ERP. Se han presentado algunas lloviznas y otras lluvias moderadas en la región Piura y como siempre permite opinar y siempre existirán argumentos que den consistencia a lo que se piensa. Lo cierto que año tras año, fenómeno tras fenómeno se plantea lo mismo y pasado el tiempo se hace casi nada y lo que se avanza no tiene la consistencia deseada para lograr un territorio seguro para la población.
Las consecuencias no son nuevas, en realidad las localizaciones de las viviendas adolecen de los mismos problemas de siempre; en gran parte poblaciones ubicadas en hondonadas, en cauces de quebradas, al borde de un río, sin ningún tipo de regulación y menos de planificación y por lo tanto, tras una lluvia tendremos lagunas, aniegos, charcos y muchas lamentaciones.
Conforme hemos dicho, Piura tiene dos problemas cuando llueve. Por un lado, si llueve fuerte en la zona alta de la cuenca, el río Piura puede formar un gran caudal que en su desplazamiento puede llegar a volúmenes impensados. Es lo que aconteció en el 2017, convirtiéndose en el peor desastre que hayan tenido poblaciones como Castilla, Piura, Catacaos, Cura Mori, El Tallán, entre otros distritos.
El segundo se encuentra referido a las lluvias citadinas. La de más ingrata recordación son las ocurridas en Piura, Sullana, Talara, Sechura y otros en los años 1982-83. Las lluvias sobre las ciudades eran intensas, casi diarias durante unos 4 meses; debido a la frecuencia se activaron las quebradas y se formaron las lagunas, con consecuencias lamentables como lo sucedido en Piura donde se destruyó parte de la infraestructura pública y mucha privada y como aconteció en Sullana, donde la ciudad quedó partida en dos.
Vale mencionar que en las ciudades de Piura, Sullana, Talara, Paita y otras del departamento no llueve como sucedió en 1982-83; en el 2017 el desastre ocurrido fue por fuertes precipitaciones en la naciente o parte media de la cuenca del río Piura que trajo una mayor densidad de agua. El recuerdo se encuentra fresco y las noticias de la reconstrucción tema recurrente en medios de comunicación.
Las pequeñas precipitaciones presentadas hasta el momento, han permitido demostrar que por muy reconstrucción que exista, no estamos preparados para este tipo de eventos. Faltan acciones coherentes, técnicas y serias, falta planificación y sobre todo orden y autoridad. Mucha población sabe que se encuentra en zonas vulnerables, pero saben igualmente, que transcurrido el periodo lluvioso todo volverá a la normalidad.
El tema no es nuevo. En el caso de Piura, en 1972 el río dejó sin el malecón ribereño; el 82-83 destruyó toda la ribera además de ocasionar daños en la ciudad por desborde; en 1997 y 98 las aguas del río se llevó el puente Bolognesi y el Puente Viejo; en el 2017 la situación fue peor y dejó como damnificados y afectados a decenas de familias de Morropón, Tambogrande, Piura y Castilla; Catacaos y Cura Mori, el Tallán y La Unión.
Tras emitirse la Ley de la Reconstrucción con Cambios, se dijo que se pretendía trabajar para realizar obras con verdaderos cambios. La intención es buena, las prácticas similares a periodos pasados. Se recupera lo destruido y se devuelve a su estado anterior y los casos más problemáticos no se tocan para nada. Por ejemplo, qué hacer con la población que reside a solo un metro del Canal Vía de Sullana?.
Respecto al análisis o planteamiento teórico que se hace del tema es el mismo, tras un evento de esta naturaleza se presentan los expertos y los conocedores. Todos ellos hablan de la planificación, de la previsión y del actuar ahora para no lamentar después; pasado el tiempo, el tema se olvidará lo ocurrido y sobre todo las sugerencias y recomendaciones para no estar en la misma condición.
Lo que sucede en la región Piura, no difiere de lo acontecido en su momento en otras regiones y recientemente en Moquegua, Tacna y Arequipa. El Perú tiene una tarea pendiente con una real planificación y sobre todo con la localización de las ciudades. Es necesario, prevenir antes que lamentar dice un adagio; lo cierto que seguimos lamentando y reconociendo que parte de los errores son de Estado, pero muchos igualmente humanos y que están relacionado a las personas que se encuentran en zonas vulnerables.
Este verano es probable que aún nos tiene algunas sorpresas; sin embargo, esperamos que sirvan para focalizar los riesgos y crear una auténtica conciencia para las soluciones sostenibles. Lo sucedido en el sur peruano es una lección para el presente, lo acontecido en el 2017 en Piura, una realidad a no olvidar nunca. Sobre esa base, se debe trabajar de manera responsable para disminuir la fragilidad del ser humano y los impactos sobre sus medios de vida de este tipo de fennómenos.