ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. No termino de entender cuál declaración fue la peor, si la del congresista Julio Rosas insistiendo en que hay terapias para ‘curar’ la homosexualidad, o la de Keiko Fujimori, ex candidata presidencial, diciendo –corrijo: vociferando- que era falso que estaba deprimida tras su derrota por medio punto porcentual porque “eso es para perdedores”; lo que sí tengo claro es que detrás hay miedo e ignorancia.
Resulta que Rosas habría usado el espacio del Congreso de la República, que es propiedad de todo peruano y toda peruana, para lanzar la idea de que si te gusta o te acuestas con alguien de tu propio sexo, puedes ‘curarte’, lo que, para la ONG PromSex, equipara a la homosexualidad como una patología o una enfermedad mental que modifica negativamente mi relación con el entorno.
Ahora bien, ¿la homosexualidad es una enfermedad mental?
Como no soy psicólogo, se lo pregunté a Bryan Luzuriaga Solórzano en Piura, quien tiene una licenciatura en esa rama. Me respondió con un No más redondo que mandado a hacer, y Añadió que mi orientación sexual, cualquiera que sea, no tendría por qué llegar al extremo de modificar negativamente mi entorno, a menos que no sea capaz de asumirme o que sea un homófobo, un ser humano que tiene un rencor atroz-lee bien: atroz… bueno, otras confusiones disléxicas podrían entrar también en la discusión, pienso- contra la homosexualidad y contra quienes la practican o la apoyan.
Nuestro editor científico, el obstetra Marco Paulini Espinoza, sugiere que cada vez que oigamos el término ‘patología’ lo asociemos con ‘ausencia de salud’, así que no tenemos que asustarnos ni creer que es mala palabra. Recordemos que Marco es un profesional que estudia y promueve la salud sexual y reproductiva; es decir, también tiene autoridad en el tema.
Sobre las definiciones de Bryan y Marco, puedo afirmar que vivir la homosexualidad no significa estar enfermo o enferma; de hecho, los trastornos asociados a personas homosexuales, como un mal manejo de su afectividad, son también recontra comunes entre la población heterosexual y bisexual.
Entonces, la tesis de Rosas contra el criterio profesional se hace añicos, especialmente cuando Naciones Unidas ha declarado que las ‘terapias de reconversión’ para pasar de homosexual a heterosexual deben perseguirse legalmente como tortura, un delito de lesa humanidad, y por lo tanto condenado internacionalmente.
Otrosí digo: hace 42 años, más o menos, psicólogos y psiquiatras del planeta sacaron la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales; o sea, bien descalibrado el pastor-parlamentario (por decirlo de forma elegante).
Ahora, que pudiera haber gays con enfermedades mentales (me consta), es otro asunto bien distinto, pero debemos entender que la enfermedad no viene ni añadida ni disparada por la orientación sexual.
El hecho es que PromSex ha denunciado al parlamentario ante la Comisión de ética del Congreso de la República por presuntos actos discriminatorios, contemplados en el artículo 343º del Código Penal.
Si Rosas no tuviera impu… perdón, inmunidad parlamentaria, podría enfrentar dos años de prisión suspendida, hasta 180 días multa y –la que me gusta- inhabilitación por un año para ejercer cualquier cargo público. Entonces… no sería mala idea que se admita la denuncia, se le levante el fuero y que el caso pase a una sala penal… a ver quién lo salva, pero desde arriba bien arriba, y atendiendo a las escrituras que dice defender, nones.
Inteligencia emocional perdida
Sobre las desafortunadas declaraciones de Keiko Fujimori durante la inauguración de su local partidario en el centro de Lima, primero habría que revisar qué es la depresión.
Según el Departamento de Salud de los Estados Unidos, “La depresión clínica es un trastorno del estado anímico en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria “.
Todas las personas –me incluyo- en algún momento de nuestras vidas la hemos padecido. Quien diga que no, miente. Y es cierto que la depresión te hace perder personas, momentos y oportunidades, pero no es de perdedores ni de perdedoras; al contrario, es una condición que nos brinda la alternativa de salir adelante, derrotar la adversidad y volvernos más fuertes que antes.
Mucha gente en redes sociales cree que Keiko Fujimori está frustrada, y hasta deprimida, aún por el resultado de la segunda vuelta en junio pasado.
Para el psicólogo Luzuriaga, se trata de una reacción “típica de una niña que aún no madura, que no siente el dolor de un pueblo como el nuestro en donde constantemente mueren personas por no tener ni un pan para llevarse a la boca, que solo quiere gobernar y es capaz de agotar cualquier tipo de esfuerzos hasta conseguirlo”.
Con todo respeto, pero esto sugiere que la ‘principal lideresa de oposición’ no es, precisamente, la persona más indicada para hablar de inteligencia emocional, ¿o sí?
“Keiko magnifica las actitudes de Alberto Fujimori por más crueles que éstas hayan sido, solo porque no sabe ver sus errores”, me añade Luzuriaga. “Keiko no acepta ni aceptará que ya perdió las elecciones, y morirá así como alguien frustrada de negar. No aceptar que pierde una, dos, tres veces , tal y como cuando el niño hace rabieta y se tira al suelo con la esperanza de que le den el caramelo que nunca a tenido (la presidencia )”.
Elogio del error
Y yo agregaría algo más: Fujimori y Rosas están política e ideológicamente ligados más de lo que parecen, y no es una política o ideología de izquierda, derecha, centro, arriba o abajo, sino la política del miedo y la ignorancia. Y lo que es peor: el deseo de no remontarla, como si se regocijaran por vivir en el error.
Lo que él y ella, y gente que cree que ambos tienen la razón, hacen es ir acumulando odio, y cuando gobiernas con enfoque de odio, nada bueno se produce a tu alrededor.
Si, en base a lo que me han comentado profesionales y lo que estoy leyendo en las noticias, esta actitud no es una real ausencia de salud que modifica negativamente su relación con el entorno, perdonen, no entiendo qué diablos es. ¿La perdidocracia? Seguiré educándome al respecto.
Mientras tanto, aunque sea la mayor hipocresía que cometan, Fujimori y Rosas deben salir y pedir disculpas públicas con sobriedad y humildad, prometiendo no meter la pata otra vez.
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