ERP. (Por Miguel Arturo Seminario Ojeda) Había estado conversando con Nilda D' Aloía desde hace casi un mes, y en medio de las infaltables reflexiones sobre el coronavirus, no dejó de hablarse, sobre los cambios que se advertían en la naturaleza, que ahora libre de muchos agentes contaminantes, presumimos que se quería mostrar esplendorosa, como lo fue, hace mucho tiempo.
Si nos ponemos a observar a los animales y a las plantas, contemplamos que ellos no necesitan vestirse como los seres humanos para lucir bellos, lo son con sus pelambres o plumajes, son hermosos de por sí, y la misma pelambre y el mismo plumaje lo tienen durante todo el año, luciendolo cual mejor en cada día de sus vidas, hasta que llega el insalvable declive.
El reino animal está libre, me reiteraba Hortensia Seminario Gallo, y están haciendo de las suyas, cuando mencionó sobre los daños que las ardillas, pacazos e iguanas hacen en su fundo, en Querecotillo.
Indudablemente, los animales sienten que las puertas están libres, y que no necesitan pedir permiso a nadie, para ingresar al que fue su mundo, ese universo que los humanos habían reducido constantemente. Hortensia reiteraba: "puedes imaginar la cantidad de ardillas que hay, se comen los higos, las naranjas, son una plaga, los platanos también, ni las bananas de exportación se salvan". A su juicio, también hay más pájaros, pacazos e iguanas, que se camuflan entre los árboles. Cuando conté esto a Nilda, su respuesta fue similar: "acá, en Córdoba pasa lo mismo". O sea el reino animal está recuperando su espacio.
A Nilda le apasionan las rosas, y todas las imágenes que envió de su huerta, vislumbran rosas hermosas, que parecen sonreír, diciéndonos, que son pura vida, que alegran la vista y captan la sensibilidad de los seres humanos, cuando frente a ellas quedan extasiados de esa belleza singular, que se presenta sonriente al ojo humano.
Esta sonrisa de las rosas, hace que Nilda olvide temporalmente a las parvadas de loros que la invaden, gozando de las mejores frutas, que ni ella logra comer a veces. Pero también las palomas la resienten, y con una especie de alianza con los jotes, o gallinazos cabeza negra de Piura y Lima, logra espantarlas, esos jotes no son como los de Piura en su comportamiento, porque estas aves carroñeras de Piura, no atacan a las palomas, ni tienen un comportamiento violento.
Para Nilda, los jotes deben estar emparentados con los halcones. En Córdoba, los jotes anidan cerca de los rios y llegan a las urbanizaciones a comer los huevos y crías de las palomitas, armándose unos lios espectaculares, cuando aparecen generándose una estampa tragicómica, como cuando los gatos devoraron a los peches de las mellizas Oviedo, en Sullana.
Cuando compartí todas estas experiencias con Elda Di Bez, otra amiga argentina, compañera de estudios en la Universidad Católica de Córdoba, hace 40 años, su sensación por lo que está ocurriendo, me llevó a entender, que a la realidad la percibimos desde diferentes miradas, para ella, la sonrisa de las rosas, y la tranquilidad con la que se desplazan los animales, nos lleva a entender que la naturaleza, especialmente, el reino animal está tan libre, como está de contento el reino vegetal.
En efecto, con Elda Di Bez coincidimos, en que la naturaleza está haciendo de las suyas, pero para bien, la naturaleza ha recuperado espacios, las flores sonríen en Lima, en Buenos Aires, en París, Roma, Tegucigalpa, Londres, Moscú, Pekín, Nueva Delhi, en Piura, Córdoba, Sullana, Río Cuarto, y en todo el mundo.
Pareciera, de acuerdo con Elda, que si los animales se sienten libres, los rios descontaminados, y el cielo sin smog, es porque los seres humanos muchas veces somos mas peligrosos que el coronavirus, en la agresión que se hace a la naturaleza. Ojalá que después, al final de esta tormenta, la convivencia naturaleza-hombre, nos lleve a tratarla con un horizonte de respeto, como reitera Hortensia en Perú, y Elda y Nilda en la Argentina, a la naturaleza hay que tratarla igual, de la misma forma que lo hacemos en estos días en que ha recuperado su libertad.