ERP. Con toda seguridad los piuranos de mi generación han escuchado, y en muchos casos fueron testigos de los abusos contra la población nativa, y del asco racial que se mantenía sobre ellos como supervivencia de la mentalidad colonial que aún se observa, pero en menor escala, por los cambios promovidos desde una educación fortalecida en valores de igualdad, respeto y tolerancia que se imparte desde fines del siglo XX.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia del Jurado Nacional de Elecciones
Esa población, la que sufría por el asco racial, estaba condenada a oficios menores, e incluso tenía que sufrir los desprecios de otros indígenas “blanqueados”, que sometidos por sus amos, u obligados por ellos, cuestionaban el rendimiento laboral de los explotados, sometiéndolos al trato inmisericorde y abusos descritos en novelas y en ensayos de corte social, de Francisco Vegas Seminario e Hildebrando Castro Pozo, por citar unos ejemplos.
También fuimos testigos de la escasa empatía de los grupos sociales más favorecidos, y de cómo ni en la escuela se impartía como si se hace ahora, la motivación para un trato igualitario y de respeto con todos los seres humanos. Más bien se generaban impulsos de superioridad, sin señalarse que las competencias y creatividad se desarrollaban en todos, y que los campesinos por ejemplo, eran tan iguales en derechos y dignidad, mereciendo el mismo respeto.
Quizá, dentro de la parte estructural se aceptaba como normal el esquema social que venía desde arriba; y los dispositivos legales eran solo letra incumplida, donde la conmiseración no se asomaba ni siquiera en el clero, que a más de contribuir con pequeñas dádivas, no promovía cambios en la mentalidad de los feligreses dueños del poder económico, al punto de ser parte del engranaje de la dominación y explotación, como se denuncia en la novela “Aves sin nido” de la cusqueña Clorinda Matto de Turner.
La población doméstica de Piura provenía generalmente de entre los campesinos, y a la mano de obra masculina, se le estigmatizaba como pertenecientes a “apellidos de planilla”, a los que se sumaba la masa de mestizos y de citadinos menos favorecidos entre los estratos de las clases sociales en el Perú.
Por entonces, muchas de las autoridades en todo Piura, igual que en la novela de Clorinda Matto, cometían una serie de excesos de poder, desde los de más bajo rango, hasta los que ostentaban altos cargos, y al parecer, como se lee en esas narraciones noveladas, inspiradas en la realidad, nada los consternaba, frente a las injusticias a las que se sometía a los menos favorecidos, en una estructura que debía ser cambiada radicalmente y no a través de reformas paulatinas.
Los escritos de denuncia se asomaron en las publicaciones de Enrique López Albujar, Hildebrando Castro Pozo, y de Francisco Vegas Seminario, siendo más conocidos los del primero, en menos intensidad los del segundo, y mucho menos los del tercero, a quien más se le conoce entre la elite de lectores de literatura, por falta de estrategias que popularicen su nombre.
Aves sin nido las hubo en cantidad en todo el territorio nacional, las víctimas del abuso y la injusticia se cuentan a montones, y de la inconformidad de quienes cobraban conciencia y promovían manifestaciones, también se guarda información documental. Sin embargo, frente a ese universo que resultaba “ancho y ajeno”, se notaron cambios desde las últimas tres décadas del siglo pasado, y en lo que va del siglo XXI, aún es más notoria la tendencia a la disminución de las desigualdades.
Recordamos esas situaciones de injusticia con la intención de que no se repitan, que no vuelvan a dominar el panorama social, porque si se olvida ese pasado cercano, nuevas situaciones de desigualdad se asomaran en este país, cuyos problemas son diferentes a los de la realidad descrita.