ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. El gran salón de un renombrado club social en la zona norte de Piura está repleto, principalmente, de jóvenes con pinta de universidad privada cercana (cruzando dos calles), quienes corean y aplauden convenientemente: “¡He bajado 17 kilos en un mes”, dice el orador. Pregunto si eso es clínicamente factible. “Sí, por diarrea aguda o por anorexia”, explica nuestro editor científico dentro de mi oreja izquierda.
“Bajar 17 kilos de peso en un mes no es síntoma de salud sino de enfermedad”, me advierte, y me recuerda la sintomatología de varias condiciones inmunodepresoras, o sea, males que te derrumban las defensas al punto que puedes morirte hasta por un resfriado leve.
Estamos en la presentación de productos basados en un fruto que crece al pie de los Himalayas, desbordante de vitamina C y que promete milagros a 500 dólares el ‘pack’ más barato, básicamente milagros, que tiene como segmento a gente que desea preservar su salud y belleza. Eso nos lleva, en primer lugar, a terrenos de la medicina.
Primer dato sospechoso: de acuerdo a lo que cada orador y oradora dijo, nadie tenía una carrera afín, siquiera, a la Salud, aunque sí hablaban de condiciones clínicas adquiridas o preexistentes. ¿Qué diría el Colegio Médico del Perú al respecto?
Segundo dato sospechoso: los milagros a su salud… todo y toda estudiante de primer ciclo de cualquier carrera especializada o afín sabe que la ciencia médica descarta la existencia de milagros, a menos que Milagros se llame la profesional. Insisto, ¿y el colegio profesional correspondiente?
En todos los casos y en tiempo envidiablemente récord, cada persona manifiesta haber incrementado su patrimonio, al menos, unas 100 veces en promedio al extremo de poderse comprar carros del año y hacer paradisíacos viajes a destinos que están a medio mundo de distancia. ¡Qué suerte! ¿No? No lo digo por el viaje, sino porque en términos legales esto se llama desbalance patrimonial sin contar los registros migratorios.
Tercer dato sospechoso: ¿puede darme su nombre para buscar en SUNARP si tiene el carro de marras? ¿Me puede dar su DNI para hacer una búsqueda simple en Migraciones? ¿Podemos auditar su declaración de Impuesto a la Renta del último ejercicio fiscal? ¿Puede probar que los montos, si existen, han sido certificados como libres de sospecha por lavado de activos?
Preguntas que no nos dejarán formular en una típica “capacitación” de un emprendimiento multinivel, es decir, en el que un grupito de personas ponen cierto capital que buscan incrementarlo a costa de gente que se agregue en forma geométrica para ganar más dinero, de tal modo que quienes invirtieron inicialmente viven a costa de puras ganancias, y casi sin hacer mucho esfuerzo excepto el seguir reclutando personas o generando el consumo de un producto a cambio del dinero invertido, si es que existe el producto.
Cuarto dato sospechoso: ¿Por qué no hemos probado el producto anunciado? Más aún: ¿dónde estaba?
Ahora que he tenido la oportunidad de conocer más de cerca cómo funcionan estos negocios, pienso que el sistema multinivel no es ni bueno ni malo, sino que, como toda herramienta, se vuelve bueno o malo según la intencionalidad de quien lo promueve, y es allí donde comienzan los problemas.
Una filosofía predecible
Hasta donde voy entendiendo, poner una multinivel en este país es relativamente fácil: papeleo poco exigente, público ávido de convertir un sol plateado en cientos de miles a como dé lugar, una filosofía que vende la monetarización sin ética disfrazándola de actitud ganadora o de liderazgo.
En el multinivel hay dos tipos de personas: la hábil, que conoce los tejes y manejes del sistema y lo usa eficaz y eficientemente según sus intereses, y la fanática, usualmente llena de vacíos intelectuales, a la que fácilmente se le vende piedras, incluso. Quienes pensamos que todo crecimiento tiene reglas, límites y compensaciones, que lo cuestionamos todo, que confrontamos la información antes de decidir, estamos fuera sea por autodescarte o porque nos descartan.
Tú sabes: nuestra fortaleza intelectual es su debilidad comercial; nuestra amenaza metódica destruye su oportunidad milagrosa.
Así, en un entorno que se dice abierto a todos, existen códigos discriminatorios: ricos y pobres mentales, dice un “coach” que elogia su fracaso y su frustración mimetizándolo de actitud, cuando en el fondo aún no cierra el duelo por no haberse impuesto a la voluntad paterna de ser quien realmente quiso ser. Ni siquiera es un lobo con piel de oveja, sino un lobo que no se ha asumido transparentemente como un lobo; o sea, el conflicto vendiendo soluciones.
Pero nadie acusa recibo de tal disonancia cognitiva; al contrario, prefiere seguir ciegamente (pensando compasivamente) un libreto tan bien hecho que es fácil detectar los requiebres gestaltianos como el ‘timing’, la lógica basada en el viejo modelo Leo Burnett de premisa-problema-propuesta, el sensacionalismo que el maestro Goebbels imprimió a los efectistas discursos de Hitler, y el culto al dios dinero.
Como diría la canadiense Shania Twain en una de sus canciones, “vivimos en un mundo que le enseña a cada niño y niña a acumular lo más que se pueda”, al punto que tenemos una tarjeta de crédito por rosario, un ‘mall’ como templo. Y cierta gente que usa el esquema multinivel lo sabe, no para que la gente crezca sino para que ellos y ellas crezcan monetariamente a costa del resto, sorprendiendo, engañando, ocultando información.
Por lo pronto, en medio de los aplausos y los testimonios bien actuados, esa multinivel que cobró cinco soles la entrada (bajo el pretexto que el espacio cuesta), no le dijo a nadie que la Superintendencia de Banca y Seguros la tiene bajo observación. ¿La sospecha? Presunta estafa.
Agrego que es una lástima que no todo el mundo pueda tener un editor científico sentado a la izquierda para que le diga al oído qué es verdad o qué es mentira; por eso debemos investigar y demandar información real sobre lo que se nos ofrece, las implicancias legales y tributarias que significa, y qué pasa cuando éstas se quebrantan.
Será un milagro si explican sustentadamente cómo saldrán de ese trance… ¿o viajarán hasta el pie de los Himalayas a encontrar iluminación… o refugio?
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