Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Una de las primeras cosas que te entrenan -y en las que yo también entreno- cuando preparas cualquier estrategia de incidencia de medios es el poder de la concentración de mensajes: cuanto más enfocado y claro esté aquéllo que queremos decir, cuánto más se hará comprensible por el público al que queremos llegar. Al fin y al cabo, necesitamos adhesiones, no lo opuesto.
No es nada nuevo; la buena (dije buena) publicidad usa este principio a diario, y éso explica por qué no solo se nos pegan ciertos eslógans sino por qué terminamos prefiriendo ciertos productos o servicios de forma casi inconsciente (teoría del posicionamiento, le dicen).
¿Pero qué pasa cuando no tienes un mensaje claro o tienes una diversidad de ellos? Si no tienes un mensaje, olvídate, no le pegas a nada aunque esté en tus narices, y lo que terminas es convirtiéndote en la piñata de tus opositores y de la opinión pública; y cuando tienes mensajes diversos, no queda claro qué querías decir, y también terminas siendo la piñata de tus opositores y de la opinión pública.
El gran problema es que los gestores locales de campañas sociales todavía no han interiorizado en éso de que 'menos es más', y se lanzan con una retórica que ni ellos mismos entienden o la entienden al revés, que es lo mismo en resumidas cuentas.
El lunes hubo un paro en todo el valle de San Lorenzo para reclamar por el alza de la tarifa del agua, por el mal precio del arroz, por las obras de reconstrucción, por la presunta mala gestión de la Junta de Usuarios local, y en fin, por cada persona que le preguntabas la causa de la protesta, te aparecía una razón totalmente diferente; y en lugar de ser causas acumulativas, resulta que cuando estas personas se juntaban en un foro, prácticamente entraban en modo debate por imponer su razón sobre la otra a pesar que estaban compartiendo el mismo espacio y la misma lucha.
El otro tema es que si tu objetivo era denunciar a tus dirigentes, ¿por qué bloqueaste todas las carreteras? ¿No tendrías que haberte concentrado en Cruceta o colocarte en el desvío de Tambogrande y paralizabas toda una porción de la costa piurana (o sea, cero visión geopolítica), o temías que el respaldo no fuera total como lo anunciaste (las disidencias son admitidas en democracia)
El resto se lo podías haber dejado al poder del Facebook Live, pero siempre con esa perspectiva de la concentración.
El otro asunto es que parece que la diversidad de pedidos se parece un poco a los pliegos presupuestales, en los que pides de más para que te den lo que realmente necesitas. Aquí pareciera aplicar la misma fórmula: haces toda una lista de pedidos a ver si una te chunta y luego salir a decir a los cuatro vientos que tuviste éxito.
Y así no son las cosas: el éxito consiste en darle a un objetivo definido, no disparar a donde caiga a ver si algo cae efectivamente.
Fue precisamente en Tambogrande donde aprendimos hace casi veinte años que cuando te enfocas en una cosa y tu lucha es sostenida, consigues adhesiones y respaldos incluso más allá de tus fronteras, lo que desencadena el resultado que estabas esperando. O sea, la suma suma (o si no, repasen la película Hormiguitaz), y se benefician todos y todas.
Pero, cuando trabajas a la dispersión y a ver cuál te chunta, contentas a unos y desencajas a otros que no ven su meta cumplida contra quienes sí la lograron. El resultado es un caudillo más o menos fortalecido y mucha gente mascullando contra él que, por efecto rebote, termina potenciando a otro caudillo. Junta dos caudillos en un mismo espacio y tenemos mecha asegurada. Más de tres es un ¡kaboom! garantizado.
No es visión apocalíptica, sino nuestro comportamiento predecible cuando no sabemos cómo manejar la frustración y descubrimos que fuimos manipulados por alguien. No digo que en el paro del lunes hubiera un intento manifiesto de manipulación; lo que digo es que fue más de lo mismo y mal enfocado. Como resultado, eres exitoso en algo pero el resto lo dejas desguarnecido, lo que te fermenta más descontento. Salvo que la estrategia sea capitalizar ese descontento, que me parece jugar con fuego con las manos empapadas en gasolina. No tengo que explicar qué pasa en ese caso, ¿no?
El otro aspecto de cualquier protesta, como siempre diré, es que genere simpatía en la opinión pública para que se note respaldo. No como la facción de Pedro Castillo, que se empecinó en ver la herida encima de la cicatriz, y terminó generando oposición en la gente porque ya sonaba a caprichito antes que a demanda justa.
Y ahora que sabemos que de acuerdo a un estudio de la Defensoría del Pueblo, los y las docentes que pararon el año pasado nos deben 30 días de dictado de clases a los y las contribuyentes, dudo mayormente que una próxima paralización dure siquiera un día.
Más bien parece el lanzamiento de una candidatura, y cruzándola con una reciente declaración de Nicolás Maduro, ya nos da una idea de dónde vinieron los fondos de una movilización que nadie llegó a sustentar luego de hacer matemáticas.
Sí, terminé dispersándome también, pero creo que es el mismo razonamiento frío de cualquier persona no comprometida en la lucha, que es precisamente a quienes se debería impactar.
entonces, lo dicho. Protesta sí, pero enfocada y no dispersa. Cuando concentras un haz solar en un punto del papel, haces hueco, pero si lo dispersas en todo ese papel, lo amarilleas a lo más.
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