Por: Nelson Peñaherrera Castillo. El fallecimiento de Eyvi Ágreda Marchena, la mujer que se negó a satisfacer el capricho machista de un acosador y terminó quemada viva, debe llevarnos más allá de la tristeza y la indignación. Nos debe llevar a una acción inteligente y duradera que pasa por marcar los límites de lo soportable, y la violencia de género -sea del tipo que sea- los rebasa con creces. Y esta época de rostros y promesas es particularmente oportuna.
Por lo pronto, lamentable la opinión del presidente Martín Vizcarra quien calificó el deceso como un "designio". Él es el presidente de este país, y más que poner su cara y voz de bonachón incompetente, debería imponerse contra todos los intereses antigénero (disfrazados como provida) y luchar por un sistema educativo en el que no haya eufemismos y se llame a las cosas por su nombre: la violencia de género es violencia de género, y no simples agresiones contra la mujer o quienes se les considere "débiles" en los códigos culturales machistas.
Del mismo modo, mandar al diablo al Congreso de la República y aplicar el enfoque de género como eje transversal en todas las políticas públicas. Y a quien no le guste, que renuncie. Se trabaja mejor con dos o tres convencidos que con una manada de descontentos.
Del mismo modo tener políticas claras que prevengan y combatan la discriminación en todos sus tipos. No es mucho pedir; hay formas eficientes que dependen más de personas que de sistemas, y, como dije antes, esta época es propicia.
Como sabemos, estamos ya en el carril de partida de las campañas a elecciones municipales y regionales en todo el Perú. No es mala idea que todas las candidaturas, aunque sea al distrito más pequeño, deslinden públicamente su posición sobre este problema.
Y no solo se trata de un buen discurso. Deben investigar sus listas cuidadosamente y detectar si entre sus postulantes hay personas con este tipo de antecedentes (en realidad, si entre sus antecedentes hubiera cualquier tipo de ilícito): violencia física, violencia sexual, violencia psicológica, violencia económica, trata de personas, acoso en cualquiera de sus formas.
Y ya que repetimos la palabra violencia, sin esperar la firma de un pacto ético (que nunca se cumple), toda campaña tiene que comprometerse a evitar al máximo o totalmente los escenarios en que la violencia y la discriminación son parte del discurso, la propuesta y la promesa; y si alguien no tiene el ánimo de seguir esa línea, lo sentimos, hasta aquí nomás. Gracias por ser parte del proyecto, suerte haciendo grupo de a uno de aquí en adelante.
(Personalmente, si me dices que apoyaste "Con mis hijos no te metas", no votaría por ti ni amenazado de muerte.)
Por supuesto que algo mejor que significativo es incorporar dentro de los planes de gobierno la prevención, promoción y prosecución de la violencia de género dentro de las competencias de los gobiernos locales y regionales. Si no hay instrumentos legales, crearlos; si los hay, revisarlos e implementarlos, si acaso no es necesaria una adecuación previa.
(Recordemos que Sullana tiene una ordenanza antidiscriminación, la 013-2008/MPS del 16 de julio de 2008, que nadie quiere implementar, y la pregunta sería por qué y a cuenta de quién o quiénes.)
Las campañas deben evitar el miedo a los matones enquistados en el ámbito educativo y de la salud, quienes se oponen a la implementación de contenidos y procedimientos donde se hable abiertamente de la equidad e igualdad de género (no es lo mismo), la igualdad de oportunidades, el respeto mutuo, las relaciones interpersonales asertivas y la cultura de paz. Y no deben tenerles miedo porque esos y esas que se oponen son quienes, por lo general, tienen oculta o guardada una historia de violencia que temen reconocer y curar: la sociedad no tiene por qué cargar con sus taras; debe combatirlas.
Y no tener miedo de señalar los casos de violencia de género y todo tipo de violencia en general.
(El distrito de Santa Anita, en Lima, acaba de ordenar una multa de 4150 soles, unos 1200 dólares al cambio actual, a los acosadores callejeros)
En la medida en que nos quedamos en silencio, que esperamos a otra persona para que sí levante la voz (y le caigan los garrotazos), o que preferimos que las cosas "se calmen", estamos macerando esa masa incandescente que en algún momento hará erupción, y erupción explosiva encima.
(El prestigiado The New York Times acaba de calificar a "Los Monólogos de la Vagina", la celebrada pieza escrita por Eve Ensler, como una de las obras teatrales más destacadas en la historia de los Estados Unidos.)
Porque la campaña no se trata de que el electorado les dé un like o un voto; se trata también de qué va a dar la campaña a la comunidad ya no en términos materiales sino en términos de civilización y civismo (tampoco son lo mismo).
El caso de Eyvi Ágreda podría seguir su curso hasta que se le haga justicia como se debe. Que ese episodio nos haga pensar que las próximas víctimas pueden ser los niños y los hombres, las niñas y las mujeres de nuestros entornos, y ellos y ellas en general aunque no les conozcamos.
En la medida que actuemos para parar este flagelo, aunque sea con una pequeña acción, marcaremos una diferencia y valdrá la pena haber luchado, aunque nadie vote por ti. Una vida vale más que un voto.
(Ya pues, hazte una.)
(Opina al autor: síguelo en Twitter como @NelsonSullana)