ERP. Desde Pucallpa, cada mes, Tony Christian Ramírez Nunta, cuyo nombre en shipibo-konibo es Inin Rono (aroma de culebra), aborda un bote por más de dos días para llegar a Emanuel Varadero de Tibilo, una comunidad con apenas unos 100 habitantes, que se pierde en el espesor del bosque en Loreto. A orillas del rio Pisqui lo esperan sus estudiantes, entusiasmados por descubrir las lecciones de la semana con un innovador método de enseñanza que el docente de primaria diseñó para ellos: “aprender jugando”.
La metodología del talento consiste en reemplazar las típicas tizas y pizarras por pelotas, piedras y pedazos de tela. A la fecha, varios de los pequeños de origen kukama kukamiria, que estudian en la I. E. N.° 61165-Emanuel, ya aprendieron a sumar, restar, multiplicar y dividir con clásicos juegos, como el vóley, el fútbol y la gallinita ciega. “Soy profesor y director del colegio. Tenemos 20 alumnos matriculados y las clases son semipresenciales. Pago 120 soles en el bote más rápido para llegar hasta allá. A veces, los botes se quedan varados en el río por su bajo caudal. Me quedo entre dos y tres semanas con mis estudiantes”, afirma Inin Rono, quien es el tercero de nueve hermanos.
En sus clases virtuales, con algunos niños que sí tienen acceso a tecnología, él también emplea el juego. Para los exámenes, usa Kahoot!, una herramienta digital de juego muy útil para aprender y repasar conceptos de forma entretenida, como si fuera un concurso. Se realizan preguntas tipo test, aunque también hay espacio para la discusión y el debate. “La intención es que los estudiantes disfruten de cada cosa que van aprendiendo y demuestren sin miedo lo que saben”, cuenta el talento de Beca 18. Luego de culminar la carrera de Educación Intercultural Bilingüe en la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), abandonó la capital para volver a sus orígenes y aportar con las comunidades más necesitadas.
Cuando aún era niño y vivía en la comunidad shipiba de Roya, en su natal Ucayali, Inin recuerda que soñaba con ser maestro. “Me gustaba enseñar y compartir lo que aprendía. Muchas veces los docentes no llegaban a mi escuela por la lejanía y nos quedábamos sin clases. Tenían una forma muy diferente de enseñar, varios de mis compañeros no entendían nada, todo era memorizar. Si no memorizabas, te castigaban. Yo observé todo eso y dije ‘tengo que estudiar y en algún momento regresar a mi comunidad para cambiar eso’”, asegura.
Sin embargo, el talento de 25 años cuenta que, en un momento, vio frustrado su sueño de ser maestro, ya que su familia era de condición humilde y no tenía los recursos para costearle la carrera hasta que un día escuchó por la radio sobre el concurso Beca 18, que ofrece el Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación. “Tuve que ir a Pucallpa para dar el examen, felizmente aprobé y conseguí una de las becas. Después de varios trámites, viajé a Lima para reincorporarme a las clases de mi universidad y estudiar con todos los gastos pagados. En mi familia hasta entonces nadie había tenido la oportunidad de seguir una carrera”, afirma orgulloso.
Además de docente, Inin es poeta y pintor autodidacta. Su abuela materna Lucía cultivó en él su pasión por la poesía, leyéndole cuentos en shipibo-konibo en las noches de luna llena. En el colegio, recitaba poemas y cuando ingresó a la universidad ya tenía sus propios escritos, que giraban en torno a sus vivencias en la capital, la discriminación que sufrían las comunidades shipibas, la falta de apoyo del Estado peruano, la contaminación y la tala ilegal.
Entre sus poemas destaca Soy shipibo-konibo, que fue publicado en algunas plataformas virtuales y que reflexiona sobre cómo algunas personas han perdido la conexión con sus ancestros y busca visibilizar su cultura. No es su único logro. En el 2019 participó en el Primer Festival Internacional de Literatura Indígena de México. En ese mismo año, participó en el concurso Noches de Poesía, Cuentos y Novelas: Harawi Tuta, organizado por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, y fue uno de los ganadores. En la actualidad, es presidente y miembro del ‘Club de Poetas Originarios del Perú’.
En setiembre, el joven docente tiene planeado publicar su primer libro Chono, golondrina en castellano, con el apoyo de una editorial. “El poemario es un homenaje a todos los shipibos que siguen migrando y luchan por una buena educación”, señala.
La pintura también la aprendió de su abuela Lucía. Influyó en él, además, su abuelo Manuel. En sus obras usa tintes naturales, como la resina de plantas, el achiote y el barro. Sus pinturas han traspasado fronteras y han llegado hasta Paris, incluso ha sido invitado en exitosas ferias, como Ruraq Maki, para vender y exponer sus creaciones.
Otra de las metas del maestro de primaria es recopilar todos los cuentos shipibos de su comunidad para que no queden en el olvido. “Gracias a Pronabec, estoy cumpliendo mi sueño. Soy docente, escritor y poeta. Hay muchos jóvenes con talento que se pierden y no pueden cumplir sus metas por falta de dinero. Mi destino también iba a ser el mismo, pero la beca me salvó”, comenta Inin Rono, a la espera del próximo bote para adentrarse en las comunidades más alejadas y seguir generando un cambio con la educación y su arte.