ERP. Las lluvias torrenciales de este año, han generado expresiones como las de “son un lluviononón”, y “hastisísisima agua”; y en efecto, por otra parte, las explicaciones científicas son lo suficientemente claras para entender desde otro plano el desarrollo y consecuencias de este fenómeno, que fue anunciado con anticipación.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia de la DNEF del Jurado Nacional de Elecciones
Quienes estábamos nacidos y con edad para grabar los sucesos en 1983, recordamos vivamente lo acontecido ese año en Piura, siendo con toda seguridad, dos los sucesos de mayor repercusión e impacto entre los peruanos y peruanas: las lluvias diluviales, y las elecciones municipales programadas ese año.
Desde 1980 se había retornado a la práctica de la democracia, después de una década de haberse interrumpido, puesto que aunque se votó para elecciones de la Constituyente de 1978-79, recién en 1980 pudo elegirse para presidente constitucional, y tras asumir el gobierno, el presidente Belaunde Terry, convocó a elecciones, siendo las próximas las de 1983, de acuerdo a la Constitución y a la ley electoral.
En el Perú no se habían experimentado lluvias diluviales desde 1925 y 1926, y si bien se había registrado manifestaciones del fenómeno El Niño en varios años, ninguno tenía la intensidad de lo vivido tras la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho. Ese año se alteraron todos los patrones de la sabiduría popular, y de la ciencia con respecto a las lluvias.
El norte fue afectado por aguaceros que espantaban con cifras de horror, desbordes, de ríos, inundaciones urbanas, corte de carreteras, formación de una gran laguna en el desierto de Sechura, destrozos en los terrenos de cultivos, plagas, escasez de alimentos, enfermos, heridos, muertos, desaparecidos, y un país que enfrentaba los brotes del terrorismo, en la sierra principalmente.
Las elecciones municipales de 1983 se realizaron, en todo el Perú el 13 de noviembre de 1983, conforme se había convocado oportunamente, se eligió a los alcaldes distritales y provinciales que ejercerían el cargo entre 1984 y 1986, tal como ocurrió en el departamento de Piura. Ni siquiera la amenaza terrorista contra los ciudadanos evitó el desarrollo de las elecciones, salvo en las provincias de Víctor Fajardo, Cangallo y Huanta.
Ese año en Perú se experimentaba una crisis económica galopante, en medio de ese fenómeno El Niño que afectó al sur con una gran sequía, y tanto fue el daño causado, que no faltaron, quienes comparando la historia del Perú con la del siglo anterior, se atrevieron a denominar a 1983, como el peor año vivido en el Perú, desde el protagonismo de la Guerra con Chile de 1879-1883; y paralelamente se destacaba que con las elecciones municipales de 1983, aparecía en el Perú un nuevo rostro electoral, con toda seguridad como andinización de la política, en el sentido que se sacaba del escenario principal a los grupos de poder tradicionales, y en algunos lugares, a las familias que lo representaban. No fueron pocos los lugares donde el Partido Aprista Peruano obtuvo una gran ventaje,
En Piura las lluvias habían empezado a sentirse desde octubre de 1982, y se manifestaron con regular fuerza desde noviembre de ese año, arreciando con intensidad inusitada al año siguiente, para finalizar en junio de 1983, con ese saldo que hizo tambalear al presupuesto nacional aprobado para el año del desastre.
A los alcaldes elegidos les tocó ejercer desde 1984 el gobierno local, asociados a la reconstrucción, a la puesta en marcha de medidas para la previsión de efectos devastadores por causa de la avenida de las aguas, a enfrentar la sequía, y a proponer planes de trabajo que diferían de los gobiernos locales anteriores, donde no se priorizaba este aspecto.
En 1983 ganó como alcalde de la provincia de Piura, Luis Paredes Maceda, y del Concejo Provincial de Sullana, Fernando “Pompi” Bel Hougthon, quienes tuvieron que enfrentar las consecuencias del desastre pluvial. Al parecer la solución en Sullana llevó a medidas de corto plazo, porque de inmediato se canalizó el principal cauce de evacuación, dando una solución que hasta ahora protege a gran parte de la población de nuevas inundaciones, al construirse el Canal Vía durante la gestión del alcalde Bel, siguiendo el cauce de una quebrada que parte en dos grandes sectores a la crecida ciudad de Sullana.
Hoy son muy evidentes los desaciertos en la prevención, con la reconstrucción no se ha hecho lo suficiente en la ciudad de Piura para evitar que la cantidad de agua caída la afecte, y ponga en riesgo no solo vidas y el patrimonio material, sino también el patrimonio cultural; por otro lado, la gente sigue sin hacer caso de no construir en zonas vulnerables, las sigue ocupando, organizándose de manera informal, ganando derechos, y generando una situación, en la que “el chancho no tiene la culpa, sino el que le da que comer”.