ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Ha comenzado a circular tímidamente en Facebook una iniciativa para pedirle a mototaxistas de la ciudad de Sullana que bajen las tarifas de sus carreras puesto que el precio del combustible se ha reducido pero los salarios se mantienen congelados. En la actualidad son casos rarísimos, como milagro de santo, que un servicio esté debajo de los dos soles, incluso por unas cuadras.
El tema es que, por necesidad o por apuro (que casi siempre es lo mismo), terminamos tomando uno de estos vehículos y sometiéndonos al mal humor, ignorancia geográfica local o la mala educación de los conductores, porque lo que les falta de capacidad de negociación, les sobra de majadería y hasta de actitudes matonescas en algunas ocasiones.
Y es ahí donde está el punto flaco de la campaña: en vez de presionar al ofertante con la suspensión de la demanda para forzar una baja en el precio, le seguimos requiriendo y el círculo vicioso se refuerza a favor de él; y como todo mal al que no se le erradica, controla o reduce, desarrolla resistencia al cambio y en algunos casos se empodera.
Trata de ordenarlo, porque se te subleva demostrando una evidente asociación ilícita para delinquir. ¿O no te acuerdas de los paros de mototaxistas donde Sullana parecía una enorme locación de la película ‘Reportaje a la muerte’? Trata de regularlos, y todo intento de registro, revisiones y documentos de identidad son una mentada a la madre para ellos. Trata de bajarles el volumen de los parlantes y desarrollan un síndrome de abstinencia con taquicardia incluída (los sudores no vienen por separado).
Y la verdad es que, como ciudadanía, nos ahogamos en un vaso de agua porque sí hay una alternativa barata contra las mototaxis, que además brinda un servicio más cálido y seguro: los colectivos. Claro que nos exigirá caminar algo más o prever el tiempo con más anticipación (que no nos vendría nada mal, te diré), pero si aumentamos la demanda de los colectivos, ayudamos a que su tarifa se mantenga estable, que incremente su oferta, y que el precio de las carreras en mototaxi se venga abajo.
En otra columna, yo incluso comenté que para cualquier emprendedor el mercado de los colectivos es una excelente oportunidad para invertir o crear servicios tan buenos, bonitos y baratos como ésos, aprovechando en parte el caos creado por la municipalidad. Digamos que esta vez, los pescadores quedarían como buena gente con ese río revuelto.
¿Es ilegal? Para nada. Es simple ley de oferta y demanda, y una de las ventajas de vivir en economía de libre mercado, aunque mis amigos y amigas de la izquierda me empiecen a ver con cierto asquito.
¿Qué debemos hacer? Como ciudadanía podemos tomar un acuerdo, y es el de preferir colectivos antes que mototaxis.
No hay mejor forma de protesta pacífica que el boicot comercial. Cuando consumidores y consumidoras toman tales acuerdos, son capaces de doblegar hasta a la corporación más fuerte, ya que si bien todo negocio tiene como fin el lucro, no puede vivir sin gente que lo demande.
Exactamente pasa lo mismo con las personas que están tratando de frenar el tráfico ilegal de carbón vegetal desde los desiertos, despoblados y bosques secos de Piura, y que terminan alimentando a los restaurantes donde se vende pollo a la brasa.
Si se ha identificado la cadena de (anti)valor, se le golpea donde más le duele: inhibirse masivamente de comer pollo a la brasa producirá tales pérdidas que impedirán comprar carbón, entonces no le podrán pagar al traficante quien verá que ya no es negocio talar algarrobos (que sí es ilegal), la especie más afectada y que nos preciamos de tenerla como representativa de la región.
Pero, como alguien comentó en Facebook: “¿Dejar de comer pollo a la brasa?”.
Claro, queremos soluciones mágicas a todo pero somos incapaces de hacernos parte de ellas; todo lo dejamos a que “las autoridades lo resuelvan”.
Con activistas de boca no logramos nada; necesitamos gente que esté dispuesta a tomar al toro…bueno, al traficante por el hacha, o al pollo por las alas (o el pico), y decir “no, no me gusta lo que haces así que no te compraré nada”. Igual con las mototaxis. Igual con todos los servicios donde hay un abuso probado.
Insisto que en el caso de las mototaxis y el pollo a la brasa, si iniciamos un boicot comercial pacífico, resulta que sí hay alternativas baratas y saludables, encima, para tener los mismos servicios con mayor grado de satisfacción. Mejor, imposible.
(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)