ERP. La sociedad clama a gritos por un cambio en la clase política. Anhelamos líderes que demuestren integridad, transparencia y un verdadero compromiso con el bien común. Sin embargo, en medio de este anhelo genuino, surge una paradoja que socava la esperanza de un cambio auténtico.
Por. Fermín Jiménez Espinoza
Contador público colegiado
Por un lado, la ciudadanía exige con insistencia la emergencia de nuevos rostros en el escenario político. Líderes que rompan con los esquemas tradicionales, que no estén manchados por escándalos de corrupción y que demuestren una vocación genuina por el servicio público. La fatiga ante la clase política tradicional, marcada por la desconfianza y la apatía, ha generado un anhelo generalizado por figuras frescas y comprometidas.
No obstante, cuando un nuevo líder despunta en el horizonte y comienza a ganar terreno, surge una nueva barrera que obstaculiza su ascenso. Los medios de comunicación, aquellos mismos que alimentan la indignación ciudadana y demandan un cambio, se convierten en una especie de guardián del status quo. Con frecuencia, los nuevos líderes son sometidos a un escrutinio exhaustivo, donde se cuestiona su capacidad para financiar campañas publicitarias y se sugiere que su éxito depende de la inversión económica.
Esta actitud de los medios de comunicación plantea un interrogante fundamental: ¿Están los periodistas incentivando un sistema en el que el acceso al poder político se convierte en un negocio? Al condicionar la visibilidad y la credibilidad de un candidato a su capacidad para invertir en publicidad, se está estableciendo una barrera de entrada que favorece a aquellos con mayores recursos económicos. De esta manera, se perpetúa un círculo vicioso en el que la política se convierte en un terreno exclusivo para quienes pueden costear una campaña mediática, dejando de lado a aquellos que podrían ofrecer una alternativa genuina, pero carecen de los recursos necesarios.
Es importante reconocer que los medios de comunicación desempeñan un papel crucial en la construcción de la opinión pública y en la vigilancia del poder. Sin embargo, es fundamental que ejerzan esta función de manera responsable y ética. Al poner el foco en la capacidad económica de los candidatos, en lugar de evaluar sus propuestas y su trayectoria, los medios están contribuyendo a deslegitimar el sistema político y a fortalecer la desconfianza ciudadana.
Para superar este dilema, es necesario que tanto los ciudadanos como los medios de comunicación asuman un nuevo compromiso. Los ciudadanos debemos exigir a nuestros representantes políticos una mayor transparencia y rendición de cuentas, pero también debemos ser conscientes de que la democracia es un proceso que requiere de nuestra participación activa. Por su parte, los medios de comunicación deben asumir su responsabilidad social y enfocarse en informar de manera objetiva y rigurosa, priorizando el debate de ideas y propuestas por encima de las especulaciones y los ataques personales.
En definitiva, la búsqueda de líderes políticos honestos y comprometidos es un anhelo legítimo de la sociedad. Sin embargo, para que este anhelo se convierta en realidad, es necesario superar los obstáculos que se interponen en el camino. La ciudadanía, los medios de comunicación y los propios políticos deben trabajar juntos para construir un sistema político más justo y transparente, donde el acceso al poder no esté condicionado por el dinero, sino por la capacidad de servir al interés general.