02
Lun, Dic

Una estrella apareció en oriente... ¡y vaya que lo hizo!

Nelson Peñaherrera
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ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. A diferencia de lo que muchas personas jurarían, me enteré del reportaje de Al-Jazeera sobre los presuntos negocios inmobiliarios del Sodalicio de Vida Cristiana con la banda criminal La Gran Cruz del Norte el miércoles por la tarde, cuando la periodista Paola Ugaz, una de las ganadoras del Premio Nacional de Periodismo 2016 y una de las productoras del material, me llamó a mi teléfono personal preguntando por contactos en prensa piurana.

Ugaz y el periodista Pedro Salinas ganaron la presea nacional tras publicar una serie de reportajes sobre presuntos abusos físicos, psicológicos y sexuales que miembros del Sodalicio habrían cometido contra adolescentes y jóvenes en sus casas de formación, asunto que ya está en manos de los operadores de justicia y que ambos detallan en el libro 'Mitad monjes, mitad soldados'.

Nada más colgué, me metí a la cuenta de Twitter de Ugaz para revisar si tenía algo publicado y de hecho estaba el enlace a la promo (el comercial) de Al-Jazeera anunciando el estreno del reportaje que, en efecto la noche del miércoles ya se estaba viendo en Londres y el resto de europa (tarde, hora peruana). Al día siguiente, el material estaba disponible a nivel mundial en YouTube.

La tarde del jueves, el abogado de la inmobiliaria aludida en la investigación del periodista Daniel Yovera, el otro productor del reportaje, daba su versión en una fanpage del Sodalicio.

Si bien me enteré el miércoles del estreno de Al-Jazeera, cadena de televisión con sede en Doha (Katar), sabía que ya existía una investigación periodística en curso desde fines de 2015 sobre la base de un supuesto tráfico de terrenos en lo que hoy es la urbanización Miraflores Country Club, en Castilla, y en la que más de un periodista estaba siguiendo pistas sin poder publicar nada pues, aparentemente, no había acceso a pruebas (que Yovera consiguió y mostró en la historia), y sin pruebas, nada se publica... aunque a algunos colegas se les olvide ese detalle.

Como me lo recalcó un amigo en Lima, lo que se difundió en ese reportaje es una bomba de neutrones, aunque de medio megatón porque la prensa regional -excepto El Regional de Piura, Radio Cutivalú y algún medio piurano en Facebook que hizo tardío copia y pega de El Comercio- le dio la misma importancia que zancudo picando al gato del dueño de la tienda de la esquina, manteniendo la historia encapsulada en las redes sociales sin darle crédito ni desacreditarla: el informe involucra al propio arzobispo de Piura y Tumbes, por el que se pide en las misas, en presuntos negocios con el líder de la Gran Cruz del Norte.

Como los testimonios del reportaje -un ex policía, un ex maleante y un aún presidente de comunidad campesina- y personas allegadas a entornos judiciales dicen, en el caso no está comprendido el prelado ni nadie de su entorno; incluso alguien me comentó que ya se judicializó y no halló responsabilidades, que es consistente con lo que le dijeron al periodista Yovera en el reportaje.

Las reacciones que vamos oyendo y que oiremos sobre la investigación es que está buscando socavar la fe en Dios, que si las autoridades no hallaron causa para encausar al obispo no hay que buscarle cinco pies al gato, y -esta será la central en las homilías de hoy- que el periodista Yovera es parte de una campaña tendenciosa para atacar al Sodalicio apoyándose en la palabra de delincuentes, como puede extraerse entre líneas del descargo que ya está disponible en redes sociales.

Es más, pronostico que en el más fanático de los escenarios conectarán a Al-Jazeera con su origen en la Península Arábiga (queda en Katar, recuerda), por lo que se trataría de una amenaza musulmana contra el cristianismo, y organizemos las Cruzadas versión 2017. La semilla ya se sembró. Insisto que se escuche una y otra vez el descargo (en la parte final) y se notará el sesgo.

Entonces, vamos por partes.

Quien sienta que el reportaje mella su fe en Dios, le tengo malas noticias. El problema no es el reportaje sino su fe; en realidad, el reportaje ni se mete con Dios (que es el mismo en Katar y en Perú, salvo mejor parecer), ni se mete con la fe. Peor aún, ni se mete con la Iglesia Católica. El reportaje pone en evidencia la presunta inconducta de un miembro de una congregación de la Iglesia Católica y su entorno; es decir cuestiona a personas de carne y hueso en tanto sujetos del estado de derecho y el debido proceso. Y si recordamos que la Constitución reconoce la igualdad de todas las personas ante la ley, no se trata de cargos sino de descargas. Así que esta falacia queda destrozada en primera.

Añado que si tenías fe en los hombres de Dios (y no en Dios), si no me equivoco, se llama idolatría y es pecado-pecado-pecado (a Roger Valle, de Cutivalú, le sale esta partecita).

Sobre que no hay causa para investigar al arzobispo, no está ni en mis manos ni en las tuyas, salvo que seas un fiscal que pueda hallar indicios suficientes para abrir un caso, o seas un juez que considera la existencia de indicios razonables en el expediente fiscal para iniciar un proceso y que las pruebas hablen. Y si hay presiones, como establece el reportaje de Al-Jazeera, tanto el Ministerio Público como el Poder Judicial tienen instancias de control para sustentarlo, recusar si cabe el caso o mantener a cada letrado. Solo quiero recordarles que Perú es un estado laico, así que jueces y fiscales se deben a sí mismos, no a una autoridad suprema extraña a la Fiscalía de la Nación o la Corte Suprema. Ídem allá arriba.

Sobre una conducta tendenciosa de Yovera, la verdad es que quien lo dijo está perdiendo tiempo: debería denunciarlo ante el Comité de ética del Consejo de la Prensa Peruana y sustentarlo, y a ver qué le dicen. Si solo lo dice y no toma medidas, le deja a Yovera el camino libre para contratacar... periodísticamente hablando, quiero decir.

Con opción a equivocarme, hasta ahora el trabajo del periodista ha sido acertado y en todo caso los cuestionamientos siempre han aparecido de las partes que, a la postre, probaron estar en cosas nada santas. Si no, pregúntenle a la mismísima Rosa María Palacios con quien Daniel hizo mancuerna.

Si los espolones van contra Paola Ugaz, les recuerdo que el Instituto Prensa y Sociedad y la Pontificia Universidad Católica del Perú la hicieron co-recipiente del Premio Nacional de Periodismo este año, por lo que -al margen de sus creencias personales- es un alto mérito por su esfuerzo como investigadora periodística, ya que todos quienes hemos postulado hemos sido examinados hasta el cansancio por un jurado interdisciplinar, y no creo que la gente ponga en entredicho su honor y prestigio avalando una mentira. Obviamente, me refiero a lo que ya se publicó sobre el caso Sodalicio antes de Al-Jazeera, que estuvo en concurso.

No se trata de espíritu de cuerpo periodístico, sino de sentido común (aclaro de nuevo).

Finalmente, eso de armar una guerra santa, la verdad me parece un argumento de jardín de infancia, ya que, como dije arriba, estamos hablando de seres humanos que se habrían portado mal y no de una divinidad ni una fe en particular. O sea, si pregonamos nuestro deseo de entrar al primer mundo, usemos argumentos realmente consistentes y exentos de fanatismo.

Y tampoco se trata de estar alegres porque este reportaje se trae abajo un sistema; al contrario. En lo personal me perturba la sola idea de que gente que se supone es guía de la fe de millones de personas pudiera estar transando con presuntos delincuentes a cambio de sostener un negocio para beneficiar ¿a quién? ¡Justo de eso se trata este caso!

Y si el sistema se cae, no es culpa del mensajero sino de quien propició el mensaje.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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