Piura. César Trelles Lara acaba de caer en la política como lo haría un árbol añejo que cumplió su ciclo de vida. Exitoso casi siempre, en la senilidad quiso desafiar al destino y acompañado de convenidos le hicieron creer que sus posibilidades estaban inhiestas como cuando en su adultez logró salir elegido diputado por tres veces consecutivas y después dos veces presidente regional de Piura.
Trelles fue quizá aún lo sea un personaje bonachón. Intelectualmente muy escaso, pero vivaz para capitalizar a su favor el respaldo popular. Cuando diputado hablaba casi nada, pero su mesa de partes era eficiente y las gestiones en el Ejecutivo exitosas como para ser reconocido como un político que sabía granjearse simpatías. No se desvinculó jamás de sus bases y allí estuvo el secreto de su permanencia en cargos electivos que no entienden otros.
Pero una cosa es ser diputado y otra presidente regional. Para ser diputado (o congresista de acuerdo a la Constitución actual) bastaba recibir papeles e ir a ministerios y agilizar un trámite. Como presidente regional sus responsabilidades lo obligaban a pensar, ejercicio que le era difícil por su limitada información y escaso conocimiento. Se rodeó de personajes de escasa formación profesional y técnica e incluso los encumbró como asesores de alto nivel.
El poder obnubila al gobernante aprista y no aprista, viejo o nuevo en la política es igual; las percepciones se reducen a un metro de distancia y en ese metro solo se encuentran los adulones. Estos personajes se "apropian" del sujeto amparados en la mediocridad de la nueva autoridad y soplan al oído lo que su "amo" quiere escuchar. Trelles fue víctima de ellos en su condición de presidente regional y dio importancia a lo banal y perdió la mirada objetiva y quizá más conveniente.
El grupillo que aún es su entono lo llevó a la perdición. Tal como le sucedió a Fujimori, Trelles ingresó en una loca carrera de reelección. Ya en sus ocho de gobierno había demostrado limitada capacidad de reacción para entender los asuntos políticos y administrativos. Su desgaste era evidente y no era necesario realizar mayor análisis para entelar su derrota.
Empujado por las ambiciones de su camarilla, desoyó la lectura política del momento e incluso las voces discrepantes de su propia organización. Fue calificado de corrupto y aunque la frase esté trillada existen muchos actos administrativos irregulares que no supo sancionar. En tanto, durante la campaña electoral decenas de camionetas iban de un lugar otro haciendo propaganda sin importarles nada.
Hoy Trelles es un "algarrobo" caído. De él quisieran hacer leña y evidentemente ya la dureza del hacha de sus enemigos lo vienen minando. Páginas enteras de avisos pagados le increpan la derrota y le piden que deje la Secretaría Regional. Él se resiste al ventarrón y lucha con unos cuantos guerreros fieles para desestimar las fuerzas adversas. Aún en su ancianidad y sus precariedades, hay que reconocer en él su fortaleza física. Trelles no quiere irse a la hoguera.
La posición es entendible y en estricto sentido humano la regularidad indica que el poder engolosina y es difícil sustraerse de él por propia voluntad. Su poder aún se mantiene en el partido político y él quiere conservarlo para incidir en las próximas elecciones generales y expresa que ya tiene el aval del Comité Ejecutivo Nacional. Pero la avalancha en su contra es superior a las lealtades y conveniencias y es probable que la efectividad de la campaña en su contra dé resultado.
Sin embargo, la experiencia que hoy vive Trelles no es ni será patrimonio solo de él. Hoy muchos de los que reclaman y protestan van por ese camino. Están que pierden legitimidad social y en algún momento el veredicto ciudadano irá en su contra y también vivirán la experiencia de Trelles. Por esa senda camina Jhony Peralta, contumaz adversario y otros congresistas que han sido tan buenos para nada. Esa clase política tiende a desaparecer en el próximo escenario político, aunque tengan recursos acumulados para mantenerse.
Trelles Lara es un "árbol caído" y de eso no hay duda. Fue elegido dos veces presidente regional por esas insensateces colectivas de elegir sin mayor análisis. Piura perdió con él, pero nadie es capaz de garantizar que tras una nueva elección el sucesor de un cargo públoco, como el de presidente regional, será mejor. Para ello hay que jugar el partido y demostrar con resultados que se tiene capacidad para transformar una realidad negativa y revertir las brechas que separan a peruanos y peruanas.
Recientemente el presidente Lula habló de su experiencia como gobernante y de sus aprendizajes en el cargo. Centra sus reflexiones en las decisiones cotidianas que un gobernante está obligado a adoptar. Decisiones y decisiones se juegan a diario, decisiones que a nuestro juicio siempre deben adoptarse con sentido crítico. Decisiones que ahora han llevado al ostracismo a Trelles Lara y que podrían llevar a cualquiera si no sabe mirar y entender esa complejidad que es la administración pública y la administración del poder.
Trelles Lara es un ejemplo de político ya caduco. Cumplió con lo poco que supo en la vida y ganó sin mayores méritos intelectuales cargos de alta responsabilidad. El descanso del guerrero es mucho más saludable que empecinarse en mantener un status quo que ya no necesita. Trelles ya cumplió y debe marcharse en paz.