana y cuando llega, casi todo está cerrado, hasta la Oficina de Atención oficial. Claro que tenemos los feriados largos, pero si consideramos que son cinco en todo el año contra 64 fines de semana, bueno, matemática básica, ¿no?
Así que aquí no hay mucho que ahondar. Abra los fines de semana, anúncielo por las redes sociales, haga publicidad indicando que abre domingos y feriados, ¡y listo! Provecho con las ganancias.
Guías alertas
Una revelación de este viaje fue saber que el complejo de Aypate no está oficialmente abierto al turismo porque aún no ha sido puesto en valor; sin embargo, sí recibe visitantes. Esto podría explicar por qué nadie nos guió cuando hicimos nuestra visita, pero también representa un riesgo, ya que no todos los turistas tienen conciencia del entorno como quienes fuimos, y no podría faltar uno que, ante la ausencia de supervisión, decida armar su plan de recorrido por su cuenta. Y si por esas cosas pone su vida o la vida de quienes trabajan allá en peligro, ¿quién responde? Pensemos en un turista que, sin saberlo, toca una planta que le produce una reacción alérgica. ¿Quién le atiende y dónde considerando que conectar una llamada por celular desde las ruinas es difícil? O sea, ni con 911 estás a salvo.
[Aypate espera por presupuesto para ponerse en valor: http://factortierra.blogspot.com/2019/08/aypate-espera-por-presupuesto-para.html ]
Sí tengo que reconocer que los comuneros de Lagunas de Canly, los técnicos y el personal del Ministerio de Cultura se pasaron de amables y buenagente cuando fuimos, y que están conectados por radio para coordinar cualquier cosa solo en el área del complejo; pero, en el entretiempo, cualquier cosa podía suceder y no podríamos hacerles responsables. Solución: guías (y si son bilingües, mejor).
Y aquí las comunidades donde hay recursos turísticos tienen una oportunidad formidable seleccionando a sus vecinos más locuaces, hábiles para manejar información cierta y con permanente buen sentido del humor para recibir a quienes les visiten, y hacerles sentir que el bamboleo y los baches de la carretera bien valieron la pena. Consejo: dejen sus números a los turistas para que la próxima vez les ubiquen directamente porque eso de padecer por la ausencia de guías genera estrés.
Libros de experiencias
Aunque las redes sociales son un buen termómetro del grado de satisfacción del turista, creo que una vieja herramienta eficiente para hacer análisis más detallados son los libros del visitante, que por lo menos sí están implementados en el Museo de Ayavaca y en Tradiciones ayabaquinas. Ya sabes, ese espacio donde con tu puño y letra dices cómo te has sentido y hasta dejas tus datos por si se necesite lanzar alguna campaña de mercadeo. No he encontrado instrumento similar en otras partes y deberían tenerlo a mano, junto con el respectivo libro de reclamaciones exigido por la ley.
Pongámonos en el escenario positivo y asumamos que el turista se lleva una excelente impresión del servicio o producto que le diste. ¿Dónde lo registra? ¿Dónde otros turistas podrían verlo? Por último, ¿con qué prueba podrías presumirlo?
Y sobre esos comentarios, ya sabrás cómo mejorar lo que ofreces o corregir si algo falla; pero, si no tienes un instrumento que te permita verificarlo, irás por el camino sin linterna, y podrías irte de nariz ante el hueco que no logras distinguir. Y esto solo para comenzar. Como dije en Ayabaca, esperar a que una autoridad mejore las cosas, no necesariamente funciona, y el turismo es una actividad eminentemente privada. Entonces,adivinen quiénes sí deben liderar el sector. A buen entendedor… ya saben el resto.
Más allá de los paisanos
Una cosa que objetivamente se aprecia en las interacciones de las redes sociales es que la gran mayoría, por no decir todos, son ayabaquinos. Cuando publicamos videos turísticos sobre la zona rural de Tambogrande también tuvimos una avalancha de interacciones, pero en su mayoría eran de tambograndinos. Sin desmerecer el aprecio que tenga cada paisano por su tierra, creo que para efectos de una ofensiva turística, tenemos que salir de la zona cómoda de lo conocido y comenzar a explorar en los mercados no familiarizados con Ayabaca, o Tambogrande, o donde sea.
Canchaque o Huancabamba (mejor dicho, el área de Las Huarinjas) en la sierra y las playas de Talara en el litoral, o Catacaos a mitad de la costa, son buenos ejemplos de cómo se ha logrado atraer y fidelizar a público foráneo para esos lugares, y la clave ha sido la difusión en cuanto espacio, medio y oportunidad cupiera. E, insisto, casi que no fue obra de las autoridades. Por lo menos en el caso de Canchaque, tenemos que reconocerle méritos al fallecido Miguel Ciccia; en el caso de Talara, alguien tiene que reconocércelo a los y las surfistas comenzando por Sofía Mulánovich; y en el caso de Catacaos, en realidad el mérito es de todos los piuranos que alguna vez hemos comprado artesanía allá. ¿Autoridades? No, nunca lo hicieron hasta que esos pioneros se arriesgaron.
Entonces, lección para Ayabaca, o Tambogrande, es que confíen en su sector privado y el visitante en general que va a ser su mejor recomendador, pero el visitante que no esté relacionado con la zona. De nuevo, ahí es donde y cuando se compite de verdad. Entre paisanos hasta nos disculpamos los errores; pero con los foráneos, no hay opción a error. En consecuencia, la autoexigencia es mayor, y eso significa que el servicio se hace más competitivo. Creo que ése es el reto de Ayabaca, por mencionar el caso que nos atañe. Se viene octubre, cuando ocurre su mayor fiesta, pero no podemos improvisar una o dos semanas antes del 13 de ese mes; tenemos que comenzar ya. Ayer mejor dicho. Entonces, ya hay que correr sin atropellarse para que este octubre sea una suerte de relanzamiento del destino turístico. No es que eso termine por activar el modelo de desarrollo a su plenitud, pero sí le va a dar el chispazo inicial. Quien decida hacerlo, que pase la voz. Para más consejos e ideas, puede encontrarme en Twitter, Facebook, YouTube y Blogger como “nelsonsullana”, y aquí en El Regional de Piura en mi página de columnas.