ERP. Desde el inicio de la pandemia nos hemos esforzado por informar con objetividad y con verdad, repitiendo en cada una de las notas, lo que las autoridades sanitarias recomiendan y que todos, seres racionales, deben cumplir por ser la única forma por el momento de protegerse frente a la Covid-19; la receta es sencilla, mascarilla, distanciamiento fìsico, evitar reuniones, limpieza y uso constante de alcohol.
79,671 pacientes se contagiaron hasta el momento en la región Piura; varios de ellos conocidos, otros amigos y hasta familiares. Existen evidencias fácticas para desoír el libertinaje, para rechazar la invitación irresponsable, para decir no a la tentación del festejo y la diversión; pero algo impide que haya decisiones más asertivas para un grueso de personas que infringen las normas sanitarias.
Si consideramos los fallecidos por Covid-19 al 23 de enero del 2021, tenemos 3,051 personas que han perdido la vida en la región Piura consecuencia de la enfermedad y aún día a día la cantidad sube; sin embargo, afuera algunos hombres y también mujeres, se olvidan de los cuidados a tener y realizan reuniones, congregando a diversas familias, exponiéndose ellos, ellas o sus familiares.
Durante el último fin de semana, diversas llamadas telefónicas a este medio, nos requerían el apoyo de la Policía Nacional del Perú, para que cumpla con sus funciones de control. Resulta que un domingo que debería ser de descanso y de inamovilidad obligatoria no era respetado en dicha disposición. De manera irresponsable, muchos, muchas participaban en reuniones cuando dichas actividades se encuentran prohibidas.
La situación frente a la irresponsabilidad se hace más crítica cuando miramos las cifras de hospitalizados y quienes se encuentran en cuidados intensivos; entonces, la sensatez indica que algo no está funcionando adecuadamente en el cerebro de un grupo de personas, que incluso es insensible al dolor de tantas familias que se ven compelidas a movilizarse por establecimientos de salud precarizados por la enfermedad.
Este tipo de reuniones, no solo son de aquellos que viven en zonas urbano marginales, también se ven en otras más urbanas y con un nivel sociocultural diferencial. Es decir, la irresponsabilidad no tiene condición social y económica, puede presentarse en cualquiera lugar de nuestra región y del país en general.
La diferencia entre los que económicamente se encuentran más preparados, radica en que tienen condiciones para hacerse atender en diversas alternativas, en tanto que los otros, deberán enfrentar las limitaciones del sistema sanitario. Claro, si tras la juerga se ven contagiados, la culpa no es del infractor, es del Estado, que no tiene los recursos ni la capacidad para atenderlos.
Más sensatez y raciocinio, es lo que se espera de la población en general; para decidir sus actividades en lo más elemental y prioritario y cumpliendo los protocolos establecidos. Actuar con asertividad en pleno respeto por los amigos, familiares o personas que partieron porque no se pudo hacer más y para aquellas que desde una cama de un hospital, entienden en carne propia que la Covid-19 es de cuidado.
Actuar de manera libertina, irrespetando las normas, contribuyendo con su accionar a multiplicar los contagios, no es ni de sensatez y menos de actitud responsable, justamente lo que se requiere para prevenir los contagios.