ERP/Edgar Giron P./La leyenda tras la inundación del 27 de marzo. Eran casi las cinco de la tarde y el sol acomodaba hacia la espalda su larga y esplendorosa cabellera para el siguiente amanecer. Había caminado todo el día y para terminar la faena de las encuestas dirigí la mirada a lo que sería mi último módulo en Pedregal Chico. Atravesé la fachada de la casa construida de carrizo y adobe y le pregunté a la dueña si la habían entrevistado, a lo que me respondió con una negativa.
Al instante me hizo sentar en una silla de plástico; y cuando me disponía a realizar el rol de las 31 preguntas fui interrumpido por un señor de tez morena, cejas pobladas y voz fuerte: ¡Mi hijo, ya vinieron ayer, yo atendí a un señor alto y le dije todito lo que quería saber de los módulos!
Se trataba de don Francisco Zapata Yovera, quien con el entusiasmo y la soltura de un buen anfitrión me convido a probar un “poto de chicha de jora” antes de retirarme. No te invito comida porque has llegado tarde jovencito, me dijo entre risas.
Mientras degustaba de aquel manjar, sentado en aquella silla de plástico, pude ver la escena más completa, más de una docena de niños jugaban en el exterior del módulo blanco, hecho de fibrocemento y madera, atrás se veía un corral descampado y el techo de la casa era de calaminas oxidadas y agujereadas por el paso del tiempo.
Tengo 65 años me dijo don Pancho, 7 hijos y 22 nietos. No le creo le respondí de forma sarcástica; y en seguida se escuchó la réplica: Tú crees que te voy a mentir a mi edad, y diciendo esto le ordenó a una de sus nueras que me sirviera otro poto de chicha, pues debido a la hora y a la sed que traía, bebí el poto de la rica chicha de un solo sorbo.
Mira muchacho, me dijo de manera firme, la inundación nos ha dejado sin tierras y toda mi familia duerme aquí como podemos. Aquel día, si más no recuerdo fue lunes (27 de marzo), gracias a Dios que el agua vino de día, ¡imagínate que hubiera sido de noche! ya no estuviéramos hablando de esto. Escuchamos las sirenas del pueblo y mi esposa llegó casi sin aliento para avisarnos que el río enfurecido había cogido camino para el pueblo. Allá en el río estaban todos tratando de reforzar el dique, pero faltaron los sacos de arena y a las siete de la mañana se rompió la defensa y se nos vino encima.
El agüita nos bordeó y no pudimos rescatar nada. Solo salvamos nuestras vidas. Estábamos asustados y no podíamos creer lo que estaba ocurriendo, era la primera vez que sucedía algo de tal magnitud, era increíble ver como el agua se llevaba nuestras casas, nuestros animales… Todo a su paso, y sin más que el respiro salimos a refugiarnos a una loma…Pero sabes por qué se salió el río en Pedregal Chico…
Asentí con cabeza de forma negativa, y alzando mi segundo poto de chica bebí hasta el concho, esperando quieto y sin inmutarme la explicación de don Pancho.
“Desde siempre y según nuestros antiguos, el río busca la riqueza, en el lugar donde la encuentra él escarba y se lleva el tesoro hacia la mar”. Pero qué riqueza tiene Pedregal le interrogue.
“En Pedregal Chico hay una loma que llamamos la loma de Los Ramos, ahí vivía una familia y debajo había mucha riqueza, dicen que la loma guardaba un cristo de oro y una inmensa serpiente también de oro puro. El río después de la inundación no ha dejado loma que ver y se ha llevado todo. El cristo de oro y también la serpiente se los ha llevado. Y bueno ha sido la voluntad de Dios también”.
Don Pancho concluyó su explicación describiendo sus grandes esfuerzos que hace para poder sacar adelante a su numerosa familia. El río pudo haberse llevado nuestras casas, pero no la esperanza, apuntó finalmente.
Me despedí agradecido de la atención recibida e indicándole a don pancho que aquella chicha que me dio de probar era la más rica que había degustado en Pedregal Chico…Cabe anotar que en este pueblo aún se mantiene la costumbre de masticar el maíz (para enfriarlo, según me dijeron) antes de volver a recocinarlo y poder obtener el conocido néctar de los incas.
La tarde aún chisporroteaban sus últimas luces cuando salí de la casa de don Francisco Zapata. Me sentí satisfecho, y aquella energía que don Pancho imprimió en sus palabras caló en el fondo de mi alma… Aun en la adversidad las personas se las ingenian para encontrar las explicaciones más inverosímiles, aunque en esta ocasión, y a mi parecer, esta merece ser difundida, pues la riqueza más valiosa es aquella que nos han legado nuestros antepasados y que ha pasado de voz en voz, de pueblo en pueblo; sobreviviendo al tiempo y a la historia.
Salimos de Pedregal Chico con la consigna de regresar al siguiente día, ya que aún faltaban casas que encuestar…