Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Esta semana se hizo un escándalo de proporciones pseudoépicas –conforme leas la columna, entenderás lo de “pseudo”- por el hecho que oficiales del Ejército Peruano posaran para una foto en la que lucen sus uniformes de campaña sobre los que colocaron un mandil rosado con la leyenda “Hombres por la igualdad”, la iniciativa que ha lanzado el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, liderado por la congresista Gloria Montenegro.
Como me la explicaron, entiendo que la iniciativa busca que los varones desterremos la mentalidad machista en que nos formaron por siglos, y abracemos una forma más sana de relacionarnos con nuestras identidades reales, luego con las mujeres y sus identidades, y finalmente con la sociedad en su diversidad.
Quienes quisieron meterle puyazos a la idea al tildarla de no-original, terminaron dándonos una buena noticia. Aparentemente las actividades están inspiradas en una iniciativa mundial para lograr equidad de género llamada “He For She” o “él por ella”, en castellano. Se trata de todo un movimiento global que busca acciones afirmativas y audaces para que pensemos en lo siguiente: de palabra, decimos que hombres y mujeres somos iguales por dignidad, por legalidad, por sonar políticamente correctos; pero, en los hechos, las mujeres no están recibiendo un trato igualitario. Es ahí cuando tenemos que compensar, hacer equitativo el escenario tanto para ellas como para nosotros. Por eso es que “igualdad” y “equidad” no son lo mismo, pero están emparentadas, además de rimar graciosamente. Quien siga sin visualizarlo, me avisa y gustosamente se lo explico #conmanzanitas. Si quieres saber más de esta movida planetaria, entra a https://www.heforshe.org/es y edúcate.
Hay que estar recontra desinformado o haber pasado por un coma de cinco años, ambas posibilidades válidas, para ignorar que la violencia contra las mujeres (uno de los tipos de violencia de género o violencia basada en género) en el Perú se ha salido de control: las denuncias sobre agresiones de todos los tipos se incrementan y nada parece funcionar para revertirlo, porque aún no terminamos de quitarnos el chip ése de que los hombres son diferentes de las mujeres (por temas anatómicos, lo que es relativo); ergo, como el hombre tiene ciertos apéndices que la mujer no, el hombre manda.
[El Regional de Piura te explica qué es la violencia basada en género: https://elregionalpiura.com.pe/index.php/regionales/piura/5380-violencia-basada-en-genero-vbg ]
Y aquí seamos directos y pulverizemos el tabú: en la cultura tradicional conservadora, la hombría se mide por cuán grande luzcas o cuán grande lo tengas, y no hablo de intelectualidad, actitud, legado o cosas parecidas, sino de temas meramente, puramente, únicamente físicos. Sí, los hombres que cosifican a las mujeres, y lo que se parezca a una mujer, primero se cosifican a sí mismos; entonces, cuando esos estándares físicos no se cumplen, pareciera que eres “menos hombre” y “pobrecito de ti”. Es cuando comienza algo llamado trastorno de ansiedad impulsado por la frustración. Primer punto crítico a la vista.
Dicho ésto, la campaña “de los mandiles rosados” trata de ponernos en la cabeza cómo hemos convertido los roles de género (la forma cómo la sociedad espera que me comporte según mi sexo, o mi apariencia física en el “mejor” de los casos) en una sempiterna forma de discriminación: el sexismo. Segundo punto crítico a la vista.
Y es ese sexismo la causa de la violencia en sus cuatro modalidades: física, psicológica, económica y sexual. Ya sabemos por experiencia nacional que la violencia no le produce pérdidas solamente a quien se agrede, también a quien agrede. Y hablo de pérdidas en todos los campos, desde el económico hasta el moral… usamos recursos para suplir emergencias en vez de usarlos en asuntos que nos permitan progresar, y cada vez más nos volvemos menos humanos y más cavernícolas.
Juntemos roles de género más violencia, y obtendremos nitroglicerina de la más alta pureza: un roce mínimo y el meteorito que extinguió a los dinosaurios será una basurita en el ojo. Entonces, lo inteligente es disolver esa nitroglicerina mediante pequeñas explosiones controladas pero en un lugar donde no produzca víctimas. En otras palabras, la ministra Montenegro y su equipo han conducido hábilmente la primera sesión masiva de psicoanálisis con terapia de choque, usando una vieja técnica para vencer los temores: enfrentarnos a ellos controlando las variables. Digo, con esto de que apenas hay un psiquiatra por cada cien mil habitantes, parecería justificarse. Sigamos.
[El Centro de emergencia Mujer de Sullana condujo capacitaciones a docentes y sus caras eran más que elocuentes: https://www.elregionalpiura.com.pe/locales/146-sullana/33429-marco-paulini-la-vulnerabilidad-de-las-mujeres-y-el-machismo-estan-fuera-de-control ]
Y como sucede, según la bibliografía médica, la primera sesión suele producir episodios de alta agresividad en el paciente; por lo tanto, se explica por qué mucha gente saltó hasta el techo preocupándose por la forma pero no por el fondo. Por eso la tendencia fue el mandil, el uniforme, el color, el diseño, la sonrisa del soldado, en fin, detalles vanales; pero casi nadie quiso meditar en torno al mensaje de fondo: ¿por qué pienso que me hago “menos hombre” si me pongo un mandil? ¿El mandil hace “menos a una persona? ¿Acaso el mandil no es una prenda para proteger la ropa y no un símbolo estamental? ¿Tengo mentalidad marcadamente vertical o marcadamente circular? ¿Tengo miedo a perder hegemonía en los espacios donde transcurro? ¿sigo pensando que hay colores por sexos?
Si tu mente no llegó a estas preguntas y se quedó en las formas, primariamente, no significa que seas un agresor de género en potencia, aunque todos los indicios nos inclinen a pensar ello. Quiere decir que tu capacidad de introspección aún necesita desarrollarse, y aún necesita vencer el mayor temor de todos los temores existentes: enfrentarme a mí mismo. (Nota: Mientras escribo este párrafo, una inevitable sonrisa sarcástica se dibuja en mi cara.)
Y si ya eres un probado y prontuariado agresor de género, estas preguntas no es que te sanen a la primera, pero al menos cumplirán el mismo objetivo. Si buscas ayuda profesional no-confesional, nos harás un gran favor. Y por si acaso hablo en salvaguarda de mi madre, mis tías, mis cuñadas, mis primas, mis sobrinas, mis amigas, mis seguidoras y todas las mujeres que tengan que ver conmigo, quienes están en riesgo ante tu presencia.
Ése es el meollo de la discusión. Allí es donde debemos encerrarnos con nosotros mismos; si quieres cuando te estés bañando, y en lugar de ver debajo de tu ombligo, podrías cerrar los ojos y mirar dentro de ti. Ahí está el problema, y mientras más profundo vayas, llegarás a la causa. Y si corriges la causa, corriges todo. No es un camino fácil; es un camino de valientes, de corajudos, como esos soldados de quienes nos han contado increíbles historias de arrojo y heroicidad. ¡Sí! El primer espacio para ser el héroe que siempre soñaste ser está dentro de ti. Punto. Ahí está la causa de tu drama y solo tú le darás un final feliz.
Ése es el código detrás de los mandiles rosados encima de los uniformes castrenses. Ése es el mensaje, el símbolo que una gran mayoría tiene miedo a ver. ¿Por qué? No por el soldado. El soldado es solo un medio. El verdadero enemigo es ese ser que vive en ti y que el machismo ha psicodelizado hábilmente para no entender que no te hace más libre sino todo lo contrario: un esclavo de una confrontación contra nadie y que siempre va a dejarte una profunda frustración por no llegar hacer “como ellos quisieran”. ¿Y qué hay de lo que tú quieres? ¿Acaso no cuenta?
Sánate y se libre, o sigue enfermo (por lo mismo que eres libre) pero hazte ermitaño: en sociedad, eres un riesgo. Y si esos soldados son realmente hombres por la igualdad (de género), ¡de hecho que son héroes, caray! ¡Y que viva el Perú! Por cierto, ¿dónde están esos mandiles? Yo sí me apunto a la campaña.
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