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Dom, Nov

Cuando la luz derrotó a la obscuridad y alumbró sin parar

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. El 27 de enero de 1880 se derrotó a la obscuridad, ese día, mientras Perú, Chile y Bolivia estaban en guerra, Thomas Alva Edison patentó la bombilla incandescente, y ese descubrimiento, sin lugar a dudas, afectó el desarrollo de la pluricotidianidad laboral, recreativa, y asociativa, porque desde entonces el mundo ya no sería el mismo.

El siglo XIX es un siglo de grandes inventos, esta centuria asociada a la pulverizada edad contemporánea, fue rica en experiencias para los citadinos, quienes de esta manera veían alteradas sus rutinas, y situaciones que antes eran privilegios para unos pocos, llegarían paulatinamente a muchos por efecto de este descubrimiento.

Cuando hemos leído documentos virreinales sobre Piura y el país entero, nos hemos enterado de las emociones que se generaban entre los citadinos, cuando el cabildo determinaba el alumbrado público en ocasiones muy especiales, en fiestas de guardar, y en los momentos que se consideraba oportuno; como ocurrió en los días de la proclamación de la independencia a nivel de los pueblos del interior del Perú, cuando la iluminación fue mucho más fastuosa.

Estas escenas de paisajes sociales y naturales de escasa iluminación, los hemos visto también en películas de temática antigua, destacándose que en esos tiempos el alumbrado era con hachones, y en los domicilios, de acuerdo a la categoría social, candiles de aceite y de cebo, faroles de velas de parafina, faroles de querosene posteriormente, luego luz eléctrica mortecina, después de mayor potencia, y así sucesivamente.

alumbrado publicoAlumbrado público | Foto: Internet.

 

Creo que puede destacarse, que esa derrota a la obscuridad permitió el trabajo nocturno remunerado, y quizá frenó un poco la explotación y las exigencias de trabajar desde primeras horas hasta que obscurecía, y el trabajo nocturno en las fábricas hacía imparable la producción.

Y asimismo hay que tomar en cuenta, que con la aparición de la luz eléctrica se derrotó a los fantasmas, que eran por miles cuando no había luz de ese tipo, recordemos que eran muy comunes escuchar relatos sobre los sustos que provocaba la aparición del duende, o cuando precedidas de alguna turbación, las personas aseguraban, que en medio de la obscuridad “les había salido el diablo”, o se les había aparecido “el muerto”.

Ricardo Palma nos cuenta tradiciones de fantasmas virreinales y republicanos, y narradores como él, sobre esta clase de escenarios, los encontramos en todo el país, y en todo el planeta, no hay grupo humano que no considere a los fantasmas con diferente nominación, pero la mayoría, asociados a las tinieblas.
Indudablemente que las sombras, el viento y la escasa luz, eran las que hacían volar la imaginación, para que se narraran y escucharan estas escenas escalofriantes, que acompañadas de los cuentos de las brujas de martes y viernes, hacían temblar no solo a los niños, sino también a los adultos, que preferían andar acompañados, cuando de cruzar las sombras se trataba.

De Thomas Alva Edison, sabemos que nació en Milan, Ohio, 11 de febrero de 1847, y que murió en West Orange, Nueva Jersey, el 18 de octubre de 1931. Se consigna que fue un empresario y un inacabable inventor, al punto de ser considerado como el inventor más importante de Estados Unidos. Con su invento asociado al que patentó el 27 de enero de 1880, prolongó la luz del día de manera artificial, habría claridad las 24 horas, y las ciudades ya no dormirían.

Con él están relacionados el fonógrafo, la cámara de cine, y la duradera bombilla incandescente, lo que lo llevó a convertirse en uno de los primeros inventores que aplicó “los principios de la producción en cadena y el trabajo en equipo a gran escala al proceso de invención, motivos por los cuales se le reconoce la creación del primer laboratorio de investigación industrial”, como lo menciona Walsh, Bryan, en su publicación de 2009.

Edison registró 1093 patentes en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania., sus inventos modificaron comportamientos sociales en todo el globo terráqueo, siendo quizá los más impactantes la invención de la luz eléctrica, y su suministro público a continuación; a lo que se suma la grabación de sonido y la cinematografía herramienta para la distracción en todos los idiomas, que llevaron a la constitución de nuevas y poderosas industrias internacionales en algunos casos.

Uno de sus inventos que se relacionan con la vida política y el impedimento de fraudes en los procesos electorales, fue quizá su invento de 1868, cuando patentó el contabilizador de votos, él fue el primero que patentó una máquina para recontar votos de forma mecánica, era un sencillo aparato, cuya estructura le permitía contar los votos a favor y en contra, y eso ocurrió hace más de 150 años.

Este aparato se llevó ante el comité del Congreso de Washington, en Estados Unidos con el deseo de ponerlo en funcionamiento en esta sociedad, donde la práctica de la democracia era una constante, aún con las restricciones que sufría la población negra, sin embargo, consideraron que más bien el invento podría propiciar el fraude electoral; esto me hace recordar al epistemólogo Mario Bunge, cuando asigna a la ciencia fáctica una característica, que le da al hombre herramientas que pueden ser utilizadas para el bien y para el mal.

Al Perú la electricidad llegaría en la penúltima década del siglo XIX, como llevamos dicho antiguamente la iluminación fue a base de hachones de madera engrasados, las inmortalizadas lámparas de aceite, los mecheros o mechones de kerosene y, por supuesto, desde 1857, la iluminación a gas.

En 1895 se instaló la Empresa Transmisora de Fuerza Eléctrica, en la margen izquierda del Río Rímac. Vendría después, la Sociedad Industrial Santa Catalina, y a esta empresa se liga el nombre de don Mariano Ignacio Prado. A comienzos del siglo XX se inauguró la Central Hidroeléctrica de Chosica, y, en diciembre de 1907, se inauguró la Central Hidroeléctrica de Yanacoto.

La electricidad paulatinamente movería los tranvías, a los ferrocarriles, a los trolebuses, a otros medios de locomoción, y a una serie de aparatos que se introdujeron en las tareas domésticas, liberando sobre todo, a muchas mujeres de una semi esclavitud, a la que las condenaba la sociedad.

Hay lugares en el Perú, donde muchos pueblos tuvieron luz, y por horas, solo en la segunda mitad del siglo XX, aún a finales de la vigésima centuria, a fines del siglo pasado, fui testigo de la emoción que despertó la llegada de la luz a Chirinos, caserío del distrito de Suyo, en la provincia serrana de Ayabaca, en Piura, era una luz tenue, que me hizo recordar esa expresión tan popular de “luz de muerto”, pero la gente estuvo feliz de tener luz artificial tres horas cada noche; hoy ese y otros caseríos, gozan de luz eléctrica permanente, como escuche decir a uno de sus hijos: “como cambian los tiempos compadre”, al experimentarse el cambio desde el alumbrado con mechoncitos de querosene, hasta los modernos focos que prolongan el día, en medio de la obscuridad.

Cuando la luz eléctrica llegó a mi barrio en 1972, para mi padre fue una larga espera, había nacido en Talara, ciudad relacionada con este tipo de alumbrado, con agua permanente, desagüe y cocinas a gas domiciliario, alterándose esta situación en 1952 cuando fue a residir en Sullana, ciudad con luz eléctrica por horas y solo en la noche en las calles del centro; Las Lomas, Chulucanas, Sechura y Tambogrande, experimentaban situaciones similares, luz por horas, y cuentos de aparecidos y duendes que hasta hoy perduran en la memoria colectiva.

Aunque el invento de la bombilla eléctrica y la masificación de la industria eléctrica significó la desaparición de algunas ocupaciones, también se observaron mejoras, por ejemplo la gente dejó de hacer funcionar sus radios a pilas, para pasar a los modernos aparatos eléctricos, y cuando empezaron a masificarse los televisores, la moda llegaba más rápido que desde los figurines, y pues, es bien cierto eso cuando decimos, “como cambian los tiempos, compadre”, ¡cómo cambian!

 

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