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Jue, May

Piuranos rinden homenaje a valeroso ejemplo de bomberos fallecidos en Lima

Piura
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ERP.  Ante una gran cantidad de fieles reunidos en la Basílica Catedral de nuestra ciudad, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura presidió la Santa Misa correspondiente al XXX Domingo del Tiempo Ordinario la misma que fue ofrecida por el descanso eterno de los tres valerosos bomberos de la Compañía Roma 2, que fallecieron cumpliendo su deber el miércoles último.

Estuvieron presentes en la Santa Misa el Brigadier General Cesar Antonio Leigh Arias, Presidente del Consejo Nacional de Disciplina y el Brigadier Juan Domingo Saldarriaga Atoche, Comandante Departamental de Piura, asimismo los Comandantes de Unidad, oficiales, seccionarios, bomberos alumnos, personal administrativo y personal en situación de retiro de las 12 Compañías de Bomberos del Departamento de Piura, integrado por “Piura” N° 25, “Paita” N° 31, “Catacaos” N° 40, “Sullana” N° 434, “Chulucanas” N° 51, “Negritos” N° 62, “Talara” N° 67, “Santa Rosa” N° 79, “Bellavista” N° 117, “Morropón” N° 151, “Illescas” N° 190-Sechura y “Maizavilca” N° 191-Marcavelica.

Al iniciar su homilía, nuestro Pastor resaltó el don del servicio que tienen los bomberos del Perú y el ejemplo que estos valerosos hombres y mujeres dejan a la sociedad: “Queremos en esta Santa Misa dominical rendir homenaje póstumo y orar al Señor por el eterno descanso de los tres valerosos miembros de la Compañía de Bomberos Roma N° 2, que el pasado día miércoles 19 de octubre entregaron sus vidas por salvar otras. Rendimos nuestro más sincero homenaje lleno de gratitud a Alonso Salas Chanduvi, Eduardo Jiménez Soriano y Raúl Sánchez Torres, y con ellos a todos los bomberos del Perú quienes realizan diariamente el abnegado y desinteresado voluntariado de servicio a la sociedad peruana previniendo, controlando y extinguiendo incendios así como atendiendo accidentes y desastres. El sacrificio de estos tres nuevos bomberos caídos en el cumplimiento del deber, se añade al de tantos compañeros suyos que a lo largo de los 156 años de existencia que tiene el Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú han ofrendado sus vidas para proteger y rescatar a muchos”.

Homenaje Bomberos

“Nos consuela la esperanza cristiana que nos dice que la muerte no tiene la última palabra sino que la última palabra la tiene Cristo resucitado y con Él todos los que creemos en el Señor Jesús como vencedor del pecado y de la muerte. Más aún, nuestra fe crece cuando vemos hecha realidad en nuestros tres hermanos fallecidos la enseñanza de Jesús en el Evangelio: «Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos» (Jn 15, 13). Sí hermanos, no hay amor más grande y noble que dar la vida para que otros vivan. Como solía enseñar San Juan Pablo II, el cristianismo es un programa lleno de vida. Ante la experiencia cotidiana de la muerte, el cristiano repite incansablemente: «Creo en la vida eterna». Y en esta dimensión de la vida se encuentra la realización definitiva del hombre en Dios mismo, porque «sabemos que seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es» (1 Jn 3, 2). Por ello tenemos la seguridad de que nuestros hermanos bomberos están con el Señor Jesús en el Reino de los Cielos”, acotó Monseñor Eguren.

Nuestro Arzobispo elevó su oración al Señor para que despierte en todos los peruanos el sentido de agradecimiento, respeto y colaboración para con todos los que integran el Cuerpo General de Bomberos que cumple tan noble misión: “Que este dolor tan grande que hoy aflige al Cuerpo General de Bomberos Voluntarios y a todo el país, sea ocasión para que se despierte en todos nosotros nuestra admiración y cariño por los hombres y mujeres de rojo del Perú y en particular por los de Piura. Estos últimos a través de sus 12 compañías presentes en nuestra Región, realizan todos los días del año sin excepción, un gran servicio a la sociedad de manera absolutamente voluntaria, gratuita y desinteresada. Salgamos de la indiferencia para con ellos. Desde aquí hago una invocación a nuestras autoridades, tanto nacionales como regionales y locales, para que realicen todos los esfuerzos posibles por dotar a los bomberos de nuestra Región de los equipos y recursos que necesitan para el cabal cumplimiento de su misión. No es posible que ellos que no reciben un sol por sus servicios y arriesgan todos los días sus vidas, carezcan de un seguro de vida. No es posible que no tengan los equipos adecuados para su trabajo o que éstos estén obsoletos o sean insuficientes. Hay que dotar a nuestros bomberos piuranos de nuevas unidades, ambulancias, uniformes nuevos, mangueras, tanques de oxígeno, y demás equipos. La renovación no puede sólo abarcar a Lima y el Callao. Diariamente ellos están listos para luchar contra el fuego y los desastres fieles a su lema «Dios, Patria y Humanidad». Que por nuestra culpa no tengan además que luchar contra otro fuego peor que el material: el fuego de nuestra indiferencia y dejadez. Asimismo pido a toda la ciudadanía que cuando ellos cumplan con su deber, siempre les mostremos respeto y colaboración”.

Bomberos Piuranos

El fariseo y el publicano

Finalmente al concluir su homilía, reflexionando en el mensaje del evangelio Monseñor Eguren exhortó a los presentes a ser humildes y reconocerse necesitados de la misericordia de Dios: “Sobre el Evangelio de hoy (Lc 18, 9-14) sólo quisiera decir que en la parábola del fariseo y del publicano, hay un gran enseñanza para nuestra vida: «Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes» (ver Sant 4, 6; 1 Pe 5, 5). Los protagonistas de nuestra historia son dos hombres que rezan juntos en el templo, pero mientras el publicano salió justificado, el fariseo no. ¿Por qué? Porque mientras el fariseo se considera justo, bueno y desprecia a los demás, el publicano se humilla ante el Señor, se reconoce pecador, y confiesa su necesidad de la misericordia divina. Dios rechaza al soberbio, es decir a aquel que se tiene por justo. Dios rechaza a aquel que cree que con su solo esfuerzo y obras ya está salvado y piensa neciamente que es mejor que los demás. En cambio acoge al humilde, al que reconoce su pecado y confiesa su necesidad del Señor y de su gracia para salvarse. Que hoy y siempre recemos como el publicano especialmente cuando venimos a la eucaristía y nos congregamos en la iglesia: « ¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador!»”.

 

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