ERP. El presidente de la República Martín Vizcarra Cornejo, está exultado. En el mensaje presidencial realizó anuncios que creó de inmediato reacción positiva en la población; se cambió de lugar y después caminó a pie en la Parada Militar por Fiestas Patrias, participó en algunas reuniones con discurso político y tras algunas demoras presentó al Congreso de la República las propuestas de reforma constitucional y que deberán someterse a referéndum.
Alentado por los aplausos, decidió caminar desde Palacio de Gobierno hasta el Congreso de la República para dejar lo que constituye sus propuestas de reforma constitucional, cuya decisión deberá someterse a referéndum, el cual podría, dice, realizarse en el mes de octubre o en el peor de los casos en la segunda vuelta electoral de las elecciones regionales. Demasiada premura para cambios importantes.
Presidente Vizcarra, está exultado
El referéndum es importante como una herramienta de legitimidad democrática. Lo usan con mucha frecuencia países que son considerados un ejemplo de democracia; sin embargo, en la forma como se viene alentando en nuestro país podría terminar en un fracaso. Primero, tratar de forzar estos cambios parciales no es recomendable y segundo hacerlo con la misma composición política es un yerro.
Bastaría entender que la actual composición del Congreso, tuvo los votos suficientes y aliados para realizar cambios en la Constitución. Transcurrido el tiempo, se enfrascó en asuntos puntuales y no en las reformas importantes. Esta aviesa agrupación (Fuerza Popular) sigue pensando en las elecciones del 2021 y no en la mejora del marco constitucional y político.
Existe un error de concepción en la forma y fondo de hacer política y esta forma de entender lo que sucede los lleva a insistir en sus actitudes y comportamientos.
Conforme a la Constitución en vigencia, el referéndum es potestad del Congreso. Por lo tanto, los proyectos presentados por el presidente Martín Vizcarra seguirá el camino procedimental del Parlamento. En este marco y de acuerdo al análisis realizado por algunos constitucionalistas, en lo presentado por el Ejecutivo, existen contradicciones que podrían frustrar el análisis y el debate.
Se busca entre otros aspectos que los congresistas no sean reelegidos. Es obvio deducir que preguntado el pueblo sobre el particular decidirá por la no reelección. El cansancio y descrédito de este poder del Estado, se conoce y el consecuente se deduce con facilidad. Al margen del populismo sobre el caso, debería pensarse si realmente se gana mucho o poco al adoptar esta decisión.
A nuestro entender la carrera política debe ser ascendente y la reelección es totalmente viable con normas claras. Incluso hasta la misma continuidad de gobernadores y alcaldes no debería estar prohibida. Lo que enerva a la población son las gollerías de los parlamentarios frente a otros funcionarios que provienen de elección popular.
El segundo tema está referido a la creación del Senado, el mismo que fue desactivado por el ex presidente Fujimori. En definitiva, una cámara de diputados y otra de senadores, es mucho más conveniente para lograr leyes con mayor calidad. Sin embargo, con toda la pérdida de legitimidad, podría darse el caso que la población se pronuncie en contra de esta medida, bajo el prurito que podría significar más presencia de parlamentarios díscolos como se ve ahora.
El otro es tan populista como el primer punto y se trata de la paridad electoral. Es un proyecto rechazado antes y que ahora se pretende hacerlo realidad. El acceso de la mujer a la política es un imperativo y que se encuentra parcialmente implementado. Debemos decir, que el 30% actual no ha significado mayores cambios cualitativos y que podrían llevar a lo mismo con la paridad (50%), el asunto es de capacidades y en ese caso, la situación es mucho más difícil a lo que se cree y comenta.
Para estos cambios crece la necesidad de contar con partidos políticos. Sabemos que los vigentes se encuentran en crisis, que la sociedad en general enfrenta lo mismo y que el Congreso, tanto como otras instituciones no actúan con la legitimidad social que se requiere. Ineficiencia, corrupción, falta de transparencia, son entre otros los males que aquejan a entidades del Estado, que deberían garantizar los derechos y deberes de la población.
La respuesta más adecuada, debe ser un cambio más ambicioso en un contexto político de mayor legitimidad. No entenderlo, es confundirse en el entusiasmo de una popularidad efímera, que cree que llevando todo a referéndum se resolverán los problemas del país y no es así.
Le pediríamos al presidente de la República, descender del escaño en el que se encuentra, emocionarse menos, actuar como un real estadista y generar un mayor debate de manera seria para impulsar las iniciativas más pertinentes. Lo contrario, lo llevarán al aplauso ahora y la pérdida de legitimidad después.