Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Ha sido un verdadero escándalo en Lima el hecho que de ciento cuatro postulantes a la novísima Junta Nacional de Justicia (JNJ), apenas tres, sí, uno más dos o uno punto cinco por dos, alcanzaran nota aprobatoria y por consiguiente accedieran a un ssillón. Entonces, fue el momento en que el peruano comenzó a pensar con el píloro y no con la duramadre, y desde los medios nacionales ha buscado las mil y una formas de culpar al examen y no a la ineptitud del postulante.
Una de las razones por las que le dimos “shut down” al tristemente célebre Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), aparte de la corrupción registrada en los audios de las llamadas telefónicas legalmente interceptadas, es que los niveles de evaluación y acceso eran menos rígidos que concurso de admisión a un centro de estimulación temprana. Por lo tanto, ingresaron personas que no marcaron las directrices para la administración de justicia sino que convirtieron al CNM en algo peor que una parodia política.
Muy a pesar de la oposición en el Congreso de la República, la comisión que diseñó la JNJ decidió elevar los estándares de admisión, y fue una buena noticia que, entre otras cosas, las universidades públicas tuvieran como representante al rector de la Universidad Nacional de Ingeniería, mientras que las privadas lo encontraban en el rector de la Universidad de Piura, o que el examen para elegir a los nuevos miembros fuera elaborado en combinación por la Universidad Nacional Mayor San Marcos y la Pontificia Universidad Católica del Perú, las dos mejor calificadas a nivel nacional e internacional (hablando en términos peruanos, lógicamente).
Entonces, si los estándares se estaban elevando con tal de garantizar la calidad de los nuevos miembros de la JNJ, no se entiende por qué de pronto la tan peruana mediocridad ahora está buscando que quienes no se merecen estar allí tengan una opción. A ver, digo, pensemos en un examen de admisión serio a una universidad seria: si no lograste el puntaje o ya no lograste cupo, te quedas fuera. Prepárate bien para la próxima o aplica tu plan B; pero, no sé de alguna universidad que, atendiendo a razones sentimentales, bajaron la valla, y si alguien lo sabe, avíseme.
Recordemos los últimos concursos de admisión al alma mater piurana en los que antes por cada cupo se quedaban fuera hasta cinco personas, y ahora resulta que se sobran de cupos porque la gente no está bien preparada. ¿Bajar la valla? No, por favor. Si alguien no está listo para asistir a la universidad, no es culpa de la universidad. Aunque tampoco faltará aquel chiste de que otra universidad era tan ‘chicha’ que postulaban ciento veinte y entraban ciento treinta. Sigamos.
Ese truco de bajar las vallas, un truco de mal gusto, sí es una costumbre en los concursos de selección de personal en entidades del Estado Peruano, pagadas con la plata de nuestros impuestos. Acordémonos, si no, de los concursos CAS a entidades locales, que toda la vida están manchados por reglas excesivamente versátiles, con más contorsiones que artista de circo, e incluso empleados que diseñan la prueba, postulan al puesto desarrollando la prueba que diseñaron, y, obviamente, la aprueban con el mayor puntaje. Sí, juez y parte, y con anuencia de sus jefes. No se hagan.
Y atrévete a exponerlos porque el comité calificador te manda hasta cartas notariales diciendo que tú estás equivocado, que no te basas en hechos reales, cuando a tu costado tienes acceso a los datos donde evidentemente no te explicas cómo alguien con 80 puntos en la revisión de hoja de vida no puede acceder a la entrevista personal, mientras que alguien con la cuarta parte que eso sí. No sé, como si en el colegio, le dieran el primer puesto al que jaló cuatro cursos, mientras que el invicto no pasa de año. Más o menos es la misma figura que yo percibo quieren hacer con el proceso de admisión a la JNJ: los mediocres al poder.
Ahora bien, ¿dejarnos bajar el estándar porque la gente no pudo? No, definitivamente no es una opción, y menos aún en el contexto político que estamos viviendo, en el que, gracias a la tecnología, sabemos quiénes y por qué estaban usando puestos pagados con dinero público para servirse personalmente y no para servir a la ciudadanía. Claro que tener una alta nota tampoco te garantiza que seas el profesional idóneo para acceder a un puesto, pero asumamos que quienes diseñaron todo el proceso tienen otros filtros para que llegue quien realmente vale la pena llegar.
Una de las formas en que vamos a progresar como comunidad y país es cuando seamos más exigentes con nuestros propios estándares y nos esforcemos por superarlos, no solo llegar, de forma limpia, como debería ser. Mientras eso no suceda, la corrupción seguirá siendo la santa patrona de nuestra administración pública, la mediocridad seguirá siendo su religión y la mentira seguirá siendo su catecismo. Digo, con mis impuestos no te metas, ¿no?
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