Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Este miércoles 29 de mayo, el presidente Martín Vizcarra anunció que el ejecutivo pide al Congreso la cuestión de confianza para aprobar la reforma política, que básicamente exige sincerar el financiamiento de los partidos políticos, dar mayor participación a las mujeres en política, acotar más la inmunidad parlamentaria, bloquear la candidatura de quienes tengan sentencias judiciales, fomentar la participación ciudadana en elecciones primarias y eliminar el voto preferencial.
Muchas de estas reformas son las que el 80% del electorado aprobó durante el referéndum de 2018, cuando fuimos a segunda vuelta de las elecciones regionales por si alguien lo olvidó.
Si bien el gobierno insiste que esta medida fue tomada debido a una aparente actitud obstruccionista de la mayoría parlamentaria y sus cinco aliados individuales, no evitó incluir la incomodidad que le produjo el blindaje que esta mayoría congresal aplicó en el caso del ex fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, a quien libró de la destitución como magistrado y su inhabilitación de la administración pública por diez años, a pesar de la prueba en video en la que se ve a una ex asesora bajo su mando, la ex congresista piurana Rosa María Venegas, aparentemente extrayendo cajas con documentos desde unas oficinas previamente lacradas por el fiscal José Domingo Pérez, lo que constituiría contaminación de una escena del crimen.
Venegas dijo que extrajo los documentos por orden de Chávarry, lo que falta por verificarse en la esfera del Poder Judicial. Gracias a la decisión de la mayoría parlamentaria, esto no será posible.
La cuestión de confianza no puede invocarse por esta denuncia (aunque especialistas coinciden que la gatilló) sino para impulsar políticas públicas, y en todo caso el martes 4 de junio se ha convocado un pleno en el Congreso donde se debe discutir si se aprueba o no la reforma política. Si se aprueba, se tendrá que gestionar la reforma; si no, el gabinete presidido por Salvador del Solar tendrá que cesar y al ser la segunda cuestión de confianza negada en este periodo presidencial (iniciado en 2016), Vizcarra puede disolver el Congreso y convocar a elecciones parlamentarias en un plazo de cuatro meses.
Del solar ha pedido al Congreso no aprobar la reforma al pie de la letra pero sí respetar su naturaleza, de lo contrario el gobierno interpretará que el Legislativo no tiene intención de pasarla, lo que precipitaría la disolución del Parlamento. El presidente de ese poder, Daniel Salaverry, dijo por su lado el jueves 30 que ese espacio no está hecho para blindar la corrupción y que los miembros de la bancada mayoritaria desobedezcan a su dirigencia y que actúen por criterio de conciencia individual, no consigna grupal. Por cierto, sobre Salaverry pesa una sugerencia de la Comisión de Ética para suspenderlo debido a aparentes incongruencias en unos informes de rendición de gastos, por lo que el fujimorismo le ha pedido no presidir la mesa este martes.
La izquierda congresal, compuesta por el Frente Amplio y Nuevo Perú, ya anunció que no dará el voto de confianza, lo que son 20 votos menos de 130 formales, y unos 115 en la práctica; el viernes 31 el APRA dijo que tampoco dará voto de confianza, o sea, cinco menos, y Acción Popular va por el mismo camino. La bancada mayoritaria solo tiene 65 votos en teoría.
Regresando a la izquierda parlamentaria, su esperanza es que Vizcarra disuelva el Congreso y convoque a nuevas elecciones, pero su intención expresa es llamar a una Asamblea Constituyente. Los defensores de esta idea sostienen que es la única manera en que el Perú se refunde a nivel legal, pero eso implicaría cesar la Constitución de 1993 y empezar otra –la número 14 o 15 de la vida republicana- completamente desde cero. Aunque la reforma política pudiera estar incluida en ese nuevo esquema legal, no saldría a tiempo para abril de 2020, cuando falte un año para las elecciones del periodo presidencial y congresal 2021-2026. Y cuidado con este dato, porque pareciera que la intención de esta tendencia política es romper por todo lo alto el orden democrático escudándose en la indignación de la opinión pública, que si no hay sangre, parece no estar contenta. O sea, pan y circo.
Yo sigo pensando que el problema no se resuelve con una nueva Constitución, porque en el Perú la cuestión no es qué marco legal tengas sino qién lo aplique. Por ejemplo, hemos avanzado mucho en leyes contra la violencia de género llegando incluso a sancionar a los comisarios cuyas oficinas no reciban denuncias de las víctimas, pero seguimos teniendo quejas de efectivos que ponen mil pretextos y hasta ofenden a las denunciantes zurrándose en la ley. Entonces, no es el marco legal lo que impide, es la persona la que impide. En este aspecto, y del otro lado del globo, tenemos a un juzgado que le metió 35 años de cárcel efectiva a Carlos Hualpa, el feminicida de eivy ágreda. Lo dicho: el problema no es lo escrito en el papel, sino cómo la persona hace respetar o no lo que está escrito en ese papel.
Igual, esta Constitución dice que la niñez está en el centro de la protección pública, pero la verdad es que todo el mundo la toma como la última rueda del coche y la maltrata en todos los espacios, desde las casas hasta los colegios pasando por los medios de comunicación. Otra vez, el problema no es la ley, es quién aplica tal ley.
Y así podemos ir navegando por todo el marco legal peruano y veremos que declarativamente es lo máximo y uno de los más vanguardistas de América Latina, aunque con necesidad de más músculo en los derechos civiles para lograr una inclusión efectiva, pero al revisar la forma cómo se aplica, el problema es la actitud de la persona. Es la vieja metáfora del cuchillo: la herramienta no es mala; es mala la forma cómo el individuo la use.
¿eso significa que no debemos reformar nada? No, no significa eso. Definitivamente el marco legal peruano es perfectible sobre la base existente, siempre que tenga como propósito fomentar la democracia con todos los beneficios que ésta implica, esto es, la construcción de un estado de bienestar donde cada persona se sienta respetada y realizada, y donde todo el mundo construya progreso y paz. Y para eso se necesita un Congreso con vocación democrática, no bancadas con dictados teocráticos o sospechosamente dictatoriales, un ejecutivo más creativo e inteligente a la hora de impulsar sus ideas y un estado en general que sea más eficiente y menos burocrático (de hecho, debería reducirse porque el tamaño actual lo hace inviable).
Pero también se necesita una ciudadanía que deje de verse como nene de pecho y actúe más como alguien que está madurando en autonomía y respeto por sí misma y por el resto, integrando a más ciudadanía sin interesar de dónde apareció. Lo que quiere este país es construir, no seguirse desintegrando. Entonces, es chamba de todo el mundo dentro y fuera del territorio. Sí, ésa es la gran reforma por donde vamos a salir adelante, aquélla en la que tú y yo vamos a hacer las cosas correctamente por el puro gusto de hacerlas correctamente, no porque temamos que nos van a llevar a la comisaría o nos mandarán prisión preventiva: ética ciudadana en su sumo grado.
Yo mas bien siento que la Constituyente que tanto propone la izquierda es una inspiración chavista con la finalidad de promover un estado totalitario, donde el mandatario tenga carta libre para reelegirse eternamente y ordenar en un contexto de miedo estructural, como pasa en todos los países que han abrazado el llamado “socialismo del siglo XXI”.
Y la izquierda peruana, por si acaso, tiene doble rasero. Tanto al Frente Amplio como a Nuevo Perú les da alergia y colapso nervioso decir que en Venezuela hay una dictadura y que esa dictadura ha producido una crisis económica infernal, que ha forzado la migración masiva de sus ciudadanos, y que para que estos migrantes no nos cuenten la verdad pura y dura, está promoviendo corrientes de opinión basadas en la xenofobia. Y como el Perú es una sociedad mayoritariamente mediocre y propensa a la discriminación, tal discurso está floreciendo. Ya lo dije: al peruano promedio si no le das sangre, se siente menos peruano. Así está de pésima nuestra salud mental. Sí, ése es el verdadero rostro de la izquierda.
Por el lado de la derecha, especialmente la que se pone velo negro en la cabeza al repetir de paporreta la misma fórmula mística de hace dos mil años, ya sabemos que está contando un cuentazo sobre moral y buenas costumbres con la finalidad de conseguir impunidad e inmunidad para sus propios pecados llamados violencia de género y estructuras sociales verticales (basadas en la clase social) donde los derechos humanos son “una cojudez” (Cardenal Cipriani dixit). Sí, ése es el rostro de la derecha.
La reforma política podría desembocar en un manejo más transparente del ejecutivo, Legislativo y el Poder Judicial, pero también nos debe dar una nueva oportunidad para tener bajo control a esas posiciones políticas extremistas y comenzar a progresar con rostro humano, con solidaridad, con tolerancia, con sabiduría, con laboriosidad, con respeto, con afecto, con libertad: con los tan cacareados valores humanos. Siempre es buen momento para corregir y mejorar. Las oportunidades están allí y no van a tocar nuestra puerta; ¡tenemos que ir y abrazarlas! ¿Lo hacemos ahora?
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