Por: Nelson Peñaherrera Castillo. El miércoles, tras conocerse los resultados de las elecciones de medio término en los Estados Unidos, el presidente Donald Trump compareció ante los medios. El martes, millones de estadounidenses decidieron que la Cámara de Representantes (o congresistas) estaría bajo el control del Partido Demócrata, el opositor a Trump, mientras que el Senado tendría mayor control del Partido Republicano, el grupo que muy a su pesar llevó al empresario y celebridad de la tele a la Casa Blanca.
Ante este escenario, será complicado -dicen analistas- que Trump pase muchas leyes que buscan garantizar la política proteccionista de los Estados Unidos (lo que ha generado un conflicto con China) a costa de los derechos de las minorías, en especial de los latinos a quienes acusa de ladrones y depravados sexuales, y los musulmanes a quienes acusa de terroristas. Éso sin contar a las mujeres de quienes se ha expresado en términos muy infelices.
Y como el karma existe, pues que en la renovación del Legislativo han sido electos más latinos, un par de musulmanas, una indígena y mas de un centenar de mujeres. Ya sabes, escupe al cielo que en la cara te cae.
Pero regresemos a la conferencia de prensa del miércoles. Jim Acosta, corresponsal principal de la CNN en la Casa Blanca, quiso cuestionar a Trump sobre las declaraciones que tuvo y tiene sobre la caravana de migrantes que partió de Centroamérica con la intención de cruzar sí o sí la frontera entre México y Estados Unidos. el presidente de la segunda nación dijo que en el grupo de unas cinco mil personas hay de delincuentes para abajo, y uno que otro terrorista asolapado. Todos los medios de comunicación que están siguiendo la caravana han demostrado que se trata de personas casi sin ningún bien, con hijos a cuestas, e incluso en sillas de ruedas, avanzando como sea, aunque al cierre de esta columna estaban estacionados en la Ciudad de México.
Trump ha calificado la caravana como una invasión, y Acosta, el reportero de la CNN, le preguntó por qué la calificaba de esa manera. El mandatario, quien de buenos modales sabe lo mismo que yo sobre cómo manejar una avioneta, trató de cortarle la intervención en forma muy abrupta, y por último hizo que le quitaran el micrófono con que estaba hablando, algo que ha generado la protesta de la cadena de noticias (viola un derecho constitucional) y la protesta de varios colegas y medios no solo en esa nación sino alrededor del mundo.
Datito que viene al caso: Durante la semana pasada, hemos estado reportando paquetes bomba o con polvos medio extraños enviados por un supuesto simpatizante de Trump a varios demócratas y las sedes de la CNN en Nueva York y Atlanta. El presidente estadounidense ha dicho, en buen romance, que la culpa es de la propia CNN por difundir "noticias falsas".
La conducta del mandatario confirma su actitud dictatorial, algo totalmente inconsistente con la idea de democracia -bueno, idea relativa- que los Estados Unidos se ha esforzado por vender casi desde su independencia en 1776. Incluso la prensa, si bien ha sido vista por muchaas administraciones como una piedra en el zapato, tampoco ha sido arteramente silenciada o atacada como sí ha pasado con Trump (ni siquiera en los tiempos de Nixon cuando el escándalo Watergate), quien echa la culpa a los medios de comunicación por sus dislates.
No sé si lo de Acosta es la gota que derrama el vaso, porque para una persona tan egocéntrica, antisocial, tóxica, éso le va y le viene, pero sí es una conducta que vemos repetirse en muchas personas que alcanzan el poder nacional, regional o local con nuestros votos.
Haciendo a un lado la salud mental de quienes alcanzan el poder de esta manera, análisis que prefiero dejárselo a quienes saben, sí es evidente que de pronto se han puesto de espaldas al uso democrático actual, y en lugar de ser más horizontales, empáticos y transparentes, se han vuelto más verticales, antipáticos y herméticos. Y Piura no escapa a lo que parece ser una suerte de epidemia.
Desde autoridades que se aferran al cargo con uñas y dientes y la ayuda de algún abogado experto en leguleyadas dilatorias hasta los que golpean policías para entrar a despachos de los que fueron suspendidos, pasando por quienes se reúnen en secreto para decidir el destino de las propiedades públicas, la tendencia parece ser feudalizar las instancias de gobierno, como si cierto tipo de hacendados jamás hubieran sido desterrados por una mal aplicada reforma agraria.
Pregúntale a tu abuelo: en la hacienda, la palabra del hacendado era la ley por encima de cualquier ley, y pobre si la contradecías porque el castigo solía ser muy duro. Y la literatura peruana desde mediados del siglo XIX tiene varios relatos en los que se describe prolijamente esos usos y costumbres que, de pronto, han resucitado, y se muestran en vivo, en directo, en super alta definición, y a un click de distancia.
Obviamente, como ciudadanía nos toca exigir que esa horizontalidad, esa empatía y esa transparencia (como lo comenté la semana pasada) no se pierdan sino que se cultiven favorablemente para que el proceso de toma de decisiones sea altamente participativo y dentro de los cauces legales correspondientes.
Pero, involucionar a la feudalización de la política es un lujo que no debemos permitirnos, lo mismo que tampoco debemos dejarnos inundar por el populismo que nos hace creer que todos estamos invitados cuando en realidad solo se benefician cuatro gatos. ¿Ejemplo? Nicolás Maduro y sus seguidores, que parecen estar a la antípoda de Trump, pero no son más que dos individuos de la misma especie.
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