Por: Nelson Peñaherrera Castillo. El lunes 30 de abril por la madrugada, el presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, nos sorprendió a todos y todas en el continente indultando al líder opositor Leopoldo López y encabezando un alzamiento con apoyo de algunos militares y parte de la ciudadanía de su país. Las acciones comenzaron en Caracas, la capital, y se extendieron por 24 estados de la nación dejando al cierre de esta columna, cinco personas fallecidas y decenas de heridos, entre ellos un reportero gráfico.
Este nuevo intento de reinstaurar la democracia ha sido llamado Operación Libertad, en alusión al estilo dictatorial que Nicolás Maduro ha adoptado para gobernar el país donde los derechos de la ciudadanía están a merced de la cúpula de gobierno, que tiene una fuerte influencia militar, y de una crisis económica que tiene una inflación de siete dígitos (ni Perú en sus peores épocas) logrando el desabastecimiento de casi todo. Ni siquiera el petróleo, la mayor materia prima del país, ha podido evitar la hecatombe, debido a la mala administración iniciada por Hugo Chávez, en 2001, y que consistió en nacionalizarlo todo, exppropiarlo todo, clientelizar todo y tener una suerte de neocolonialismo en base al subsidio de hidrocarburos a naciones más pequeñas o ideológicamente alineadas con un supuesto socialismo evolucionado, que no es otra cosa que populismo y abuso.
La convulsión ha provocado el exilio de más de tres millones de venezolanos y venezolanas a varias partes del mundo, pero en particular a los países vecinos. Perú es uno de los que más refugiados tiene (debajo de Colombia), superando los 700 mil, que han llegado en oleadas: la primera y la segunda han logrado insertarse laboralmente y en algunos casos convalidar sus títulos para hacer carrera profesional en nuestro país, activando un nuevo segmento de mercado, por si nadie se dio cuenta; la más reciente ya no ha encontrado oportunidades y está transportándose incluso a pie y sobreviviendo de la caridad de nuestra gente, como sucede por la transversal Enrique Palacios, en Sullana, donde la mayor parte de recién llegados venezolanos se ha concentrado.
El objetivo de Juan Guaidó y la Asamblea nacional venezolana (el equivalente a nuestro Congreso de la República), que se opone al régimen de Nicolás Maduro, es precisamente promover su salida del poder e iniciar una transición democrática que arranque con un nuevo proceso electoral para cambiar autoridades a todo nivel, 30 días después de la eventual salida del líder venezolano oficial.
Aunque lo de oficial es relativo puesto que medio centenar de naciones libres (Perú y toda la Unión europea, entre ellas) han reconocido a Guaidó como presidente legítimo, mientras que cuatro países (Bolivia, Nicaragua, Rusia y Turquía) reconocen a Maduro. La sorpresa ha sido China, usual aliado de Maduro, que el viernes ha dicho que aboga por una transición democrática en Venezuela, donde se privilegie el interés de la población y –dicen entendidos- se garantice el pago de la deuda que tiene con Pekín al margen de quién esté a la cabeza. Y la deuda es millonaria.
La crisis también ha agudizado la tensión entre Estados Unidos y Rusia que comenzó luego de la supuesta intromisión de la segunda para que Donald Trump llegue a la Casa Blanca en 2016. Estados Unidos ha acusado a Cuba de prestar asistencia militar y paramilitar al régimen de Maduro, y Rusia ha exigido a Washington que se mantenga al margen, aunque están dialogando sobre el asunto, según fuentes diplomáticas. En ese contexto, varias naciones, incluyendo Perú, han conformado un bloque llamado el Grupo de Lima, que busca una salida, mejor dicho la salida de Maduro por vías democráticas. El Grupo se reunió el viernes en nuestra capital nacional y exigió al dictador venezolano que se vaya de una buena vez , respete la vida de Guaidó, y a Rusia que favorezca el proceso de transición.
Alrededor de esos embrollos, están los exiliados venezolanos, quienes deben vérselas para rehacer su vida lejos de su patria, como dije, en casi todo el mundo, pero especialmente en las Américas, y con mayor énfasis en Sudamérica, que es lo más cercano a su patria, en términos geográficos. Donde están no la tienen fácil porque han de enfrentar diversos tipos de dictadura.
El Chavismo
Como dije arriba, la crisis económica en Venezuela ha provocado el desabastecimiento de casi todo, en especial alimentos y medicinas. Nicolás Maduro se ha opuesto en muchas ocasiones al ingreso de ayuda humanitaria internacional llegando a la crueldad de presuntamente quemar un camión cargado con ella y listo para circular, en la frontera con Colombia. A regañadientes ha aceptado que la Cruz Roja Internacional ayude humanitariamente a la nación, pero todo está sujeto al control de su cúpula.
Los afectados con sus vaivenes de poder no son solamente los venezolanos que tuvieron que quedarse dentro de su país porque no tienen opción a nada, sino también los exiliados en diáspora. Por ahora, todos ellos son víctimas del apagón informativo que el régimen de Maduro ha impuesto a los medios de comunicación que transmiten o que se captan en Venezuela, cortando varias cadenas de cable o tratando de bloquear las redes sociales, y evitando que se escape información de lo que realmente sucede dentro de ese país para que el mundo solo tenga la versión de la dictadura. Algunas cadenas y agencias de noticias están haciendo magia tecnológica para tener enlaces continuos con Caracas, al menos, y poder acceder a los hechos en vivo tanto como les sea posible.
Varios venezolanos refugiados en Ecuador y Perú me han contado que están desesperados porque no saben absolutamente nada de su país, excepto por lo que emiten las cadenas de cable (que sí podemos ver acá con toda libertad), los sitios web de noticias y las redes sociales. Y la poca comunicación que pueden tener con sus familias debe hacerse con sumo cuidado puesto que temen algún tipo de espionaje, que puede terminar en consecuencias funestas para la gente que aún está allá adentro.
La xenofobia
Como si ignorar lo que pasa en su país no fuera suficiente, muchos refugiados venezolanos siguen enfrentando la discriminación racial y laboral en los países donde llegan. Mientras los locales les ven como carne de cañón o carne de deseo, les someten a un humillante trato en los empleos que pueden conseguir, léase un pago de hambre, muy por debajo del que exigiría cualquier habitante local, pero que para los empresarios locales ha resultado ser una jugosa mano de obra barata. Por lo menos en el caso peruano, el Ministerio de Trabajo ha anunciado que va a sancionar a las empresas que contraten a personas extranjeras en condiciones de esclavitud o semiesclavitud.
Para seguir hablando del caso peruano, encima, muchos usuarios de redes sociales las usan para insultarles, engañarles con ofertas de empleo fantasma o disfrazadas, inventar y difundir las noticias falsas más febriles (mucha telenovela que consumimos, pues), o tratarles como esclavos y esclavas sexuales a secas. Y ojo que no solo me refiero a los heterosexuales; la comunidad LGTBIQ peruana tampoco se queda atrás, así que no se rrasguen las vestiduras ni apunten sus dedos acusadores: revisen las cosas que ponen en los grupos de Facebook orientados a venezolanos y verán a qué me refiero.
La propaganda
El conflicto entre chavismo y oposición en Venezuela, como dije antes, se ha proyectado a las grandes potencias y ésa es una bronca aparte. A los dimes y diretes entre la gente de Maduro y la gente de Guaidó, ahora le agregamos los cruces entre Washington DC, Moscú y La Habana. Solo esta semana, Estados Unidos la hizo linda al asegurar que Maduro estaba negociando con ellos su huida de Venezuela, pero que a última hora Rusia lo bajó del avión con maletas y todo. La nación de los zares y bolcheviques ha dicho que esto es falso y Maduro también, y que pronto revelará los nombres de quienes llama “traidores a la revolución”.
¿Y cuán amigable es Estados Unidos con los exiliados venezolanos? Según personas ligadas a la oposición venezolana, Donald Trump se ha comprometido a resolver el problema directamente, pero por otros canales ha anunciado que piensa cobrarle una tasa a todas las personas que pidan asilo político a su gobierno. La pregunta es si los venezolanos que escapan de Maduro también van a pagar tal tasa, sin contar un bono que ha propuesto para todo inmigrante que le será devuelto cuando abandone los Estados Unidos. Trump, quien se caracteriza por hablar cada despropósito, no ha dicho nada al respecto y su posición es altamente desconfiable, como lo ha descubierto el diario The Whasington Post, que le ha contabilizado hasta diez mil declaraciones falsas o engañosas en sus primeros 800 días de gobierno.
Y Trump no es precisamente un ejemplo de empatía, si no, miren cómo trata a los migrantes que intentan ingresar a su país por la frontera con México. Claro que son ingresos ilegales, pero la forma cómo se les trata una vez que son capturados en territorio estadounidense pone a Perú en altísimos estándares de derechos humanos. Sí, yo siento que en eso, la administración Trump tiene que aprender mucho de la política peruana. Tenemos para darle cátedra.
Pero volviendo al tema de los refugiados venezolanos, ¿es el voluble Trum su aliado fuerte en los Estados Unidos? Ahí lo dejo. No sé. Más fuertes me parecen Duqque en Colombia, Moreno en Ecuador, Macri en Argentina y Vizcarra en Perú. Por lo menos, sus posiciones han sido firmes y coherentes favoreciendo a los migrantes y refugiados. Y,ojo, el problema humanitario es común a todos ellos.
En todos los países que ellos gobiernan, el tema de la migración se ha salido de control no porque al venezolano se le ocurrió salir a pasear a ver qué hallaba, sino porque la situación dentro de Venezuela es aún insostenible, inviable, y Maduro es el culpable de ello. Hay que tenerlo clarísimo y no repetir las tonterías que aparecen en redes sociales.
Ah, como cereza al pastel: Trump ha declarado el viernes que, tras conversar con su homólogo ruso, Vladimir Putin, Moscú ha manifestado no tener intención de intervenir en Venezuela. El parlamento ruso dice otra cosa. ¿Cuál es la verdad? Por eso se llama propaganda, publicidad de ideas con un fin político, geopolítico o social definido por una estrategia. ¿Cuál estrategia? Ya nos enteraremos.
Casi una conclusión
Me da risa escuchar que muchos peruanos dicen a espalda de los venezolanos que si quieren el retorno de la democracia en Venezuela que se regresen a su país y lo hagan. Muchos venezolanos piensan exactamente igual, pero el hecho es que no pueden porque no tienen el dinero suficiente o porque sus vidas corren riesgo si regresan, y especialmente lo segundo. Y ese retorno depende en gran medida de cómo les estamos tratando ahora, y es algo que Maduro nos enrostra cada vez que puede y tiene razón: nosotros maltratamos al migrante venezolano. Y el colmo es que hay peruanos que tienen casi el desparpajo de acusar a los venezolanos de malagradecidos con nuestro país. ¿No somos los peruanos realmente una enciclopedia completa de una mala salud mental? Bueno, ése es otro tema. De hecho un venezolano que aún está en su país me dijo por Facebook: “No quiero irme porque ttengo miedo que me maltraten”.
El caso es que la lucha de Venezuela por recuperar su democracia, si tanto nos duele, nos incomoda o es más molesta que un barrito ahí donde están pensando, ya no es un asunto estrictamente venezolano; en cierto modo tenemos que hacerlo nuestro. Y las tres formas útiles de contribuir desde nuestra posición es siendo amables, educándonos más sobre sus razones y educando al resto sobre ellas, y/o hacernos activistas en cuanto espacio tengamos a mano.
Les apuesto que si Maduro detecta que su gente exiliada tiene el respaldo de la población que la acoge, se la va a pensar dos veces. Mirará a Rusia, mirará a Cuba, a China ya no porque ni le sube ni le baja el dedo; pero, o comienza a bajarle dos rayitas, o termina yéndose del poder. Si eso pasa, hay transición, y si la situación socioeconómica mejora en Venezuela, los venezolanos agarrarán sus cosas y se regresarán. Está clarísimo que aquí no se quieren quedar, pero eso no justifica que les maltratemos. Miren a nuestros gobiernos cómo, sin ser su rollo, están trabajando al respecto.
La gente de Venezuela dentro y fuera de su patria está sufriendo todo tipo de dictaduras. No me parece sano que también nos sumemos a esas dictaduras sino que las combatamos. No nos hace menos patriotas; nos hace más seres humanos. Llegará el día en que la tortilla se nos voltee, y comenzaremos a buscar refugio afuera, y probablemente tengamos que tocarle la puerta a un venezolano o una venezolana. ¿Tendremos la cara de pedirle solidaridad y respeto?
Y como me lo dijo un venezolano, la mejor forma de evitar que caigamos en la crisis que sume a Venezuela es siguiendo las noticias sobre lo que pasa allá. Ojo que ellos en su desencanto por la clase política que eligieron, terminaron poniendo en el poder a un extremista como Chávez, y comenzó su debacle. Acá en Perú, la derecha está planeando tener un ala extrema que va a sonar fuerte y moral, pero será más de lo mismo, porque Venezuela nos enseña que los extremismos solo sirven para acunar a corruptos, delincuentes y tiranos. Perdonen, pero ésa no es la democracia que quiero para Perú, así que en la medida que contribuyamos a que Maduro coja sus cositas y se largue, contribuímos a darle un mensaje fuerte a los extremismos: no son adecuados, no son sanos, no son democráticos, no son honestos, no gracias.
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