ERP. Hace exactamente 3 años, los piuranos nos despertamos para constatar la peor tragedia ocurrida en su territorio. El río con un caudal que ningún organismo oficial pronosticó, desbordó su cauce, inundó ciudades y pueblos y causó enormes destrozos en las personas, sus pertenencias y destrozó la infraestructura pública y también la privada. Fue algo terrible, conforme lo dimos a conocer el mismo día.
Tras el desastre de 1982-83, se tuvo un liderazgo fuerte para salir del problema presentado; tras lo acontecido en marzo del 2017, las autoridades, entre ellas el gobernador Reynaldo Hilbck, no tuvo ni la capacidad ni el liderazgo para encontrar la vída de salida y solo se dedicó a ser fiel y obediente a las decisiones del gobierno central.
Para resolver los destrozos de la naturaleza y por una mala ocupación del territorio, se ha constituido un ente denominada Autoridad de la Reconstrucción con Cambios. Estuvo a cargo de un primer director ejecutivo, sin experiencia para estas responsabilidades. Pablo de la Flor, después de hacer nada, fue cambiado tras un mal trato con alcaldes, gobernadores y sus deficientes resultados.
La ARCC nació con un espíritu centralista que es el que mantiene. Se habló de muchos millones de inversión y técnicamente, el plazo legal establecido de 3 años, se encuentran próximos para terminar y para la población, los avances son mínimos en relación a lo que se esperó para reconstruir “con cambios” la región Piura.
Piura y otras regiones, querían ver cambios reales en la reconstrucción, como su pomposa palabra lo decía. Tan es así, que el mismo Plan Integral de Reconstrucción, se hizo en gabinete y sin responder a una metodología que permita recoger las propuestas de cambio. Una lista de obras, que hasta ahora no culminan de ejecutarse, es la prueba palpable de la poca eficiencia de la ARCC.
Después de Pablo de la Flor se designó con buen criterio a Edgar Quispe, un ingeniero que le cambio en algo la cara a lo que se venía haciendo. Coordinó mucho más con las regiones y se comenzaron a observar las primeras obras. Pese al sesgo centralista de la ARCC pudo abrirse paso y legitimar sus acciones, confiando en municipalidades y otras instituciones para ejecutar lo prioritario.
Con el cambio presidencial y considerando que Martín Vizcarra conocía de la gestión de los gobiernos subnacionales, se presumió que sería mucho más descentralista en el sentido estricto de la palabra; sin embargo, fue mucho más de lo mismo. Es decir, para la concepción del nuevo mandatario, descentralizar significaba entregar recursos para la ejecución de proyectos a Región y municipalidades.
Cuando la dinámica de la ARCC iba mejorando, se tuvo el desatino de cambiar a Edgar Quispe para designar a Nelson Chu. Su edad y su limitada capacidad de movilización por el ámbito del territorio a gestionar, poco a poco lo fue desgastando. Se pretendía seguir las iniciativas de su predecesor y no tuvo ni tiempo, ni capacidad para darle legitimidad social al ente que dirigía por decisión del presidente Vizcarra.
Tras algunos reclamos desde la región Piura, sobre todo para garantizar la calidad de los proyectos, se decidió hacer el cambio con Amalia Moreno Vizcardo, cuya experiencia mayor provenía de haber participado en la organización de los Panamericanos, cuyas obras fueron consideradas como exitosas. Lleva en el cargo, varios meses y de su retórica no ha dado un paso que se perciba. Se dice que los hospitales de Piura y sobre todo el de Sullana, se ejecutarán mediante la modalidad de gobierno a gobierno, pero todo ello ha quedado postergado.
Este 27 de marzo, al cumplirse 3 años de la infausta fecha, nos encuentra sumidos en una tragedia que tiene dimensión nacional. El coronavirus, avanza y podría hacer colapsar el sistema sanitario nacional. Todos los peruanos están obligados a quedarse en su casa y la actividad económica solo está limitada a productos esenciales para la vida de las personas.
Pese al momento que vivimos, no podemos pasarlo por alto, porque ambos tienen muchas similitudes y pone a prueba al Estado. Un Estado, manejado por gobiernos corruptos a través de la historia y que en este tipo de circunstancias se desvela lo que se pudo hacer y no se hizo. Piura, y todo el Perú debe pensarse con seriedad; sin embargo, esa esperanza serán sueños de difícil realización. Aún no estamos formados y capacitados para realizar el gran cambio.
Qué el coronavirus, nos haga recordar esas dolencias que vivimos en el 2017 y que nos comprometamos a construir una nueva Región, al final la esperanza es lo último que se puede perder. .