Por: Nelson Peñaherrera Castillo. El paro agrario del lunes 13 de mayo demostró que es capaz de lograr lo mismo que todos los paros agrarios sin excepción: bloquear carreteras y malograrle el día a todo el mundo, especialmente quienes tienen que trabajar o hacer algo urgente en las ciudades próximas. Como consecuencia, sus reclamos, legítimos o no, han pasado a tercer plano. La gente que no es campesina quería llegar a su punto de destino por la razón que sea, y aún más.
En efecto, si se pregunta a un ciudadano o una ciudadana de a pie qué recuerda del paro agrario, responderá que recuerda el bloqueo o que se tuvo que quedar a la fuerza en su ciudad, o a la deriva en una carretera cerca y lejos de la nada; pero si uno le pregunta cuáles de sus reclamos recuerda, la verdad es que no tiene respuesta. Primera conclusión: la medida, desde el punto de vista de lo comunicativo, lo propagandístico, ha sido un fracaso.
Mas bien, esta edición del paro agrario se prestó para que el campesinado saque su lado más ruin posible: una persona con cáncer y que urgía hacerse una consulta médica en Chiclayo fue impedida de pasar por los manifestantes apenas había llegado al bloqueo por el peaje de Catacaos. Para su buena suerte, el personal de salud supo mantenerlo estable; pero, si algo hubiera salido mal, ¿qué dirían los dirigentes? ¿Tendrían la conchudez suficiente de echárselo como saldo al gobierno cuando quienes cometieron el delito de exposición al peligro han sido ellos?
Otra imagen inadmisible: cientos de madres con niños y niñas en brazos, y aún gestantes caminando por las carreteras entre piquete y piquete. Es cierto que en el campo son especialistas en encubrir delitos relacionados con la violencia de género, ¿pero por qué hacer a esas mujeres doblemente víctimas?
Alumnos de un colegio secundario de Pueblo Libre, Lima, que vinieron por viaje de promoción a Piura se quedaron varados por todo un día y perdieron sus reservaciones debido a la paralización. Aunque, hay que decirlo, la noticia ya se sabía, así que si los docentes no supieron prever, en parte también es su responsabilidad; sin embargo, al día siguiente, y aparentemente producto de los bloqueos, una persona que iba en una motocicleta falleció cuando se estrelló junto a otra sobre un montículo de tierra dejada por manifestantes en la carretera Piura-Chiclayo a la altura del distrito de Cura Mori.
¿Otra perla más? Sí. Uno de los manifestantes en un bloqueo de Marcavelica pidió en mi cuenta de Facebook a sus dirigentes (dudo que tenga alguno siguiéndome) que vigilen a los piquetes porque se había detectado que agricultores o simpatizantes de los agricultores… ¡estaban cobrando cupos para que la gente siga a pie! Sí, ¡cupos! O sea, mismo sindicato que marcha con sus varas de madera en mano, o como los grupos al margen de la ley que controlaban vastos territorios en nuestra Amazonia durante la década de los 80.
"PARO AGRARIO ¡¡¡ATENCION DIRIGENTES AGRARIOS!!! CUIDADO CON LOS VIVAZOS EN ALGUNOS PSEUDO PIQUETES ESTAN COBRANDO CUPOS PARA DEJAR PASA, PERJUDICANDO A LOS PASAJEROS QUE QUIEREN LLEGAR A SU DESTINO", escribió en mi muro. Disculparán las mayúsculas y los errores de mecanografiado, que conservé para ser lo más fiel posible y para que ustedes saquen línea cómo el asunto se salió de control, salvo que ésa haya sido la orden. Por cierto, ¿a dónde fue el dinero “recaudado”?
Y el gobierno brilló por su ausencia. Si bien la protesta es un derecho constitucional, cuando choca con los derechos de otras personas que tienen que ganarse el día porque en este país quien no trabaja no come, definitivamente exige que las fuerzas del orden pongan precisamente eso: orden.
Recuerdo que uno de los años, el paro agrario consistió en una larga línea de personas gritando sus arengas a ambos lados de la carretera Panamericana, pero dejando pasar a los vehículos. O sea, si alguien no se dio por enterado de que había una protesta, imposible, y lo que vino a continuación fue una fuerte corriente de opinión pública que hizo reaccionar al gobierno. Pero, el método violento, porque fue violento, nunca va a poner el foco en los reclamos; lo que va a conseguir es que el campesinado se gane un enemigo gratuito: la ciudadanía que no trabaja y no depende directamente del campo (lo que sería un acto de soberbia extrema porque todos y todas comemos lo que el campo produce).
Y, ojo, dirigentes afiliados a la Convención Nacional del Agro, Conveagro, una de las organizadoras del paro, ya dijeron que si en dos meses el gobierno no atiende su pliego de diez pedidos nacionales y como una treintena de adicionales según la región del país, van a desabastecer de alimento a las ciudades. O sea, al mismo estilo Holofernes, la estrategia sería… ¿matarnos de hambre? Eso se llama chantaje, señores y señoras. El chantaje también es delito.
Ah, y no olvidemos que durante el paro del 13 estuvimos prácticamente secuestrados en nuestras ciudades, sin poder salir de ellas, y parece que en dos meses el secuestro será indefinido. Y el secuestro es otro delito. Como consecuencia, y como es natural, el martes 14 mucha gente en las ciudades amaneció con miedo a quedar varada en las carreteras o seguir detenida a la fuerza en sus espacios urbanos. Cuando el miedo se convierte en una forma de obtener poder también es delito, y uno cuya sola mención sería feo de recordar, pero, ¿eso es lo que pretende conseguir el campesinado?
Me gustaría saber quién asesora a quienes convocaron el paro porque, en base a lo que los mismos dirigentes dicen en vivo y sin editar, es evidente que alguien se está aprovechando de su desesperación y su poco manejo de datos comprobados para hacerles patinar en cadena nacional. Por ejemplo, en la sierra central, salieron con el viejísimo cuento de que les van a privatizar el agua, y nadie ha dicho nada de eso. Pero como en la psicología de grupos, la gente repite lo que le dicen, y quien lo cuestione pasa por callejón oscuro, entonces se termina validando una mentira como verdad. Mejor dicho, se entra en los pantanosos terrenos de la posverdad: lo que digo es cierto, no lo que es al margen de lo que diga.
¿Acaso la tarifa del agua para la agricultura y la ganadería no la terminan regulando las juntas de usuarios de los distritos de riego, que han sido las co-convocantes al paro? ¿Acaso esas juntas de usuarios no son entidades públicas sino privadas? Ya pues, entonces, ¿quién está privatizando el servicio, en realidad? Claro, el agua es un bien público, pero son las juntas de usuarios las que en el campo tienen la concesión de uso.
Una persona que observaba el paro conmigo soltó algo que amí también me encendió una luz roja: “eso parece ensayo electoral”. A ver…. Tenemos un pliego de 40 pedidos, algo que en términos prácticos no lo va a resolver esta gestión, y están yéndole al todo o nada, al estilo Las Bambas; entonces, si la intención es abrumar al gobierno con una biblia de demandas, está claro que por ningún lado hay intención de diálogo, sino de dejar a la gestión como incapaz y lanzar a algún mesías. ¿O van a decirme que Las Bambas, que todos los días inventa un pedido nuevo, tiene la clara intención de dialogar para resolver? Allá la cándida paloma que aún crea en el Día de Inocentes.
Y si nos salen con que los agroexportadores son malos por ser capitalistas y los microagricultores son buenos por ser el proletariado, ya podríamos sospechar quién anda moviendo las tramoyas en nuestras narices. En Las Bambas han quedado indicios de su influencia, por si acaso; si no, revisen las transcripciones y el historial alrededor de sus asesores recientemente liberados.
Sí, sueno duro, y no disimulo que un justo reclamo del campesinado pueda estarse contaminando con agendas subliminales o que sirva para acunar conductas delictivas, como la de los cupos o negarle a un convalesciente a que vaya a su tratamiento. ¿O qué pasaría si se lo cobran o le cortan el paso al propio campesino? ¿No se sentiría impotente por la injusticia?
Entonces, la reflexión va por ahí: ¿vale la pena devolverle a la ciudadanía el mismo daño que ellos dicen haber recibido? No, al gobierno no le afecta el paro porque igual ellos siguen cobrando a fin de mes. Bajará en las encuestas, pero más allá no hay consecuencias críticas. Sin embargo, a gente que se gana el diario en otros sectores, especialmente el privado, donde te descuentan por todo (especialmente a los jornaleros que trabajan en los fundos agrícolas, que son privados), sí hace daño. Y si ésa es su manera de generar corrientes favorables de opinión pública, van pésimo. No han aprendido nada de incidencia política: quieren cazar un dinosaurio, pero están golpeando a la lagartija. En algún momento el dinosaurio podría aplastarles o ignorarles… digo, había dinosaurios herbívoros, posible antecedente remoto de los reptilianos vegetarianos. Sigamos.
Reitero: que el agro tiene derecho a reclamar mejores condiciones para competir de igual a igual con las importaciones, sí, totalmente de acuerdo. No puede ser que en una economía de libre mercado, el estado privilegie soterradamente a un pequeño grupo en perjuicio de una mayoría. Alguna herramienta legal podría revisarse o activarse para que, como dijo uno de los dirigentes agrarios, “la cancha esté pareja”. Lo que sí no puede dejar el campesinado es que sus espacios de protesta se usen para cometer ilícitos, delitos, faltas, acciones que ponen en riesgo la vida de todo el mundo.
Es más: no se pueden dar el lujo de invocar el 13 de mayo (el resto se acuerda de la Virgen María), porque probablemente ustedes sí sepan qué reclamaban pero el resto no. Y se trata de llegar al resto, salvo que al resto solo lo vean como cajero automático, y por allí comienza la desunión. Si quieren respaldo ciudadano, una campaña sostenida en los medios nacionales, regionales y locales, con argumentos sólidos y convincentes hubiese sido la mejor salida. Sí, es más esfuerzo, pero quien diga que el músculo sale a la semana de cargar ochenta kilos, miente.
Por último, como todo en este mundo, la agricultura tiene que pensar en un nuevo paradigma teniendo en cuenta que ha aparecido la tendencia de que incluso las personas en la ciudad produzcan su alimento orgánico en el jardín de su casa. O sea, se evitan de ir al mercado. ¿Cuál es su plan ante esta creciente realidad? ¿Destrozar propiedad privada? Eso es agricultura familiar también, algo por lo que ustedes le desgraciaron un lunes de mayo a catorce departamentos de los veinticuatro que tiene el Perú.
Hasta que eso sea una costumbre generalizada, está claro que dependemos de su trabajo, y qué bueno que eso suceda porque el Perú es tan megadiverso, que es un pecado no estar bien alimentados y alimentadas con todo lo que nuestro hermoso país produce; pero, sí, mi gente campesina, van a tener que ponerse más creativos que esos opositores y esas prácticas que quieren revertir. Más de lo mismo aburre y termina generando una brecha que ustedes no se merecen. Aprendan a manejar su poder, hágannos sus aliados de manera inteligente. Posiblemente podamos compartir soluciones que nos van a convenir a todos y todas, y que el gobierno no tendrá más remedio que aceptar. Ahora ustedes tienen 60 días –bueno, cincuenta y tres- para poner sus barbas en remojo.
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