ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Me parece que a Canchaque le va a pasar lo mismo que le está pasando a Máncora.
El miércoles, FACTORTIERRA.NET publicó en su cuenta de Twitter (@factortierra) que esta bella localidad en la ceja de sierra huancabambina parece ser el destino favorito invernal de la juventud por sus paisajes y por las bebidas alcohólicas.
¿El café? Pues… no, gracias.
Su fuente son los trinos de veinteañeros (y uno que otro treintañero) turistas.
Y es cierto: basta poner “Canchaque” en el buscador del Twitter para ver que la mayor parte de fotos compartidas muestran los peroles del Mishahuaca, la plaza de armas, y la collera de siempre medio empilada o espirituosamente eufórica.
Por ahí, un tuit tímido sobre exploración arqueológica o el mal estado de la carretera en el cerro Huando (para variar).
Regresemos a mi afirmación de arranque. Máncora nació como balneario luego de que El Niño de 1982-83 acarreará tanto sedimento que se creó una playa apreciada por los surfistas, quienes atrajeron a la ‘manchita’ y luego a cuanto sujeto con afanes de subir su estatus social hubiera.
Lo que parecía un solitario paraíso deportivo fue, entonces, invadido por la forma más simple de divertirse sin más reflexión: emborracharse.
Con la internacionalización del destino, llegaron las drogas ilegales de todos los colores y calibres, fáciles de conseguir en la playa y en varios establecimientos de atención al público.
Claro que eso a la Municipalidad Distrital de Máncora le representan rentas. A costa de la decadencia humana, pero rentas al fin y al cabo. Total, nada mejor que los vicios para enriquecerse en tiempo récord, a pesar del rollo disonante de práctica de deporte y esas cosas.
Y donde hay decadencia, hay delincuencia. Máncora es uno de los destinos donde la inseguridad ciudadana y el tráfico de terrenos avanzan tan rápido como el mar se come la playa que El Niño creó. Pero, recuerda: si hay para chupar, al diablo si nos arrastra el tsunami.
Me pregunto si ese es el modelo de desarrollo turístico que espera la Municipalidad Distrital de Canchaque, beneficiaria indirecta –en principio- de la explosión económica de hoteles, restaurantes, bares y cantinas locales.
No niego que cuando estaba en mis veintes también me emborraché (no tan frecuentemente como contemporáneos míos, pero también lo hice); lo que digo es si Canchaque está dispuesto a planificar su modelo turístico para evitar los dos errores de Máncora: ser un centro de comercio de drogas ilegales y tener control nulo sobre la inseguridad ciudadana.
Por lo pronto, Canchaque y Máncora tienen en común el problema de la trata de personas: el primero ha sido señalado como lugar de captación; el segundo es destino y pueblo de paso a la vez.
Espero que no me respondan con el argumento tipo CANATUR, que cuestionó la ley seca en tiempo de elecciones, diz’que porque se traía abajo las ganancias de los centros turísticos. Léase, la gente no deja plata porque no chupa.
Si a eso se llama hacer turismo, que Nicola sea el próximo titular del MINCETUR.
(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)
Foto: Archivo Factortierra.net